domingo, 29 de noviembre de 2009

Ética de la comunicación médica

ÉTICA DE LA
COMUNICACIÓN
MÉDICA
Cuadernos de la Fundació Víctor Grífols i Lucas
ÉTICA DE LA COMUNICACIÓN MÉDICA - N.º 6 - (2002)
Edita: Fundació Víctor Grífols i Lucas
c/. Jesús i Maria, 6 - 08022 Barcelona
Imprime: Gráficas Gispert, S.A. - La Bisbal
Depósito Legal: GI-904-1999

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SUMARIO
Pág.
INTRODUCCIÓN
Vladimir de Semir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
ÉTICA DE LA COMUNICACIÓN MÉDICA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Miquel Vilardell
ÉTICA DE LA COMUNICACIÓN MÉDICA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Gemma Revuelta
DEBATE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
PARTICIPANTES EN EL SEMINARIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
7
INTRODUCCIÓN
Gracias a todas y todos por vuestra presencia aquí. Como periodista, y
más concretamente como periodista científico, estoy firmemente convencido
de la relevancia de esta reunión que acabamos de iniciar.Una jornada en la que
vamos a reflexionar sobre cómo se trabaja en el campo de la comunicación y
del periodismo médico, cómo llega la información, cuáles son las fuentes, cuáles
los problemas que se plantean. Todos estos aspectos van a repercutir sobre
la sociedad –y sobre la propia medicina– y por ello creo, como periodista, que
es tan importante la reflexión y la autoreflexión. Pero también en mi faceta
actual, como Concejal de Ciudad del Conocimiento, debo agradeceros haber
acudido aquí. Como sabéis, entre los objetivos principales de la Concejalía, se
encuentra el seguimiento y análisis de aquellos temas que tienen que ver con
las ciencias, la tecnología o la medicina en nuestra ciudad, en nuestra sociedad.
Y al mismo tiempo que realizamos este seguimiento, intentar mejorar los canales
de información con los ciudadanos y ciudadanas de Barcelona. Pero aún
existe un tercer motivo para la jornada que hoy nos ocupa: los dos temas sobre
los que trataremos hoy –la comunicación y la medicina– van a tener una
importante presencia en el Forum de las Culturas 2004. En concreto, dentro
del programa de congresos y debates de ese gran evento mundial, se ha aprobado
ya la celebración del VIII Congreso de la red internacional Public
Communication of Science and Technology, el cual estará especialmente dedicado
al impacto de las diferentes culturas en la ética de la comunicación y del
conocimiento científicos. Por tanto, el acto que estamos celebrando hoy no ha
de ser un acontecimiento aislado, sino que está enmarcado en la estrategia global
en la que colaboramos junto a la Fundació Víctor Grífols y otras instituciones
ciudadanas.
Para introducir el tema, unas pequeñas reflexiones personales, surgidas
de la práctica profesional y del aporte que me ha dado la docencia (en concreto,
como profesor de periodismo científico en la Universidad Pompeu Fabra).
El mundo de la la comunicación científica y médica no es ajeno a un
fenómeno que se está produciendo en otros ámbitos, la creciente espectacula8
rización de la información. Podríamos analizar si ello es debido a un efecto del
medio audiovisual, la televisión fundamentalmente. La forma de hacer televisión
en nuestro mundo está induciendo también en todos los otros medios una
cierta “frivolidad”, o si se prefiere una tendencia a la simplificación excesiva de
los mensajes. En este sentido, el concepto de “fast thinking”, introducido por el
sociólogo francés Pierre Bordieu, parece resumir a la perfección la situación
que estamos viviendo:mensajes rápidos, cortos, anecdóticos ... y poca reflexión
sobre la propia información. Un dato muy elocuente de lo que está sucediendo:
según resultados del Informe Quiral, –estudio que llevamos a cabo desde el
Observatori de la Comunicació Científica– en los últimos tres años, el número
de textos publicados sobre medicina y salud en los cinco diarios generalistas
de mayor difusión en España se ha duplicado. ¡Se ha multiplicado por dos
el número de artículos, noticias, cartas al director, editoriales...! Y esta profusión
de noticias es paralela con una patente tendencia a la espectacularización.
Dicho en otras palabras, a la bulimia comunicativa se le ha unido una anorexia
informacional, por lo que estamos ante una situación sobre la que conviene
reflexionar seriamente pues puede tener serias consecuencias.
El tema central del debate de hoy es la comunicación médica, principalmente
la comunicación que se realiza a través de las revistas científicas y a
través de los medios de comunicación. Espero reflexionaremos sobre cuáles
son los problemas éticos reales que existen en la transmisión de la información
médica y científica en general, sobre el papel de la comunicación institucional,
de la comunicación empresarial, de los periodistas, de los grandes grupos de
comunicación, etc. Pero estamos hablando también de otros muchos aspectos
de la comunicación, tales como la comunicación médico-paciente y de cómo
ésta ha cambiado con la difusión de las tecnologías de la información. ¿Está la
comunidad médica preparada para este nuevo tipo de paciente, que antes de
llegar a la consulta se ha provisto ya de cantidades ingentes de información a
través de Internet?
Y también hablaremos de un problema que es consustancial, la recontextualización
del mensaje científico al mensaje comunicativo que llega a la
sociedad. Por ejemplo, en los últimos años hemos visto cómo las revistas científicas
progresivamente han salido de la comunidad a la que estaban dirigidas
para “ofrecerse” a los medios de comunicación de masas. Esta información que
9
antes estaba muy restringida a un ámbito profesional especializado hoy se
generaliza debido sobre todo al enorme impacto que tienen sobre los medios
de comunicación los press releases y las diversas estrategias de comunicación de
las revistas de referencia. ¡Algunas revistas científicas poseen incluso verdaderas
agencias de prensa! Otro ejemplo, también relacionado con el papel de las
revistas científicas, recordaréis que hace unos días trece revistas hicieron una
declaración conjunta para intentar que tanto los autores como ellas mismas
puedan ganar algo de independencia respecto a los fuertes intereses de los
grandes grupos multinacionales farmacéuticos. Estamos pues en un momento
de cambio, de discusión y de debate, tanto globalmente en el ámbito de la
comunicación en general, como en el seno de la comunicación médica.
Así pues, nuestra intención principal es estar abiertos al análisis de
todas las facetas que tengan relación con la comunicación científica y médica.
Y para ello hemos invitado a dos personas bien conocidas por todos vosotros:
el Dr.Miquel Vilardell, jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital de la
Vall d’Hebron y director de la revista Medicina Clínica y a la Dra. Gemma
Revuelta, subdirectora del Observatori de la Comunicació Científica de la
Unviersitat Pompeu Fabra.
VLADIMIR DE SEMIR
Concejal de la Regiduría Ciudad del Conocimiento
del Ajuntament de Barcelona y
Patrono de la Fundació Víctor Grífols i Lucas
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ÉTICA DE LA
COMUNICACIÓN MÉDICA
Dr. Miquel Vilardell
Cuando hablamos de ética de la comunicación médica, nos habríamos de
plantear realmente si es que existe algún problema en la comunicación médica
que llega a los usuarios de los medios de comunicación; yo he cogido una frase
para empezar, de un gran comunicador científico en nuestro país, importante
por el trabajo que está haciendo en su diario El Mundo; se trata de Josep Lluis
de la Serna, y él escribe, y lo leo textualmente, en una pequeña monografía que
elaboró Farmaindustria que se llama Desafíos científicos y sociales, este año el
2001, lo siguiente: "Desafortunadamente no siempre la información biomédica
que llega a los medios de comunicación se ajusta a la verdad, pero sobre todo
no se hace con el rigor, la imparcialidad y la responsabilidad que necesita el
periodismo serio. Pueden existir desviaciones de manipulación y de conflicto
de intereses." Lo dice un comunicador científico, y pensé: ¿por qué pasa esto?,
¿quiénes son los actores que intervienen en esta pequeña obra de teatro? Primero,
los que elaboran la información científica, lo que producen los científicos,
los médicos que la producen y la transmiten. Evidentemente los medios de
comunicación, por otro lado, en donde se publica esta información científica,
las revistas que se consideran serias en el mundo científico, que son aquellas
que hacen la revisión a pares, que tienen “peer review”. Por otro lado los usuarios
de esta información. Quisiera revisar un poco las características de todos
estos actores que intervienen en este problema.
Uno se pregunta los objetivos que tienen los científicos y los médicos. Los
científicos reúnen, transmiten información y educan para promover el avance
del conocimiento y para promover un bien social. Éste es el objetivo que tienen
la mayor parte de los científicos; y los médicos reúnen, transmiten información
y educan para promover la salud de sus usuarios, pacientes o enfermos.
Esto lo decía Beaucamp y probablemente tiene razón y me pregunto: nosotros,
médicos, cuando damos información a nuestros pacientes, ¿qué tenemos en
cuenta? Los profesores de bioética dicen: ¿qué quiere oír el enfermo? Deberíamos
tener unos principios en la información que damos y transmitimos al
enfermo. ¿Qué es lo que quisiera saber el usuario? Enfermo o no, pero que en
todo caso tiene un problema de salud psíquico o físico.
Hemos de ir a los principios que tiene la información al servicio del paciente.
El principio de maleficencia que todos conocemos, es decir que no demos
información que pueda empeorar la salud o el estado de bienestar del que recibe
la información. No sé si a los medios de comunicación esto les podría ser
útil. Puede ser que una información, aunque sea valiosa, pueda empeorar el
estado anímico o físico del que recibe esta información.
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El segundo, el principio de parsimonia: comunicar los hechos de los que no
tengamos dudas; esto quiere decir actualmente que haya evidencia científica y
por lo tanto, si no la hay, quizás debamos evitar esta información, por lo menos
en el usuario enfermo.
Y por último, el principio de información positiva. El médico ha de dar
toda la información, pero tiene que resaltar aquélla que es positiva.
Todo esto es lo que sabemos y lo utilizamos cuando damos una información
pero, ¿qué es lo que pasa? Llega a un público una información, a veces no
contrastada, que está mal informado sobre temas científicos y que recibe una
noticia determinada, puntual sobre algo de lo que no sabe nada.
Segundo,muchos conceptos escritos tienen una terminología difícil para el
que recibe esta información y no entiende los conceptos. Fácilmente malinterpreta
la información científica y muchas veces lo que se escribe es lo que se
denomina “ciencia basura”, ciencia poco importante y muchas veces perjudicial.
Por otra parte los científicos en general, a veces, pueden precipitarse en la
publicación y pueden no decir toda la realidad de lo que han encontrado o lo
que han hecho y, en ocasiones, pueden fracasar con la información que dan al
público.
Por lo tanto puede ser que los científicos y la ciencia no cumplan bien su
misión. ¿Por qué puede pasar? Porque los medios de comunicación recogen
mal la información que se les da, porque utilizan fuentes no dignas de confianza.
¿De dónde los medios de comunicación de masas habrían de recibir la
información científica? Sólo de las revistas consideradas serias, aquéllas que
todo el mundo acepta que tienen peer review, donde los trabajos científicos han
sufrido evaluaciones externas. Porque en una revista en donde no hay peer
review se hace difícil hoy la credibilidad. Después podemos discutir que incluso
las que tienen peer review pueden tener sesgos importantes, pero de entrada
los diarios, los medios de masas quizás tendrían que recoger la información de
estas fuentes que llamamos dignas de confianza.
A veces, lo que decía Vladimir de Semir, una información de tipo sensacionalista,
es recogida con más facilidad, y por otra parte a veces podemos dejar
vacíos en alguna información que quizá no la encontramos de interés cuando
nosotros las evaluamos. Todo esto quiere decir que probablemente se necesita
precisión y fiabilidad en las fuentes de información, que sean validadas y que
sean de fuentes en donde haya revisiones externas importantes, que haya una
presentación equilibrada del descubrimiento científico que se comunica; y lo
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más importante, que haya una profesionalización del periodismo científico.
No todo el mundo sirve para hacer periodismo científico porque hace falta una
base científica importante de conocimiento de lo que se está transmitiendo y a
veces esto quiere decir una especialización o ser experto en un campo determinado.
Hablemos un poco del científico, porque probablemente mucha de la culpa
esté en que lo que da el científico no es material bueno, o porque muchas veces
el científico se precipita en la información que da. Todos sabemos que algunos
científicos, por suerte pocos, tienen prácticas condenables que se han evitado
cuando realmente se publican sus trabajos en revistas que tienen peer review,
pero en todo caso aún algunas veces se detectan plagios, copias, falsificaciones
de resultados.
Por otra parte se ha visto muchas veces que el científico, en la prensa, sale
con cierta facilidad cuando realiza un hallazgo y esto, somos humanos, puede
dar lugar a un vedetismo. El científico ha de recordar que el trabajo no es de
uno, es de un equipo, que la ciencia la realiza un equipo interdisciplinar. No
creo en la investigación única y el investigador único. Es muy difícil porque la
idea, si la lleva a término, requerirá la ayuda de muchas disciplinas; por lo tanto
es imprescindible el trabajo en equipo.
A veces la prisa en querer publicar rápido es por miedo a la competitividad
a que se está sometido, el querer buscar nuevas fuentes de financiación de su
investigación, el querer alargar nuestro curriculum personal, porque el mundo
universitario nos valora por lo que hemos publicado. Si no publico no existo,
si no salgo en Internet o no salgo en una fuente como puede ser Medline u otra
cualquiera, no existo, no soy nadie. Y por otra parte este curriculum alargado
puede conducir a prácticas no correctas. A veces está rapidez en dar a conocer
un descubrimiento que quizás después no lo será, a los medios de comunicación
de masas, puede crear algún problema.
Por otro lado el científico, es lógico, debe buscar fuentes de financiación y
esto obliga a veces a tener conexiones importantes con industrias farmacéuticas
u otros tipos de industria. Después hablaré brevemente de esto.
Y por último, los científicos tienen relaciones muy personales con los
Comités Editoriales de las revistas de prestigio. La amistad puede ser un sesgo
en algún momento determinado.
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Todo esto me hace concluir que hace falta realmente una gestión del conocimiento,
hace falta que se creen agencias de gestión del conocimiento. Alguien
con toda la información que se está elaborando la ha de procesar, la ha de criticar,
ha de hacer que pueda ser realmente digerible por el público, y esto lo ha
de hacer gente experta. Y es muy difícil que si no tenemos expertos en gestión
del conocimiento éstos puedan llegar bien a donde tiene que llegar, que es el
usuario.
En todo caso,Ustedes me podrían decir que la información hoy en día llega
a todo el mundo. No tengan ninguna duda, a través de la red uno puede tener
toda la información que quiera, y todo el mundo puede tener acceso. Ustedes
creen que la red hace que la gente esté más formada; yo creo que no. Lo que
decía Vladimir de Semir.Me llegan enfermos con todos los protocolos de cáncer
de próstata que quieran Ustedes; el enfermo sigue siendo “cero”, no sabe
nada. Y si es fácil saber un dato, mortalidad-morbilidad concreta de una catarata
o de una próstata, es mucho más difícil de saber la morbilidad del síndrome
de la fatiga crónica. Y en la red la mortalidad-morbilidad de una catarata
en centro determinado será fácil obtenerla, pero hoy por hoy, dentro del
mundo científico, será difícil tener todos estos datos. Y recuerden que en la
información que hay en la red hay mucho error. Por ejemplo, dentro de los
documentos que hay sobre el cáncer en la red, un 6% de las webs que hemos
estudiado tenían errores y un 42% de toda la información que había sobre el
cáncer no había pasado ningún peer review, ningún comité de expertos, y estaba
y figuraba aquí. Esto dirán que no tiene importancia, pero realmente, como
dice Sivil Bierman, un error es realmente muy importante y puede tener un
efecto devastador. Por lo tanto, puede ser que los errores sean minoría en esta
información, pero si los hay, pueden tener un efecto negativo.
Actualmente, la práctica médica cambia y hoy todo el mundo trabaja con
evidencia científica, trabaja por protocolos clínicos. Hoy el médico con experiencia
propia no vale, no vale aquel médico que dice: “he visto muchos casos,
me parece...” La variabilidad de la práctica clínica está cambiando. Hoy el tratamiento
del cáncer de próstata está protocolizado y el tratamiento del cáncer
de mama está protocolizado y no hemos de hablar de que éste es un gran médico,
un gran científico: éste debe seguir el protocolo clínico que está avalado por
metaanálisis determinados y debe seguir este metaanálisis. No sirve el individualismo
en la práctica clínica. Esto quiere decir que el paradigma de la medicina
actual es la medicina basada en la evidencia científica y con esto las revistas
científicas adquieren más importancia y Ustedes también, porque el médico
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ya no puede hacer lo que quiere, sino que ha de hacer a partir de un documento,
ya que se le pueden pedir responsabilidades.
Esto significa que las revistas científicas cuando hacen el peer review, han de
tener en cuenta unos principios éticos en la práctica de la revisión. Dentro de
estos principios éticos han de estar la imparcialidad en el momento de coger
un trabajo científico; la confidencialidad, por otra parte, de lo que pase en ese
trabajo científico; solucionar los conflictos de intereses que hay previos a la
publicación. La credibilidad dependerá sobre todo de cómo está resuelto el
conflicto de intereses. Si Ustedes no me dicen cómo se ha solucionado el conflicto
de intereses de un trabajo o un ensayo clínico, si no me dicen cuál es la
fuente de financiación, si el investigador principal se siente libre o no para
poder publicar tanto un resultado positivo como negativo, si los datos estadísticos
los conoce él y solamente él y nadie los ha podido valorar, evidentemente
se me hace difícil esta credibilidad, aunque quizás realmente el trabajo sea
serio e importante.
Se necesita transparencia en el proceso de la revisión y a pesar de ello pueden
existir algunos sesgos. Unos en el propio comité editorial. Pueden existir
fenómenos de inducción positiva y de inducción negativa, y alguna vez la
inducción positiva o negativa de la información puede comportar un error y
se puede cometer un error en un sentido o en otro. También los revisores externos,
si sólo son nacionales, generarán sesgos, ya que realmente es muy difícil
que no los haya. Nos conocemos todos, conocemos todos los grupos científicos
del país. Por lo tanto hacen falta revisores externos, fuera de la propia sociedad
científica a la que pertenece el propio autor. Nos conocemos todos los que
somos socios de una sociedad científica. Por lo tanto se necesitan revisores
externos, de prestigio, que hayan publicado previamente sobre el tema y cuyo
nombre salga en una base de datos como investigador científico importante en
el campo que juzga. Por lo tanto yo creo que esto es importante y es un trabajo
a hacer. Hoy en día los revisores de la mayoría de revistas aún tenemos o tienen
muchas cosas a arreglar referente a estos sesgos.
Sólo recordarles lo que decía Vladimir de Semir. Los artículos que a veces
proponen ideas innovadoras, los revisores tienen tendencia a eliminarlos y
Ustedes a aceptarlos, porque a los científicos que revisan, a veces, la innovación
no les interesa mucho y a veces dicen: “no lo veo claro, ve con cuidado, deja un
tiempo que sedimente y ya hablaremos. Por tanto, el frenazo a la innovación es
una crítica que se ha hecho a la revisión por pares, a la revisión externa. Es
posible que la utilización de la nueva red de Internet, la revisión a través de la
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red, la revisión abierta online en la que participen todos los elementos que he
citado al principio, permita cambiar este sesgo sobre la innovación.
Por otro lado, los artículos publicados en nuestra lengua, en lengua castellana,
lo tienen muy difícil por que hoy en día lo que no se publica en inglés
pierde valor. Para que lo sepan, la revista Medicina Clínica es la revista número
treinta y seis en el mundo y es la primera en lengua castellana, y el factor de
impacto que tiene nuestra revista, es de un 0,75. Se podría pensar: si publicamos
en inglés aumentará el factor de impacto. No lo crean, porque los que nos
citan a nosotros normalmente son autores científicos en lengua castellana. Este
es otro sesgo importante. Esto hace que la investigación en nuestra lengua viva
tiempos difíciles, aunque creo que sobrevivirá.
Influencias institucionales. A veces la información que llega desde un gran
centro académico es más fácil que se transmita a los medios de comunicación
que la información que nace en un pequeño núcleo de investigación, en un
pequeño hospital o una pequeña universidad. El sesgo por institución también
existe y hay que tenerlo presente.
Y por último hay que tener en cuenta la industria que normalmente financia
la mayoría de la investigación. Por ejemplo, en Estados Unidos la industria
biomédica invirtió 55 billones en investigación en el año 2000, y el 70% de este
dinero fue a parar a ensayos clínicos. Para que puedan comparar, por ejemplo,
el estado federal americano invirtió 25 billones. Como podrán comprobar, lo
que destina a la investigación la industria farmacéutica es mucho más, y sobre
todo lo que va a parar a ensayos clínicos. Evidentemente que es muy importante,
y no quiero decir que el ensayo clínico no sea de gran relevancia, porque
el ensayo clínico tiene una práctica y una aplicabilidad muy rápida; por lo
tanto se tiene que tener en cuenta. Entonces aquí tenemos que preguntarnos la
relación entre el científico y la industria que le financia. Evidentemente esto
debe quedar muy claro. ¿Es la industria la que va buscar al investigador principal
o es la idea que tiene el investigador principal la que va a buscar fondos de
financiamiento? No les contesto porque ya lo saben. La mayoría de las veces es
la industria la que va a buscar a un investigador principal determinado, y esto
es lógico porque mira quién puede ser la persona con más criterio científico
para llevar a cabo una investigación pero también puede haber algo de sesgo.
Por tanto nosotros hemos de controlar todos los datos de un ensayo clínico y
el investigador principal debe de ser quien controla el ensayo clínico, el que
tenga los datos, el que tenga los análisis estadísticos, el que diga si se publica o
no lo que se encuentra y que no haya ninguna restricción. Lo que los editores
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de estas revistas que ha dicho Vladimir de Semir, han dicho probablemente sea
esto, el nuevo requerimiento que hay que comunicar a la revista cuando se
envía un trabajo que es contrario a un ensayo clínico. Se deberá decir quién es
el investigador principal, de dónde proceden las fuentes de financiación que
tiene, y qué hace cada elemento del equipo que trabaja y firma el trabajo, qué
papel tiene cada uno en lo que está haciendo. Esto es importante por la autoría
de quien publica.No puede ser que en el país publiquemos un artículo científico
y la persona, el investigador principal, no ha salido en los medios de
comunicación, ha salido su jefe. El jefe es un gestor del conocimiento, es un
gestor de las finanzas, es un gran directivo de un centro de conocimiento, pero
puede ser que en aquel tema concreto, de aquella investigación concreta, no
sepa mucho, y sí en cambio el investigador principal que precisamente es el que
debe salir en la publicación científica adecuada. Por lo tanto yo pienso: bienvenido
este nuevo requisito que pedirán las revistas; pienso que esto es importante.
En nuestro país hay poco problema en la publicación de ensayos clínicos
porque nuestra industria es pequeña y cada día lo es más y la mayoría de ensayos
clínicos son en el ámbito de grandes empresas multinacionales que publican
la mayor parte de estos ensayos en revistas de lengua inglesa y evidentemente
han publicado muy poco en nuestra lengua, y aquí en nuestro país, que
evidentemente es un país en donde se hacen ensayos clínicos de gran calidad,
se publican poco dentro de las revistas en lengua castellana. Creo que en el
futuro habrá más transparencia, más claridad en las publicaciones, y el científico
será un hombre abierto a la información, que sabrá educar y que lo hará
con libertad absoluta. Y los nuevos medios de comunicación digital permitirán
que todos, usuarios, revisores externos, científicos, médicos, comités editoriales,
medios de comunicación, trabajemos conjuntamente en lo que hemos de
comunicar a la sociedad y que es una información científica avalable y además
inteligible para el público que la está recibiendo. Estos son los comentarios que
yo quería hacer.
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ÉTICA DE LA
COMUNICACIÓN MÉDICA
Dra. Gemma Revuelta
20 É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A
1. ¿Requieren un planteamiento ético específico la medicina y
la salud en los medios de comunicación?
2. De la esperanza a las falsas expectativas
3. De la información a la opinión
4. De la denuncia a la alarma social
La comunicación médica acostumbra a dividirse en dos procesos aparentemente
independientes: la comunicación médica o científica strictu sensu (revistas
científicas) y la comunicación social de la medicina y la salud (medios de
comunicación de masas).
En su anterior exposición, Miquel Vilardell ha desarrollado con detalle los
aspectos de la comunicación médica strictu sensu –es decir, aquella que tiene
lugar desde y para la comunidad médico-científica– que merecen una reflexión
ética específica. En mi intervención me centraré precisamente en el segundo
escenario, representado esencialmente por los medios de comunicación de
masas.
Conviene aclarar, sin embargo, que esta división en dos escenarios –el científico
y el social– es meramente pragmática, pues entre ellos existen muchas
más relaciones e influencias de las que se suelen contemplar a simple vista. Es
decir, ni la comunicación médica se puede resumir en “revistas = científicos
para científicos”, ni la comunicación social en “mass media = periodistas para
el gran público”. Por el contrario, ambos procesos están íntimamente interrelacionados
y en ellos intervienen otros muchos actores, además de los científicos
y los periodistas, con una gran influencia sobre los resultados finales. Entre
ellos, cabe considerar a todas aquellas personas que intervienen o influyen en
la toma de decisión (directivos de instituciones y centros de I+D, propietarios
y directores de los medios de comunicación y sus grupos empresariales, responsables
de la dirección de las revistas científicas, representantes de los poderes
públicos, etc.); a los profesionales de la comunicación empresarial (staff de
las oficinas de prensa de revistas científicas, de centros de investigación, de hospitales,
de otros centros sanitarios y de la administración) o al personal dedicado
al marketing, la gerencia y a las finanzas de dichas instituciones.
Es decir, la situación real dista mucho de ser sencilla y funciona más como
una red de influencias recíprocas que como un proceso unidireccional: comunidad
médica/medios de comunicación/gran público.
É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A 21
1. ¿Requieren un planteamiento ético específico la medicina y
la salud en los medios de comunicación?
La reflexión ética sobre la comunicación social y sobre los medios de comunicación
de masas es tan antigua como la propia existencia de éstos. Tanto es
así, que son numerosos los instrumentos éticos que arropan el ejercicio de la
comunicación de masas: desde la legitimación democrática de derechos y
deberes específicos (el derecho a la información y a la libertad de prensa son
principios consolidados en la mayor parte de los estados democráticos), la existencia
de códigos deontológicos asumidos por asociaciones profesionales, la
existencia de organismos y asociaciones de autocontrol profesional o, en una
escala más concreta, la inclusión de aspectos éticos, deontológicos y de “buenas
prácticas” en los libros de estilo de diversos medios de comunicación.
Por otra parte, en el concepto actual de ética del periodismo se incluye no
sólo a los responsables de los medios y a los propios periodistas, sino también
a las fuentes y a los agentes sociales que operan sobre los circuitos de la comunicación
de masas (Josep María Casasús, “El rigor y la ética de la enseñanza del
periodismo, en Estudios de Periodismo nº 1, pp 26-27).
Así, reconociendo que el debate sobre la ética de la comunicación no es
nuevo, la pregunta que someto a consideración es si la salud y la medicina
plantean problemas específicos respecto al resto de temas, sucesos, noticias o
informaciones cubiertas de forma regular por los medios de comunicación de
masas.
El siguiente ejemplo ilustraría claramente la naturaleza de la cuestión. La
teoría mediática reconoce que el proceso de selección de las noticias no es tan
“intuitivo” ni tan espontáneo como se tiende a pensar y que, por el contrario,
tiene un carácter estructurado (Denis McQuail, en “Introducción a la teoría de
la comunicación de masas”, Paidós, Barcelona, 1999) que depende de diversos
factores: valores intrínsecos de la propia información, factores de tipo organizativo,
etc. Así, de la misma forma que aquellos sucesos que acontecen en lugares
próximos o de fácil acceso para los redactores tienen más probabilidades de
convertirse en noticias, determinadas características intrínsecas de la información
también se asocian a una mayor “noticiabilidad”. Entre estas se han citado
la escala o magnitud del suceso, la negatividad, el dramatismo y la acción,
la consonancia con la experiencia o la información previa, etc. Este marco en
el que se desarrolla el proceso de selección de las noticias se reconoce en todo
tipo de información, ya sea ésta relativa a la política, a la economía, a los suce22
É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A
sos, a los deportes.... o a la salud. Apliquemos ahora la cuestión inicial al aspecto
concreto de la selección de las noticias: ¿las implicaciones y consecuencias
derivadas del proceso de selección habitual de las noticias, son distintas (más
graves, mayores, más relevantes, etc.) en el caso de la salud y la medicina?
¿plantean cuestiones éticas específicas?
El mismo razonamiento utilizado para reflexionar sobre esta fase de la producción
de las noticias, la fase de selección de los temas, podría ser usado en
los restantes procesos de la comunicación: la selección de las fuentes de información,
la investigación de la veracidad, la presentación de los datos, la recepción
por parte de la audiencia, etc.
Los ejemplos que les voy a exponer a continuación representan situaciones
reales, a veces extremas, que ilustran diversos problemas de la comunicación
social de la salud y la medicina. Espero nos sirvan para dar pie a reflexiones de
mayor alcance en la segunda parte de esta jornada.
2. De la ilusión a las falsas expectativas
Uno de los principales resultados que han puesto de manifiesto diversos
estudios sobre la cobertura mediática de la investigación médica y científica es
la tendencia a presentar ésta en términos de “progreso”, “avance”, “desarrollo”,
“esperanza”, etc. Este tipo de tratamiento periodístico refleja un sentimiento de
“ilusión” y confianza en el avance científico como sistema para mejorar la calidad
de vida, para paliar o curar enfermedades o para aumentar la esperanza de
vida humana.
En algunos casos, no obstante, las noticias científicas no sólo aportan una
cierta dosis de ilusión y optimismo, sino que generan grandes expectativas.
Muy a menudo, falsas expectativas. Esto se produce cuando se avanzan conclusiones
antes de tener un apoyo científico concluyente, o se hipertrofian los
resultados, o se generalizan éstos en condiciones poco dadas a la extrapolación,
o se elucubra sobre las futuras aplicaciones de un “descubrimiento” sin que
quede bien delimitado cuánto hay de “factualidad” objetivable y cuánto de
opinión.
La cobertura mediática de las investigaciones de Judah Folkman aparecidas
en el The New York Times de 3 de mayo de 1998 (para más detalle, ver “The
É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A 23
New York Times cura el cáncer” de G. Revuelta, Quark nº 12, Barcelona 1998)
representan un claro ejemplo de cómo la combinación de diversos recursos y
tratamientos periodísticos puede generar falsas expectativas en una población
altamente susceptible: los enfermos de cáncer con pocas posibilidades terapéuticas.
En resumen, la información –aparecida en portada de domingo– daba
cuenta de los logros que estaba consiguiendo un equipo de investigadores
encabezados por el Dr. Judah Folkman con un grupo de sustancias cuyo mecanismo
de acción se centraba en la disminución del aporte sanguíneo a tumores
sólidos.Hasta bien entrado el artículo no se aclaraba que las sustancias estaban
todavía en fase de experimentación animal y daba a entender que en un
par de años (esto es, en el 2000) el fármaco se estaría aplicando en humanos.
El alcance del descubrimiento venía reforzado por las palabras de James Watson,
eminente Premio Nobel, de quien se decía había calificado la investigación
en los siguientes términos: “Judah va a curar el cáncer en dos años” . La firma
del artículo –una veterana periodista científica– unida a la seriedad e influencia
del diario americano hicieron el resto. Al día siguiente, centenares de
24 É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A
É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A 25
medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de la noticia. Más
tarde se comprobó que tras la información había un oscuro conflicto de intereses,
que las palabras que supuestamente había pronunciado Watson nunca se
dijeron, y en todo caso, la única conversación al respecto se había producido en
una cena informal, totalmente “off the record”. Otros medios de comunicación
criticaron severamente al NYT y finalmente éste se retractó. Pero en este tiempo,
además de dispararse la cotización bursátil de la empresa titular de las
investigaciones,muchas consultas oncológicas habían quedado colapsadas por
enfermos que solicitaban ser sometidos al tratamiento, fuese al precio que
fuese.
La barrera entre la esperanza y las falsas expectativas es difícil de mantener,
tanto por parte del redactor como por el propio informador: científicos absolutamente
entusiasmados con el trabajo al que llevan dedicados años y años,
políticos decididos a demostrar a sus votantes lo bien invertidos que han sido
sus impuestos, empresas ávidas de beneficios, etc. De la misma forma, también
es difícil delimitar en qué momento una investigación sobre un nuevo producto
farmacéutico se convierte en una noticia de interés público. ¿Deben
comunicarse resultados de investigación cuando sólo están en fase experimental
animal? Es difícil llegar a una conclusión respecto a esta cuestión, tanto es
así que normalmente la decisión sobre cuándo y cómo comunicar depende
más de factores organizativos (tales como la existencia o no de un gabinete de
comunicación, del contacto personal del investigador con los medios, los intereses
empresariales de la compañía propietaria de los derechos de comercialización,
etc.) que de criterios basados estrictamente en el beneficio de esta
información para el público.
El anuncio del borrador del genoma humano constituye también un claro
ejemplo de la fina barrera entre ilusión y sensacionalismo. “Hemos aprendido
el idioma con el que Dios creó la vida” , fue por ejemplo una de las frases, pronunciada
por Bill Clinton, más reproducidas por la prensa con ocasión de la
presentación política del genoma. Otras expresiones utilizadas en aquellos días
dan buena cuenta de la creación de expectativas que rodeó a dicho anuncio:
“Permitirá prevenir 6.000 enfermedades hereditarias”, subrayaba El País el
mismo día, o bien “Opening the book of life”, el libro de la vida, como lo tituló
The Times. Un uso exagerado de la hipérbole por parte de las propias fuentes
de información y una estrategia de comunicación de altísimo impacto (en
26 É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A
rueda de prensa internacional y actuando como portavoces los presidentes de
estado de EEUU y Gran Bretaña, junto a los principales investigadores), se
siguieron de una cobertura mediática de iguales dimensiones.
¿Esperanza o expectativas infundadas?, ¿optimismo o sensacionalismo?
3. De la información a la opinión
La búsqueda de objetividad, que distingue a la noticia de la ficción o del
ensayo, es un objetivo inalcanzable en su totalidad. Incluso el concepto de “realidad”
es algo abstracto y difícil de precisar. En el ámbito de la comunicación
social, la subjetividad aparece en todas las dimensiones del proceso informativo:
desde la subjetividad propia del informador, hasta la particular interpretación
que de la noticia hace el público (los públicos). También el medio contribuye
con su propia subjetividad a crear una imagen determinada.
Para intentar limitar al máximo el efecto del “mediador” sobre el “mensaje”
y respetar al máximo la objetividad de los hechos, los medios de calidad
acostumbran a separar claramente la información de la interpretación o la opinión.
¿Qué sucede en el campo de la medicina y la salud?
En este ámbito específico el problema radica en que la información –sobre
todo la referida a la investigación– a menudo carece de significado para el
público general. Los qué, quién, cuándo, dónde y por qué (what, who, when,
where, why) que suelen ser suficientes en otro tipo de información no alcanzan
a explicar el significado real de la noticia cuando se habla de ciencia. En estos
casos a menudo debe recurrirse al para qué o what for (“se presenta el borrador
del genoma humano... ” ¿para qué se ha estudiado?; “se descubre una nueva
vía de actuación de una sustancia...” ¿para qué aplicación se va a utilizar?). El
para qué proporciona la contextualización necesaria para dotar de significado
a muchas informaciones científico-médicas, pero significa también la inclusión
de un juicio, una interpretación, una opinión. Y aquí entramos de nuevo
en otro clásico tema de debate. ¿Debe interferir la opinión con la información?
¿Pueden separarse ambas? ¿Puede darse una información científica sin recurrir
a la opinión, aunque sólo sea por contextualizar las implicaciones del hecho
informado?
Sirva el siguiente ejemplo para ilustrar la impronta de subjetividad que
puede producir la introducción del necesario para qué en una noticia sobre
É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A 27
28 É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A
una investigación científica. La presentación del “primer mono transgénico” es
vista de la siguiente forma en los diarios ABC y El Mundo (12-01-2001): “El
primer mono transgénico acelerará el diseño de nuevas terapias humanas”
titula el ABC, mientras que El Mundo por su parte publica el siguiente titular:
“El primer mono transgénico abre la vía para fabricar seres humanos a la carta”.
Es obvio que el panorama representado por uno u otro diario es claramente
diferente. Así, mientras el lector de ABC pueda llevarse la impresión de que el
experimento en cuestión va a comportar beneficios para la humanidad, es previsible
que el de El Mundo se haya planteado numerosas cuestiones éticas en
torno al animal transgénico. El título de la noticia bien podría haber sido “Se
ha conseguido que nazca y sobreviva un mono transgénico”. Esto es, un título
neutro e informativo. Pero, sin duda, este impecable titular no habría tenido
mucho significado para el lector medio quien difícilmente habría podido averiguar
por sí mismo para qué se realizan modificaciones en el contenido genético
de estos animales. Alguien debe aclarar entonces, cuál es el objetivo que
persigue la ciencia con este tipo de experimentaciones. Y aquí es donde entran
los juicios de valor. ¿Puede mantenerse nítida y clara la barrera entre información
y opinión en materia científica y médica?
4. De la denuncia a la alarma social
Otro aspecto característico de la comunicación médica es el impacto de
determinadas informaciones relativas a la salud pública. Recordemos el cambio
súbito en el consumo de carne que produjeron las noticias sobre las “vacas
locas”; o la demanda pública y vacunación masiva (contra las recomendaciones
de la época) contra la meningitis C, a raíz de la denuncia de un aumento
del número de casos.
Por una parte, debe reconocerse que son numerosos los “escándalos” y
situaciones irregulares en el terreno de la salud que no se habrían conocido (ni
corregido, consecuentemente) si no hubieran intervenido los medios de comunicación.
La denuncia de lo irregular, lo incorrecto, lo que debe ser notificado
a la población general ya que atañe a su salud, es una de las funciones principales
de la prensa.
También los medios han ayudado a que la sociedad conociera la existencia
de nuevas enfermedades y de sus métodos de prevención y control. En este sentido,
el paradigma probablemente lo constituye la información referente al
sida. Una enfermedad revelada y explicada a la sociedad por los medios de
É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A 29
comunicación (evidentemente con todas sus peculiaridades, sus contradicciones,
sus exageraciones, sus estigmatizaciones, etc.). Por no mencionar la
influencia que han tenido los medios en el desarrollo de estrategias y planes
específicos de salud pública para el manejo del sida.
Sin embargo, tal como sucedía cuando hablábamos de ilusión y falsas
expectativas, la barrera entre la denuncia de una situación negativa en el ámbito
de la salud pública y la inducción de una alarma injustificada (si es que
puede justificarse en algún caso) es borrosa y demasiado fácil de franquear en
pro del derecho a la información. El problema es aún mayor si tenemos en
cuenta la tendencia que la propia comunidad científico-médica tiene a presentar
un sistema sanitario de “riesgo cero”, de modo que cualquier denuncia de
una situación negativa, aunque sea habitual, constituye una grave crisis para la
población, quien no está dispuesta a tolerar ningún tipo de fallo del sistema. Y
lo mismo que se aplica al sistema sanitario se puede aplicar también al sistema
de control de los alimentos o a la gestión medioambiental, por citar dos ejemplos
relacionados directamente con la salud.
¿Recuerdan la “epidemia” de hongos intrahospitalarios de 1998? En ese
caso, a raíz de una información en la que se denunciaba la muerte de varios
pacientes en un hospital a consecuencia de una infección nosocomial, los
medios de comunicación de toda la geografía española descubrieron una fuente
importante de noticias. La “epidemia mediática” se propagó en cuestión de
semanas y la población reaccionó con angustia, confusión y alarma. De repente,
el sistema sanitario y hospitalario se había convertido en algo inseguro y
lleno de riesgos. ¿Sabemos informar sobre el riesgo inherente al propio sistema
sanitario?, ¿la información negativa debe ser evitada o bien debería acostumbrarse
a la población a una “cultura del riesgo”?
Otro buen ejemplo de esta situación lo constituyen los brotes de legionelosis
que se detectan año tras año. La alarma y la confusión social parece ser
inversamente proporcional a los esfuerzos por desarrollar una buena política
de comunicación. Una política que no ha de ser de ocultismo y negación de la
realidad, sino todo lo contrario, como demuestra la comparación de los casos
recientes de Alcoy y la Barceloneta (para más información, ver “Salud Pública
y medios de comunicación”, de Antoni Plasencia y Joan Ramón Villalbí en el
Informe Quiral de 2000). Las consecuencias de las políticas de comunicación de
las administraciones responsables son ostensibles. Así mismo, también se pone
claramente de manifiesto las consecuencias de la comunicación llevada a cabo
por parte de los mass media, quienes en definitiva informan, amplían, distor30
É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A
sionan o callan determinados sucesos. ¿Merecen estos sucesos relacionados con
la salud pública un tratamiento especial? ¿Pueden ser tratados como otra noticia
cualquiera, como el resultado de una liga de fútbol, las declaraciones de un
político o el último balance financiero?
Para finalizar, desearía plantearles un último caso. Hace pocos días, un
prestigioso diario catalán publicaba en portada la siguiente noticia: “Los científicos
hallan residuos cancerígenos en el agua del grifo”, y añadía el subtítulo
“El informe concluye que causa 600 muertes anuales en España por cáncer de
vejiga”. Pues bien, esta alarmante noticia, en la que se ponía en tela de juicio
algo tan vital y cotidiano como el agua corriente, no produjo ningún tipo de
reacción dramática en la población. Al parecer, salvo escasas y puntuales reacciones,
la sociedad continuó bebiendo normalmente el agua del suministro
público.
¿Qué fenómeno es capaz de explicar que semejante noticia no ocasione una
situación de crisis en la percepción pública sobre el agua corriente? Sin duda
existen dos explicaciones posibles: 1) la sociedad tiene sus propios sistemas
para descodificar los mensajes que llegan a través de los medios de comunicación
y es menos influenciable de lo que nos podamos figurar a simple vista o
bien 2) los medios de comunicación (o algunos de ellos) han abusado tanto del
sensacionalismo y la alarma injustificada que han perdido credibilidad. Les
dejo a ustedes la reflexión sobre las causas y consecuencias de una u otra explicación.
É T I C A D E L A C O M U N I C A C I Ó N M É D I C A 31
33
DEBATE
34 D E B A T E
Vladimir de Semir. Los dos ponentes han hecho una excelente, y en cierto
modo provocadora, síntesis de las principales cuestiones de este debate. Algunas
de las cosas que aquí se han dicho probablemente no son novedad,muchos
las hemos comentado los unos con los otros. Pero sí quisiéramos que de aquí
saliera una reflexión conjunta, que nos llevara más allá, a contestar las preguntas
que planteaba Gemma Revuelta u otras que puedan surgir. En particular, a
mi personalmente hay algo que me preocupa mucho y que me gustaría que hoy
también habláramos sobre ello. Se trata de la selección de los artículos que
hacen las propias revistas científicas. ¿Es realmente relevante un estudio sobre
el “gen de la infidelidad”? Pongo este ejemplo, de hecho lo pongo a menudo,
porque se trata precisamente de un caso real, de un estudio publicado en
Nature y que tuvo un enorme impacto sobre los medios de comunicación.
¿Acaso no se seleccionó este artículo en lugar de otros por la previsión de su
futuro impacto mediático? Creo que aquí estamos ante una reflexión inicial,
sobre el papel de las revistas científicas, sus objetivos y su funcionamiento real.
Miquel Vilardell. Sobre esto de las revistas que envían los press release, por
ejemplo, ¿quién hace la selección?; no se envía ningún artículo que no haya
pasado el peer review. Por ejemplo en Medicina Clínica desde hace un mes se
envía a los medios de comunicación el sumario de todos los artículos. Es decir
Medicina Clínica, desde hace un mes, publica una primera página en donde
están todos los artículos originales y el comentario de cada uno de ellos y después
se envía todo, y después se envían uno o dos artículos que el comité de
redacción considera probablemente más importantes y esto lo hace probablemente
una persona más experta en llegar a la masa. Seguro que se hace esto que
acabas de decir porque se cree o se considera que no hay el periodista científico
formado; error, porque nuestro país los tiene y me imagino que en todas
partes los hay, pero a veces por el miedo a que no haya un periodismo científico
que entienda la terminología médica, uno intenta hacer una traducción y se
le da más masticada esta información. Y después evidentemente lo que se
busca en las revistas es el impacto social, que salga el nombre de tu revista en
los diarios. Todos miramos al final del año en el Informe Quiral cuántas veces
hemos sido citados en los medios de comunicación, ya me dirás por qué. Probablemente
hay un factor de publicidad, económico, etc. y todo influye.
Vladimir de Semir. Pero pone esto en duda la revisión que publican las
revistas científicas. O sea la revista científica ha caído en la trampa de decir:
¿publico esto porque tendrá un impacto social?
Miquel Vilardell. No, no, no, yo creo que no.
D E B A T E 35
Andreu Segura. Pues seguramente sí, pero eso no es de extrañar porque no
solamente son las revistas, también los programas de investigación persiguen,
a menudo, alcanzar un impacto social en el sentido de influenciar a la comunidad.
¿Por qué se investigan unos problemas y no otros? Pues, entre otras
razones porque se vislumbra algún rendimiento que, en ocasiones, se traduce
en prestigio. Todos tenemos intereses y ya somos mayores para no avergonzarnos
de ello. El problema es que los intereses se escondan, se distorsionen y se
manipulen. Pero que tenga intereses el periodista, como los tiene el investigador
o la industria, pues claro que sí, faltaría más.
Otra cosa es que se respeten las reglas del juego y que no se haga pasar gato
por liebre. Me preocupa más que se enfoque la cuestión como una historia de
buenos y malos, que también lo es, ya que ninguna profesión esta libre de la
delincuencia. Pero a veces hacemos una interpretación un tanto superficial de
la ciencia. Tenemos la idea de que la ciencia es reflejo de la verdad. Lo que,
según como se mire, resulta excesivo. La ciencia es una criatura humana y comparte
las características de muchos otros productos humanos, de manera que
no conviene confundir lo que significa la "evidencia" científica, que es una
forma de aproximación al conocimiento de la realidad y, por lo tanto, una
ayuda racional para comprenderla, con la utilización de la ciencia como una
coartada para legitimar e imponer valores e intereses de los científicos.
Aunque me ha parecido muy valiente la intervención del doctor Vilardell
no acabo de entender su propuesta de la figura de un gestor del conocimiento,
puesto que, como el mismo señalaba, tal gestor podría suplantar, también, al
investigador principal frente a los medios de comunicación.
Finalmente, me ha llamado la atención que Gemma Revuelta dijera que las
consecuencias que provocan las noticias de las que se hacen eco los medios de
comunicación no eran de su incumbencia. La verdad es que no ha dicho literalmente
que no lo fueran, pero con la debida licencia periodística, esa es la
interpretación que he hecho de sus palabras. Precisamente el análisis de las
consecuencias es una de las razones que justifican nuestra presencia aquí y
estoy convencido que estudiarlas es un buen camino para intentar mejorar los
problemas éticos que plantea la comunicación médica.
De todos modos, agradezco mucho el énfasis que ha puesto Gemma
Revuelta en la salud pública, puesto que a pesar del poco peso que la salud
pública tiene en el sistema sanitario, su importancia mediática es mucho
mayor. No sólo porque las raras ocasiones en las que algún responsable políti36
D E B A T E
co ha dimitido ha sido por problemas de salud pública, sino, sobre todo, por la
transcendencia que tiene la comunicación de estos problemas sobre la salud y
el bienestar de las personas y de las poblaciones.
Un ejemplo actual es el de los riesgos para la salud humana derivados de la
enfermedad de las vacas locas y, más concretamente, las consecuencias políticas,
económicas y sociales derivadas de la adopción de unas drásticas medidas
de control, probablemente condicionadas por la percepción social y por los
desatinos en la comunicación pública del riesgo. Unas medidas preventivas
probablemente desproporcionadas a la vista de los hechos. Si les digo, lo cual
es por otra parte bien sabido, que el número de casos de enfermedad de
Creutzfeld-Jakob yatrogénica, es decir atribuible a intervenciones médicas, que
está documentado en la literatura médica es más del doble que los casos registrados
de la nueva variante, asociados a la encefalopatia espongiforme bovina,
no creo que a nadie se le ocurra aconsejar que no vayamos al médico. Conviene,
pues, plantearse estas cuestiones con la máxima serenidad y rigor.
Desgraciadamente, la comprensión del significado de las probabilidades, y
los riesgos son un ejemplo de ellas, es difícil. Incluso a los sanitarios profesionales
nos cuesta entender cabalmente lo que quieren decir unas determinadas
cifras de incidencia, por ejemplo. Aunque los fallecidos hasta el momento por
la encefalopatía atribuible a las vacas locas en todo el mundo sean aproximadamente
los mismos que solo en España se producen por accidentes de tráfico
durante una semana santa. Cada día mueren en España unas mil personas pero
pocos lo tienen en cuenta para relativizar la importancia de un problema concreto
de salud.
Óscar Vilarroya.Mi intención es contestar las preguntas que ha planteado
Gemma Revuelta porque son las que tenía en mente cuando venía hacia aquí,
y porque me parecen básicas. Dejénme empezar por la segunda pregunta [¿es
diferente la información de salud?] respondería que sí, que las noticias de salud
tiene un tratamiento diferente, debido a varias razones. Unas ya se han apuntado,
pero quisiera insistir en ellas. Me refiero al conjunto de intereses que
rodean al comunicador de la noticia, o al que la transmite, y que corresponden
a los intereses de las compañías farmacéuticas, los de las instituciones que realizan
las investigaciones, los de las revistas que publican y necesitan un impacto
más importante, los de los investigadores que compiten por los fondos, y los
de los ciudadanos. En efecto, el ciudadano, por ejemplo, considera cada vez
más que su salud no es un don, sino que es un derecho, y que tiene el derecho
de exigir información, de que se le dé respuesta concreta a sus problemas. AsiD
E B A T E 37
mismo, tenemos los intereses de los propietarios de los medios de comunicación,
como menciona Vladimir de Semir en algunos de los artículos que nos
han pasado de referencia; estos grandes grupos que cada vez más tienen mayor
influencia sobre lo que se ha de decir, cómo se ha de decir, y cómo se ha de
reproducir en la sociedad. Esta dinámica, que seguramente se parece a otras
dinámicas en los campos de otras secciones de los periódicos y de otros medios
de comunicación, influye de manera decisiva sobre el tratamiento de la información
de salud y, por tanto, merece un tratamiento diferente. De momento es
así.
En cuanto a la tercera la pregunta que ha formulado Gemma Revuelta [en
qué es diferente la noticia de salud] tenemos varias características específicas
que definen las noticias de salud. En primer lugar, un gran analfabetismo científico
y médico. Lo que la gente sabe es mucho menos de lo que suponemos,
aunque esto tiene una contrapartida positiva, y es que la gente tiene mucho
más sentido común del que nos esperamos. Muchísimo más; por eso la gente
sigue bebiendo agua del grifo. Con referencia a este asunto, sacaré a colación
un estudio de The Lancet en que se mostraba un análisis de la reacción de los
pacientes oncológicos a las informaciones periodísticas que sobre la terapia
anticancerosa del médico Di Bella se publicaron en Italia en el año 1998. Y lo
que me sorprendió positivamente, y no negativamente como señalaban los
investigadores, es que únicamente en el 50% aumentó la esperanza de curación.
Por otro lado, más del 50%, consideraba que, a pesar de la posibilidad de
esa nueva terapia, debía seguir haciendo caso de sus oncólogos particulares. Y
esto lo dicen pacientes oncológicos, es decir, aquellos que tratan directamente
con la muerte. A mí me parece sorprendente el sentido común que muestra
esta gente.
Una segunda característica de noticias de salud es que los periodistas están
más preparados científicamente, y los científicos más orientados a la sociedad.
Y esto el lector también lo tiene en cuenta.
Una tercera característica que define a las noticias de salud de hoy en día
tiene que ver con lo que diría, por defecto profesional, el ámbito cognitivo de
la información de salud. Me refiero a que la importancia que ha adquirido la
información de salud y de ciencia en los últimos veinticinco años presenta un
rasgo que va más allá de los “valores noticia” a los que se ha referido Gemma
Revuelta, y que es un valor nuevo. Aparte de que la noticia científica innove,
sea cercana, se dirija a las emociones, tenga cierta relevancia personal, la ciencia
empieza a ser capaz de responder a preguntas que siempre nos hemos for38
D E B A T E
mulado. Pongamos el caso que nos presenta Vladimir de Semir en su artículo.
La mujer que llama a un programa de televisión y dice: “a mí me es igual de lo
que estén hablando, pero esto del genoma, ¿me solucionará el problema de mi
hija o no me lo solucionará?”; ésta es la cuestión, y éste es el tipo de cuestiones
que la ciencia responde cada vez más precisamente.Una noticia puede ser noticia
porque dice algo de nuevo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la
gente no quería saber que las Torres Gemelas se habían desplomado. La gente
no sabía que tenía que saber eso. En cambio, con las noticias de ciencia y de
salud, la gente sí que sabe lo que quiere saber.Y lo que la gente quiere saber está
en muchas ocasiones relacionado con problemas de ciencia y salud. Y como sea
que la ciencia empieza a responder a estas preguntas, la importancia de las
noticias de salud y ciencia aumenta. Y ser sensible a este rasgo es importante,
porque si se cree que la gente se interesa por las noticias de ciencia y salud
como se interesa por las noticias generales, nos confundiremos. La gente quiere
que le contesten a sus dudas mucho más que saber qué es lo que sucede en
el mundo científico. Es en esta confusión que se crea el problema de la transmisión
de las noticias de salud, en su representación, y en su recontextualización.
Para explicar mejor a lo que me refiero, utilizaré una analogía a partir de
un titular de La Vanguardia que decía: “el mundo entra en una nueva era tras
hallar el mapa de genoma humano”. Para interpretar el valor de esta noticia, y
la dificultad de transmitir esta noticia, me preguntaba qué pasaría si en los
años sesenta hubiera salido un titular que dijera: “el novelista García Márquez
ha inventado un mundo de ficción que va a cambiar el rumbo de la literatura”
u otro que dijera,“en su último libro Chomsky va a cambiar el concepto de lenguaje
que tenemos desde hace siglos”. Es decir, el conocimiento a secas no es
información, sino que se necesita algo más. De ahí la diferencia entre dar respuestas
concretas a preguntas y, digamos, a dar el conocimiento a secas.
Para acabar, un comentario sobre la primera pregunta, a saber, si la salud y
la medicina merecen un lugar aparte en la ética de la comunicación. En mi opinión,
la ética es una especie de secreción, de consecuencia, de una constitución
humana determinada. Si una persona es constitutivamente inética, creo que es
muy difícil ponerle unas gotas en el agua y que se vuelva ética. Por eso pienso
que la ética debe venir como consecuencia de construir mejores personas,
mejores periodistas, mejores científicos y, a lo sumo, de constreñir, mediante
restricciones externas, la manera de transmitir la información científica.
Xavier Carné. Intentaré ser breve. En estos debates la gente siempre tiende
a alargarse mucho y ligando lo que ha dicho Óscar Vilarroya y circunscribiénD
E B A T E 39
dolo al ámbito que conozco, la farmacología, nuevos medicamentos y en el
mundo en que más me muevo, que es el del registro de medicamento, siempre
con colegas que trabajamos discutiendo si tal o cual medicamento se ha de
poner en el mercado y en qué condiciones. Siempre nos hemos planteado y lo
hemos discutido muchas veces que en unas determinadas circunstancias una
noticia médica no puede existir, no es noticia y ahora me explicaré.
Respecto al conocimiento médico yo dividiría el conocimiento en ciencia
básica y ciencia aplicada. La ciencia básica es: se ha encontrado una nueva proteína
que modifica... bien puede ser una noticia, no me meteré. En ciencia aplicada
habría dos ámbitos: métodos diagnósticos y métodos curativos, medicamentos.
Y en el mundo de la noticia del medicamento habría dos aspectos,
simplificando mucho: aspectos positivos (tal medicamento cura tal enfermedad,
o mejora tal enfermedad); o tal medicamento provoca un desastre y se ha
de retirar. En el ámbito de noticias de medicamentos positivos es imposible
que nunca haya una noticia, yo diría en términos radicales. Nunca se puede
decir nunca diré nunca. Yo diría que es imposible que nunca en una noticia en
primera plana en La Vanguardia o en cualquier diario sea relativa a un nuevo
avance en el campo del medicamento. ¿Por qué? Porque los adelantos, y lo
hemos dicho muchas veces, son a pequeños pasos con muchos matices, en subgrupos
de población, en determinadas circunstancias, etc. Los matices son
siempre tan grandes y los efectos son siempre tan relativos que esto no es
nunca nuevo ni novedoso, ni por tanto noticiable en primera plana. Yo creo
que muchas veces estamos tentados, la gente que trabajamos en los registros,
de decir a los periodistas: señores, hagan un pacto y lleguen a la conclusión de
que nunca en portada se puede poner nada de ningún beneficio de ningún
medicamento en la historia de la humanidad, porque no existirá. Si esto sale,
es mentira seguro. Éste es el pacto que yo quisiera hacer porque creo que se
puede hacer, porque es muy probable lo que estoy diciendo. Quizás algún día
alguien me desmentirá pero creo que no. Ni el Viagra es noticia, porque se ha
de matizar tanto quién puede tomar Viagra; y Viagra tiene todos los componentes
de morbo de la noticia, lo del sexo era importante, pero ni con el Viagra
es primera plana. Es que no me imagino la circunstancia en que lo es.
Antoni Plasencia. En esta reunión la palabra ética todos la tenemos presente,
pero seguramente desde ámbitos profesionales muy diversos. Creo que
es importante, y aquí se ha puesto de manifiesto, hablar desde la lógica de los
grupos de interés. Aquí se ha dicho repetidamente que estamos hablando de
grupos de interés. Esto es una buena noticia, que así lo reconozcamos, creo que
40 D E B A T E
es una señal de sociedad democrática y el reconocimiento de que la información,
entre otras la médica y la sanitaria, es materia económica y social. Por lo
tanto, desde esta perspectiva ética, yo no sé exactamente cómo cada grupo de
interés ha de hacer frente a esta situación y a este reconocimiento. Pero sí que
hay un aspecto que entiendo que es un elemento de la ética, que es el de la
transparencia, y que algunos de estos grupos de interés, concretamente las
revistas biomédicas o algunas revistas biomédicas, yo diría un número creciente,
están asumiendo y están haciendo público. Es la transparencia respecto
a lo que hacen, por qué lo hacen y cómo lo hacen, y esto tiene que ver con objetivos,
procesos, productos, etc.
Por lo tanto uno de los debates es, en primer lugar entre, qué quiere decir
transparencia y su definición y su comunicación al resto de los grupos de interés
por parte de cada grupo de interés. Y el segundo aspecto: hay elementos
comunes en cada grupo de interés de esta transparencia entre los diversos
colectivos. Las revistas biomédicas, antes Miquel Vilardell hacia referencia a
ello, hacen permanentemente un esfuerzo para enseñar, con éxito variable,
cuáles son los potenciales conflictos de interés que puedan haber, y una serie
de aspectos con la información producida. Yo diría que algunas autoridades
sanitarias también están haciendo un esfuerzo, con éxito variable, precisamente
para basar parte de lo que comunican, de su esfuerzo, en la transparencia. Es
el caso de La Barceloneta y la Legionella. Yo soy parte implicada y probablemente
tengo parte de sesgos, pero precisamente creo que fue un esfuerzo de
transparencia que llevó a éxitos. Sin que esto sea un ataque, creo que los
medios de comunicación también han de entrar en esta foto del esfuerzo de la
transparencia. Antes se hablaba de los trialometanos, el titular que se ha enseñado
sólo es un titular de entre tres días de titulares con tres páginas cada día
y con un editorial.No sé si el lector de la calle se lee los editoriales más o menos
o los titulares, etc., pero era un editorial con una orientación muy diferente de
la que se desarrollaba después dentro del diario. Esto me hace pensar e insistir
en la importancia de que al menos cada grupo de interés trabaje y haga posible
estos aspectos vinculados a la transparencia de cómo y por qué hace algunas
cosas.
Jordi Camí. Mi afirmación es que por ahora no soy demasiado optimista
en que se pueda llegar a tener una ética desde el punto de vista formal de la
comunicación médica de acuerdo con aquello que yo creo que entendemos,
como es la disposición de unos valores y unas reglas del juego. No soy muy
optimista. Probablemente si se pudiera medir en cantidad, pienso que hay poca
D E B A T E 41
y se ha de construir mucha; habrá de diversas y probablemente estaremos
mucho tiempo en un juego de conflictos entre sí, lo cual insisto me hace ser
poco optimista y por tanto dudo de un éxito a corto plazo y ahora intentaré
justificar el por qué.
Este maridaje irreversible entre los medios de comunicación y las revistas
biomédicas. Las revistas biomédicas arrastran indirectamente a los científicos
y a los médicos. Y ahora quiero dejar aparte el mundo de la comunicación
médica en sentido más amplio, Internet, en la población. Quiero circunscribirme
aquí. Este maridaje irreversible, insisto, entre medios de comunicación
y las revistas biomédicas creo que recoge lo peor de experiencias o realidades
anteriores de maridajes en otros ámbitos y además creo que es muy contradictorio,
porque esta transparencia de que hablaba Antonio Plasencia, que se está
pidiendo por un lado en relación con sus autores y en sus vinculaciones con la
industria sanitaria por lo que se refiere a la neutralidad de los diseños de los
experimentos y la opinión sobre las conclusiones, para mí es contradictoria
con el juego en que han entrado de relaciones con los medios de comunicación,
vinculado a vender más y a tener cada vez más influencia. De las decenas
de miles de revistas que hay, de los millones de trabajos que se publican mensualmente,
hay dieciocho revistas que son el núcleo duro, las que tienen la
influencia principal y las que han inventado todos estos sistemas.
Soy poco optimista porque creo que este maridaje, que es irreversible, recoge
dos experiencias anteriores que ya son muy complejas. Una es la relación
médicos, facultativos e industria farmacéutica. Ya lleva mucho tiempo funcionando;
ya sabemos que de aquí nace el análisis de nuestro mundo, de lo que
son los conflictos de intereses, no solamente los ideológicos, sino también los
económicos, y aquí hemos ido aprendiendo que es un tema muy complicado.
Este maridaje hace que el interés principal que debería ser la honestidad en el
experimento etc., esté muy afectado por intereses secundarios como son los
económicos, etc. Pero hay otra experiencia que yo creo que también recoge este
maridaje de revistas biomédicas y medios de comunicación irreversible, a la
que yo doy mucha más importancia: la relación entre clase política y medios
de comunicación. Conozco poco acerca de esta relación pero sé que hoy es fundamental,
sé que hoy es consustancial y la práctica política no funciona, no se
entiende, si no es en relación con los medios de comunicación. Yo no soy estudioso
de esto, pero de la misma manera que unas acciones como decía Gemma
Revuelta, de una industria farmacéutica pueden subir o bajar en función de
una noticia, no de La Vanguardia, por favor, sino del New York Times, también
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las acciones de un político suben o bajan en función de cómo trabaja, cómo se
trabaja aquel nombre en relación con los medios de comunicación. De la
misma manera que los políticos lo primero que hacen, lo que les interesa más,
aparte de que nadie les ocasione problemas, es saber la revista de prensa y si
pueden saber aquello que saldrá a los medios de comunicación los próximos
días, en el entorno de las revistas biomédicas y de los lobbies científicos está
pasando lo mismo. Es decir, se están estableciendo unas relaciones que yo creo
que hacen que sea complicado mantener la objetividad y no digamos la independencia.
Se están creando nuevas dependencias perversas, nuevos escenarios
de relación, y esto en un momento en el cual afortunadamente la sociedad
culta o la que lee cada vez más pide opinar, participar, afortunadamente esto
tiene mucho que ver en unos momentos en los cuales muchos sectores de la
sociedad quieren dar su opinión. Se ha instalado definitivamente la crisis de
confianza que creo que no es grave entre lo que es ciencia y sociedad, medicina
y sociedad, al menos en la sociedad en la cual estamos nosotros. Por lo tanto
yo dudo que se hagan muchos deberes a corto plazo. Creo que tiene mucha
importancia que los diferentes sectores profesionales se doten de sus propias
reglas del juego y allí introduzcan valores y por tanto puedan defender una
ética a, b, o c. Creo que éste es el mecanismo, e insisto, dudo de la relación que
para mí es mi referente, entre políticos y medios de comunicación. Ya se está
viendo que más bien la cosa empeora más que mejora.
Quiero acabar comentando el ejemplo del agua del grifo. Cambiamos un
poco de tema, pero para mí es el paradigma, el ejemplo, y ahora aquí me oirás
Vladimir también. Vayamos por orden; yo creo que no pasa nada después de
una noticia como: “los científicos hallan residuos cancerígenos en el agua del
grifo”.Me la sé de memoria, no pasa nada después de una portada de este tipo
por dos motivos. Uno lo he de decir pero no tengo pruebas y es que quizás la
credibilidad de las portadas de este diario ya está muy baja, pero seguro que los
medios de comunicación en su sentido más amplio que son muy responsables,
creo que están bastante resentidos. Yo creo que durante las primeras 24-48
horas trabajan muy bien; es cuestión de escuchar las radios, los líderes de opinión
de la radio y en estos plazos acostumbran a informarse mejor, a examinar
el panorama, a tener consultores que son periodistas especializados en ciencias
y a reconducir en cuestión de 24-48 horas cualquiera de estas noticias alarma.
Recuerdo una del diario Eco que decía: “la contaminación mata”. La has de
poner como ejemplo y lo deberíamos de discutir, y creo que como trabajo este
tema del agua del grifo ha de continuar como Toni Plasencia ha dicho muy
bien con el editorial y dos o tres días después, porque creo que es un bloque no
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se puede dejar. E insisto en que soy pesimista porque ahora explicaré mi versión,
la mía con información similar a la que tiene según parece la OTAN sobre
Bin Laden pero que no pueden decir, con relación a cómo creo que fue este
tema del agua del grifo, porque ésta es la historia de un periodista que respeto,
ensimismado en una anécdota y que, sin que él se haya dado cuenta, es instrumentalizado
por una serie de núcleos influyentes de poderes económicos.
Mientras tanto los científicos, digámoslo así, responsables o propietarios de la
generación de la noticia fracasan estrepitosamente en poner orden en este lío
que duró cuatro días afortunadamente.
Hace más de año, en Medicina Clínica, por lo tanto conociendo al científico
era una información que él consideraba de consumo doméstico en España,
no de relevancia internacional, publica un trabajo suficientemente interesante
como para que en el Institut Municipal de Salut Pública poco tiempo después
se haga un debate público respecto a cómo irá el día en que estos productos
sean catalogados de productos, de procurar que no haya tantos, etc. A este acto
público, que se produjo hace más de un año, asistieron periodistas. Algunos de
ellos le explicaron al protagonista esto; hace 4 meses ya daba vueltas por el Instituto
Municipal de Investigación Médica discutiendo con el investigador una
noticia que a él le tenía obsesionado. Lo explica a la empresa, le encargan que
trabaje más fondo en este tema pero ya decidirán en qué momento este tema
se exteriorizará. Le dan la orden del comité central a finales de verano: urgencia
absoluta en recuperar el contenido de la noticia. El investigador, yo creo que
tuvo la mala fortuna de no redactar bien una frase, sólo una frase, la cual decía
que estos trialometanos entran, podrían explicar, tienen algo que ver, entran en
la lista de los factores de riesgo que se asocian probablemente en un 20 % de
los casos de cáncer de vejiga en Cataluña y este 20 % son 600 personas. Aquí es
donde el periodista queda ensimismado con la anécdota y el científico no sabe
salirse (le hace docencia, clases, horas), no sabe salirse enganchado con los 600
muertos, porque hay otra portada que dice: “el agua del grifo causa 600 muertes
al año”. Ésta es la razón de ser del periodista. En realidad es que, por la información
que sabemos, como esto iba en paralelo con una demostración de que
la compañía de aguas, que no diré el nombre, depura muy bien, trabaja muy
bien y quedaba muy bien. Después tenemos información de que a la empresa
que no tiene nada que ver con los medios le convino mucho, de acuerdo probablemente
con la patronal del agua, que saliera esta noticia de la forma que
salió para empezar a crear ambiente indirecto para una futura subida de los
precios del agua que estará fundamentada en la necesidad de una optimización
de la depuración. Éste el paradigma. Es igual, podéis no creerme, pero en el
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Ayuntamiento hubo una reunión de emergencia y alguien pensaba que esto
estaba relacionado con la campaña del trasvase del Ebro.Nada de todo esto; los
precios del agua. Pero yo creo que esto es un poco, ya que habéis insistido
tanto, el ejemplo, el paradigma de que no soy demasiado optimista en que se
pueda hacer una ética de la comunicación médica como tal en el sentido formal,
y creo que más bien se habrá de trabajar por vías diferentes.
Francesc González Ledesma. Estoy aprendiendo mucho y la mayoría de
Ustedes son grandes especialistas en medicina y responsables de publicaciones
científicas a las que yo no llego, pero me permitiré hablar un poco a nivel de
periodista de la calle, es decir del nivel usuario y del último destinatario de las
noticias médicas. Yo creo que, efectivamente, como se ha puesto de manifiesto
en este gráfico, las noticias médicas cada día tienen más interés, y tienen más
interés primero porque el derecho a la salud es un derecho, no es un obsequio
que nos haga la Administración y porque las noticias médicas interesan cada
día más a las personas que están enfermas. Porque el enfermo fundamentalmente
busca una cosa, busca esperanza, y las noticias que le den un rayo de
esperanza para él son importantísimas. A mí particularmente me ha interesado
mucho lo que dicho Gemma Revuelta, de esta noticia del New York Times
que yo supongo que está redactada con mala fe, porque la palabra ratones que
sale como última palabra, habría de salir la primera y porque quizás había intereses
económicos por detrás.
Yo digo que verdaderamente cualquier noticia que pueda suscitar falsas
esperanzas y sobre todo si hay un interés económico por detrás es una noticia
absolutamente peligrosa en la cual la ética periodística tiene mucho que decir.
Yo os querría explicar un poco, casi todos lo sabéis, pero os querría explicar un
poco cómo circulan las noticias hasta llegar al usuario. Normalmente cuando
llega una noticia científica a un diario, lo primera que encontramos es una falta
de especialización del redactor. El Vladi, permitídme que le llame así, porque
muchos años de compañerismo me lo permiten y porque se le conoce así cariñosamente
en todas partes en donde trabaja, nos ha hablado de que se esté
haciendo una labor de formación periodística entorno a la ciencia. Yo creo que
esta labor es muy meritoria, hace mucha falta, pero de momento en las redacciones
por lo general cuando llega una noticia científica la recibe una persona
que en general está poco preparada y esto hace que la valoración pueda ser un
poco peligrosa.
La segunda cosa es la prisa. Efectivamente en los medios de comunicación
la prisa existe, no es un tópico. Todos los que hemos vivido en un diario sabeD
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mos que cuando llega la hora de cierre las actitudes cambian, las órdenes son
más perentorias y en consecuencia la reflexión disminuye. Yo he vivido situaciones
de mucha intensidad cuando el jefe de imprenta por ejemplo decía: ya
es hora de cerrar, y cada vez lo decía con voz más fuerte y cada vez se producía
en él un fenómeno científico muy curioso que es que sacaba espuma por la
boca. Entonces, cuando te encuentras en una situación así, el nivel de reflexión
disminuye, disminuye bastante y acaba la cosa diciendo: bueno, es hora de
cerrar, a ver qué coño pasa con esta noticia del cáncer. En consecuencia, el
redactor tiene muy pocas posibilidades de reflexionar sobre esta noticia y tiene
una fuerte tendencia a darla rápidamente para que salga; éste es el primer peligro.
Y creo que es bastante inevitable.
La segunda cosa es que el diario busca -hemos visto algunos ejemplos- titulares
que llamen fuertemente la atención, es decir que enganchen y atraigan al
público. Evidentemente todos los titulares que hemos visto tenían un fuerte
impacto para atraer al público, pero su verdad científica parecía muy escasa o
parecía poco estudiada. Si un diario, por ejemplo, llega a la conclusión lejana
de que la actividad sexual puede mejorar o ayudar a curar el cáncer, sin duda
la noticia será interesante para mucha gente y quizás suscitará un gran entusiasmo
público, pero de hecho no será más que una noticia llamativa, que quiere
llamar la atención del público. Yo creo que aquí se ha hablado de que ha de
existir una ética del periodismo. Ustedes ya lo saben pero lo repito, esta necesidad
ética del periodismo tiene un instrumento que es el Consell de la Informació
de Catalunya, el cual momentáneamente presido. Una de las cosas que
quisiera decir aquí -si puede ser una conclusión lo agradecería mucho- que es
que el Consell de la Informació de Catalunya no tiene potestad sancionadora
ni la queremos tener, pero quisiéramos pedir que el diario al cual nosotros se
lo requiriésemos estuviera obligado a rectificar. Porque, por ejemplo, una noticia
sobre el cáncer que sea inexacta o una noticia sobre la sanidad del agua que
sea inexacta pueden producir una gran alarma pública, una gran alarma social,
y en consecuencia haría falta que fuera rectificada. Pido si puede llegar a ser
esto una conclusión; lo agradeceríamos muchísimo.
Y por otra parte una matización. Hay dos clases de noticias científicas. Hay
unas noticias que no afectan a la salud del público porque son noticias científicas
en sí, a largo plazo, y en consecuencia yo creo que la necesidad de rectificación
es más pequeña.Yo recuerdo que hay una anécdota de un señor, un geólogo,
que decía, hablando de una era de la tierra: "hace 4 o 5 millones de
años..." y un oyente le dijo, "exacto". Cuando se trata de una cosa así, que no
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viene de un millón de años, no hace falta rectificar. Pero cuando se trata de una
noticia que dice que se pueden curar enfermedades muy comunes, o muy normales
o que muchos padecemos, yo creo que sí que se ha de rectificar; insisto
en este tema.
Y por otra parte, permitídme que acabe con una cosa que quizás puede ser
de utilidad. La Conselleria de Sanitat de la Generalitat reúne a un grupo de personas
de profesiones variadas, personas indeterminadas que quizás siguiendo
esta doctrina norteamericana de que en los grandes consejos de administración
también tiene que estar el ascensorista, un recepcionista, porque a veces
saben problemas que los científicos no saben. Se reúnen una serie de personas
que pueden opinar sobre la sanidad pública. Y una de las propuestas que se ha
hecho allí -yo también agradecería mucho que esto pudiera llegar a ser una
conclusión- es que las autoridades sanitarias de Cataluña, no los políticos, porque
los políticos tienen una fuerte tendencia a decir que todo va bien sino las
autoridades sanitarias de Cataluña, hicieran de vez en cuando algunas ruedas
de prensa informativas a las cuales los periodistas sin duda asistirían, y en los
cuales se hablase de los grandes temas. Por ejemplo, no se ha hablado más de
las vacas locas, ha quedado una incertidumbre tremenda; no se ha hablado más
de la Legionella; no sabemos exactamente qué es lo que puede pasar. No se ha
hablado más de las facultades curativas que puede tener el estudio del genoma
humano. Sería muy conveniente que en alguna rueda de prensa promovida por
científicos fuera requerida la prensa que sin duda se haría eco de aquello, porque
la prensa no es sabia pero puede transmitir la voz de los sabios. Muchas
gracias por su atención.
Victoria Camps. Yo quería retomar la pregunta de Gemma Revuelta de si
existe una ética específica de la ciencia de la comunicación médica que me parece
que es una pregunta muy audaz.Yo, cuando la he oído de entrada habría dicho
que no, que la ética es para todo el mundo y no hay éticas específicas de nada.
Como decía Óscar Vilarroya, creo que la ética no es como una píldora que
se pone en el agua y nos hace cambiar de actitud, sino que quizás la ética consista
en preguntar qué es ser un buen profesional. Cómo una persona ha de
hacer bien su profesión. Y aquí entramos en un ámbito de análisis mucho más
amplio, mucho más extenso, de cosas que a mí me parece nos pueden llevar
por lo menos a tener más conciencia de qué es lo que deberíamos perfeccionar.
En primer lugar, ¿hay una ética específica de la comunicación médica?
Quizá debiéramos preguntarnos algo más concreto: si estamos utilizando bien
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o estamos entendiendo bien lo que significa la palabra informar. Creo que la
entendemos de una manera muy simple. Hay una serie de filósofos del lenguaje
que han hablado de los llamados “actos lingüísticos” y nos dicen que cuando
actuamos lingüísticamente, es decir, cuando informamos, por ejemplo, lo
que hemos de ver es con qué intención informamos. Y la intención que tiene
que ver con la audiencia, es importante. Cuando se informa no siempre se está
informando para el mismo tipo de gente. Siguiendo con esta idea, pienso que
la comunicación médica, no la científica en general, sino la comunicación
médica ha de tener una intención específica, porque va dirigida a la mayoría
del público y de una manera muy especial. Es un poco como hablar de la ética
de la comunicación dirigida a la infancia, en la televisión por ejemplo. ¿Por qué
nos preocupa más que otro tipo de comunicación? Porque va dirigida a un
público que es más frágil, es más vulnerable, es más débil y ha de ser educado.
Sería importante, pues, al analizar la información, ver cuál es la intención
de la información, que no siempre es la misma, ni siempre es una; puede tener
subintenciones muy diversas. Y en este sentido, me interesa recoger otra cosa.
No sé quién ha hablado de que magnificamos el ideal de la verdad, lo cual tiene
que ver con la información y tiene que ver con los códigos deontológicos de la
comunicación y del periodismo. Nos parece que la buena información es la
información que es contrastable, es decir, aquella información que informa
sobre hechos que son veraces. Decía Xavier Carné hace un momento que no es
posible dar ninguna noticia porque no hay noticias que sean información realmente
verídica sobre nada, siempre hay matices, siempre hay cosas que se dejan
de decir; no existe la información veraz.
¿Por qué no nos planteamos otra cuestión? La información que toca materias
delicadas –las materias que llamamos “sensibles”– es una información que
debería ser formativa, un concepto que concretamente a los periodistas les da
mucho miedo, porque estamos en un mundo de expertos donde a cada cual se
le atribuye una función y la educación parece ser sólo función de los pedagogos,
de los profesores, de los maestros, de los padres y de las madres, pero no
es la función del resto de la sociedad. En cambio sí es verdad que la palabra
información incluye la palabra formación que tiene la misma raíz, es verdad
que a través de la comunicación y sobre todo a través de la información se está
formando o deformando. El objetivo de formar, la intención de formar, sobre
todo en materias que son más delicadas y afectan mucho a las personas, creo
que es más importante que el pensar si la información es veraz o no es veraz.
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Porque veraz no lo será nunca, no se puede contrastar nunca finalmente y
totalmente una información, pero sí se ha de pensar y se puede pensar de qué
manera aquello está formando o deformando a la audiencia.
Hay otra cuestión que creo que éticamente también es importante y que ya
se ha señalado: la de las noticias que crean alarma social y que entran en conflicto
con otros valores como es el valor de la transparencia. Sin duda, el público
tiene derecho a ser informado. Pero hay maneras de dar la información que
pueden crear una alarma contraproducente. Es contraproducente señalar peligros
que aún no se pueden combatir o problemas que carecen de solución.
Para acabar con el tema de la intención implícita en la información. Aquí
se ha hablado de las listas de espera y los enfermos del corazón. ¿Cuál era la
intención de la noticia: hacer ver que había un problema de muertes por causa
de las listas de espera o protestar simplemente por una situación de inferioridad
de no estar suficientemente atendido? Creo que hay que plantearse hasta
qué punto cualquier medio sirve para conseguir un fin determinado. Ésta es
también una cuestión ética.
Y finalmente otra cosa respecto a la credibilidad. Se ha contrastado la credibilidad
de los medios de comunicación con el impacto que buscan, y el
impacto que buscan va en contra de esta credibilidad. Un impacto social, un
impacto económico, la lucha de intereses, todo esto va en contra de la credibilidad.
Yo aquí creo que deberíamos ser muy sinceros y preguntar si realmente
la credibilidad interesa, es decir, ¿se busca la credibilidad o no? O es igual la credibilidad,
es más importante el interés económico, el interés político que la credibilidad.
Es verdad que la gente tiene mucho más sentido común de lo que
pensamos; es verdad que la gente que lee es una gente culta y la gente culta es
más crítica y es más desconfiada. Con los medios de comunicación en general
puede pasar lo que pasa con la publicidad: la publicidad no informa solamente,
la publicidad tiene otro objetivo que es persuadir, es convencer para vender
un producto. Nadie cree que lo que dice un anuncio publicitario es cierto. La
intención no es decir la verdad, sino vender. El objetivo de la información ¿ha
de ser éste? y ¿la comunicación finalmente renunciará a la credibilidad porque
los otros intereses son más fuertes?
Ramon Bayés. El tema que nos ocupa es complejo; son muchos los elementos
de reflexión que están proporcionando las ponencias y las intervenciones,
y es realmente difícil seguir el hilo del debate, proporcionar respuestas y
hacerse preguntas que sean capaces de aumentar la claridad de los numerosos
D E B A T E 49
problemas planteados. Lo que pienso hacer con mi intervención es comentar
brevemente algunos aspectos que me han interesado de forma especial.
Empezaré por algo que ha mencionado Miquel Vilardell al comienzo de su
intervención: el principio ético de no maleficencia. Personalmente, creo que,
como el ponente ha sugerido, en él podemos encontrar un punto de partida
común para profesionales de la salud y periodistas. ¿Se plantean los periodistas,
sistemáticamente, antes de informar, cómo comunicar sus contenidos y
mensajes de forma no maleficente; es decir, de manera que no dañen, o dañen
lo menos posible, al público al que se dirigen?
En las noticias que pueden afectar emocionalmente a muchas personas
–enfermos oncológicos, enfermos de Alzheimer, personas infectadas por el
VIH, etc.– ¿hasta que punto algunos periodistas son conscientes del impacto
negativo que una noticia insuficientemente contrastada, o de un titular excesivo,
puede causar a sus lectores, radioescuchas o televidentes? Si un planteamiento
previo del principio de no-maleficencia se generalizara entre los periodistas
y se convirtiera en hábito, sin duda se traduciría en cambios positivos
para la salud mental de la población. El coste en sufrimiento humano de un
mensaje erróneo, falso o maquillado sobre enfermedades graves puede ser
enorme.
Creo que el aspecto que acabo de mencionar también se relaciona directamente
con las intervenciones de Francesc González o de Victoria Camps.
Otro punto sobre el que me gustaría decir algo se refiere al propio proceso
de comunicación. Una cosa es lo que se emite y otra lo que se recibe. Y, posiblemente,
sea esto último lo verdaderamente importante. Tal vez haría falta
disponer no sólo de un observatorio de lo que se dice sino también de otro
sobre lo que el público entiende. Lo cual supondría la existencia de una red de
usuarios representativa de la población –o, en algún caso, de expertos en el
tema de que se trate– que, frente a una noticia, pudiera ser consultada, quizás
a través del correo electrónico, de forma inmediata.
Vladimir de Semir, por su parte, ha hablado del “fast thinking”. Creo que
los avances tecnológicos facilitan cada vez más la expansión de este fenómeno.
El peligro, desde un punto de vista psicológico, es elevado pues el esfuerzo
inmediato tiene efectos muy poderosos sobre el comportamiento humano al
facilitar el establecimiento de pautas de conducta que implican una disminución
futura de los tiempos de reflexión y del ejercicio responsable de la libertad
de elección.
50 D E B A T E
Otro tema: al mencionar Gemma Revuelta la historia del New York Times,
se ha hablado de la credibilidad de esta fuente. En este aspecto, sería interesante
conocer si la periodista o las personas que sabían que el periódico iba a
publicar la noticia compraron acciones de la empresa farmacéutica el día anterior.
En este caso, se trataría de un caso aislado de un mal uso de información
privilegiada y de condenable praxis profesional.
Jordi Camí ha mencionado también otro tipo de presión, la de los grandes
intereses políticos. Y en este punto, creo que, en algunas ocasiones, la magnitud
de los árboles mostrados por los medios de comunicación quizás no nos
dejen ver el bosque que nos interesa. Un caso concreto de gran resonancia
pública y mediática: el trasvase del agua del Ebro. Al comparar las ventajas e
inconvenientes de dicho trasvase con la traída de aguas del Ródano para abastecer
a la ciudad de Barcelona, se ha hablado de caudales, de costes, de posibles
daños ecológicos, etc. Per, que yo recuerde, no se ha incidido –o, por lo menos,
se ha incidido poco– en una comparación de la calidad de las dos aguas que
deberían beber en el futuro los barceloneses. Hace años, me dijeron que las
aguas del Ródano se encontraban muy contaminadas por metales pesados, en
especial mercurio. ¿Es esto cierto? ¿Por qué en una obra pública de esta magnitud
y trascendencia, los periodistas –ya que no lo hacen los políticos– no
colocan en primer término las características de un tipo de producto que
puede afectar, positiva o negativamente, a medio o largo plazo, a la salud de
millones de consumidores?
Finalmente, dentro de la comunicación, creo que existen dos niveles: unos
es el de la transmisión de informaciones que, por sus características, exigen la
inmediatez y en las que existen grandes dificultades reales de contrastación.
Posiblemente, de éstas, en el campo de la salud, hay pocas. El segundo nivel se
refiere a aquellas otras en las que el periodista dispone de un tiempo para reflexionar,
revisar, verificar sus datos y pedir opiniones detalladas a expertos. Si
este tiempo existe y no se usa de forma adecuada, en mi opinión, existe una
clara transgresión ética.
Dulce de Fuenmayor. Muchas gracias por haberme invitado a esta mesa
como enfermera. Me siento muy honrada porque las enfermeras acostumbramos
a decir que representamos un poco a los enfermos y a los usuarios, les
hacemos un poco de portavoces y me gustaría que esto se entendiera así con mi
presencia aquí.
Bien, Gemma Revuelta ha hecho una separación bastante clara entre lo que
es la comunicación científica y lo que es la comunicación social. Yo creo que
D E B A T E 51
esta división es muy importante en este debate, porque son dos cosas a analizar
por separado qué contenido ético hay dentro de la comunicación científica
y qué intereses se están moviendo dentro de este campo que es muy específico
del mundo de la ciencia, del mundo científico, que es un campo más o
menos cerrado; que es la comunicación social en relación con la ciencia y estos
vínculos que se están produciendo entre los dos grupos; creo que es interesante
este enfoque.
En cuanto a la parte más de comunicación social que podría ser la que a mí
me preocupase desde mi situación como representante del usuario, es que hay
algunos factores en esta comunicación que hace que sea distorsionada. Yo
empezaría por decir que hay uno muy importante; en una sociedad avanzada,
desarrollada como la nuestra, una sociedad del bienestar europeo, la sociedad
occidental en general, la preocupación por la salud es muy alta, porque posiblemente
ya se han superado los peldaños de la pirámide de Maslow, las necesidades
más básicas están cubiertas y por tanto empezamos a pedir más de
nuestro entorno y de nuestra sociedad y la preocupación por la salud es típica
de las sociedades avanzadas. En ningún país subdesarrollado la gente está preocupada
por su salud; esto es muy curioso. Están muy mal, les falta de todo,
por lo tanto su salud es muy mala, pero no es su principal preocupación ni
mucho menos, porque su principal preocupación es la capacidad de sobrevivir,
tener agua, si el agua es potable mejor, pero de momento agua, tener algo
con qué alimentarse aunque sea mínimamente para poder sobrevivir 24 horas.
O sea que la preocupación por la salud es la preocupación de las sociedades
avanzadas. Bien, esta preocupación de la sociedad avanzada curiosamente
tampoco va acompañada de un mayor conocimiento por parte de estos miembros
de la sociedad sobre aquello sobre lo cual se preocupan, o sea no hay un
mayor conocimiento por parte de la población de los problemas de la salud y
de sus posibles soluciones sino que continúan con una cierta ignorancia y por
tanto están recibiendo la información de manera muchas veces sesgada a través
de medios de comunicación social, no de medios de comunicación científica,
porque de momento no se encuentran en los quioscos (aunque alguna
revista ya se está intentando vender a través de algunos quioscos de prensa).
Es curioso entonces que los medios de comunicación que son realmente el
punto en el cual el usuario ignorante entre comillas, entra en comunicación
con el mundo sanitario, no hayan trabajado adecuadamente la preparación de
los periodistas que han de hacer la transmisión de este conocimiento. Éste es
un tema del que ya se ha hablado aquí y podría ser uno de los objetivos a reco52
D E B A T E
ger en este debate, la necesidad de una preparación de las personas, porque no
podemos pensar que este periodista que ha de hacer la transmisión de este
conocimiento a la población responda a un perfil sensacionalista sino al del
cronista riguroso que tenga siempre presente la tipología del lector al cual se
está dirigiendo.
Por otra parte, la presentación de la noticia. Yo no conozco a fondo cómo
funcionan los periódicos pero me imagino que debe de haber el que hace el
montaje, el que dice esto será el titular. Hemos de saber que mucha parte de
nuestra población se mueve por los titulares; no leen las noticias. Ahora hay
diarios que nos entregan en la calle de forma gratuita que hacen recopilación
de noticias de forma sucinta yo creo que esto es bueno y creo que es bueno porque
a la gente la sitúa. La gente que no es muy lectora tiene una noticia y un
avance rápido de la noticia.Mucha gente no compra el diario y el que lo compra
resulta que solo se lee los titulares, ve los titulares que están puestos al
alcance de la vista de la gente encima de un quiosco; ¿qué sucede? Pues que
muchas veces no tiene nada que ver la noticia con el titular. Cuando uno lee la
noticia, dice una cosa absolutamente diferente de lo que dice el titular, o de lo
que uno entiende que está diciendo el titular, uno entiende con buena fe una
cosa que no dice. Cuando dice cura el cáncer, y después dentro de la noticia
dice experimentación en ratones, el que no ha leído la noticia por descontado
se queda con que cura el cáncer. Hay esta mala utilización de los titulares de
prensa que es lógica en un mundo de competencia como es el de la prensa
actual porque el titular vende. Si se ha de hablar de la ética de los medios de
comunicación, de la ética de los grupos científicos, de la ética médica en la
publicación científica; tendríamos que hablar de la ética en general de todos los
grupos que se ven implicados en la transmisión de la noticia científica al usuario,
posible paciente, ciudadano, ser humano, que en este momento de su desarrollo
está preocupado por su salud.
María Casado. Yo voy a ser breve pues, aunque se han ido planteando
diversos aspectos sobre los que me gustaría incidir, somos muchos y creo que,
en reuniones como ésta, lo deseable es que el diálogo sea ágil y las intervenciones
concisas para dar ocasión a que los todos participantes puedan contribuir
a la discusión en varias oportunidades.
Las dos ponencias iniciales me han resultado tremendamente interesantes
y complementarias, que es lo ideal, y me gustaría hacer un comentario respecto
a lo que me ha suscitado cada una de las dos. En realidad la pregunta del
millón es la planteada por Gemma Revuelta: si existe o no, una ética específica
D E B A T E 53
propia para la comunicación en medicina. Mi respuesta iría justamente por el
lado contrario que el comentario de mi colega Victoria Camps, en el sentido de
que yo creo que sí debería haberla por la razón de que hay conflictos de intereses
específicos y se plantean, además, en un contexto propio que aconsejan,
desde mi punto de vista, que hubiese una ética aplicada -o una deontología si
se prefiere- para todos los que desarrollan su labor en este campo. En lo demás
sí coincido con Victoria.
Cuando se habla de transmisión del conocimiento médico, éste puede darse
en diversos ámbitos, como aquí se ha puesto ya de manifiesto. Si se hace referencia
al campo de la ciencia y de las relaciones de los científicos entre sí, la
revista científica es el medio de comunicación propio; pero si nos referimos a
la comunicación científica que se lleva a cabo desde los periódicos hay que
plantearse las cosas desde otros puntos de vista; y, en mayor medida aun, si nos
referimos a la información que se lleva acabo desde los medios audiovisuales -
distinta y excelente en muchas ocasiones-. Todas estas facetas entran dentro del
terreno en que se esta reflexionando hoy aquí y todas tienen aspectos diferentes,
principalmente porque hacen entrar en el debate al “público” –o a una
parte del él al menos– y, además probablemente, este sector es el menos cultivado
y el que antes o después será el destinatario de los adelantos científicos
sobre cuya comunicación estamos tratando.
Por esto creo que aquí debe haber una responsabilidad específica y deben
ser tenidas en cuenta ciertas cosas. La primera de ellas la vulnerabilidad en que,
como se ha dicho, se encuentra gran parte de la población interesada en leer o
escuchar las noticias que se están transmitiendo. Evidentemente, se trata de
una clase de vulnerabilidad distinta de la de aquellos que se suelen denominar
“poblaciones vulnerables”, pero que existe desde el momento en que se están
generando esperanzas que en múltiples ocasiones se van a defraudar porque la
aplicación del descubrimiento a la práctica clínica conlleva un lapso de tiempo
largo (algunos, no sin razón, han equiparado a estas informaciones médicas
con los mercados de futuros) Conviene tomar esto en consideración.
Por otra parte, seamos claros, en el terreno en que estamos hablando se
mueve dinero, mucho dinero. La proporción del presupuesto que se destina a
salud es tan grande y los intereses tan fuertes que los conflictos pueden ser tremendos
y en ocasiones no resultan en absoluto explícitos.
Quizás una de las cosas que más tengan que ver con la ética de la comunicación
sea esta vertiente de educación que los medios tienen sobre los ciuda54
D E B A T E
danos que en el terreno de la comunicación medica debe cuidarse muy especialmente,
reflexionando sobre que papel se está desempeñando en todo esto.
A mí me parece que no podemos tener como referencia la imagen idealizada
de un periodista que transmite el conocimiento y que forma parte de un desinteresado
cuarto poder, porque la realidad es que las empresas periodísticas son
eso empresas cuyo fin legítimo en una sociedad de mercado como la nuestra es
ganar dinero. Esta realidad cambia bastante las reglas del juego respecto a la
misión de la prensa que aún subsiste en el imaginario colectivo. Y así lo que yo
me preguntaba liga con la famosa pregunta del millón de Gemma Revuelta, y
se refiere a si es necesario añadir –explicitar– que es lo que se pretende con esta
comunicación. Es decir por qué y para qué la estamos llevando a cabo, puesto
que este fin va a condicionar de forma evidente el cómo de lo que hacemos.
¿Qué es lo que se pretende: divulgar para el público o hablar para los colegas?
Y esto entraña una dificultad evidente para todo aquel que se sienta a escribir
algo, para un periódico por poner un ejemplo: al menos quien no es periodista
de profesión, cuando se sienta delante del ordenador lo primero que tiene
que plantearse es si escribe para sus pares o para el resto de la población. Me
parece que esto es algo sobre lo que es preciso reflexionar.
Por otra parte, respecto a las cuestiones clásicas de la ética de la comunicación
en cualquier tipo de noticia, creo que siguen siendo válidas las tradicionales
grandes preguntas, como se ha visto aquí con las cuestiones del agua, de
las uvas y muchas otras: ¿cómo seleccionamos la noticia? ¿cómo comprobamos
la credibilidad de la fuente? ¿cómo se realiza el seguimiento de la noticia? Son
puntos que a mí me parecen fundamentales. Si la noticia no ha tenido ningún
impacto en la población puede ser por diversas razones que no necesariamente
tienen que ver con la credibilidad del medio, sino que tienen que ver con lo
que haya sucedido con el respeto de los demás actores que intervienen en el
contexto: qué ha pasado con los políticos, qué han dicho los científicos, qué
otras piezas se han movido en todo esto. A mi entender todo esto tiene repercusiones
de importancia.
Y para terminar, respecto a la ponencia de Miquel Vilardell, había una cuestión
que ya retomaron Oscar Vilarroya y Toni Plasencia pero que también me
gustaría subrayar a mí respecto a la ciencia y la verdad. A los que no somos de
ciencias experimentales enseguida se nos plantea decir algo sobre esto ya que
la verdad científica –por más empírica y constatable que pueda ser–, tiene que
tener en cuenta que solo proporciona una explicación de la realidad sectorial y
cada vez mas tremendamente fragmentada, que poco explica como entender
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las cosas “todas enteras”. Las explicaciones sectoriales pueden ser todo lo maravillosas,
constatables y verdaderas que se quiera pero no permiten conocer si no
las contextualizamos y las ponemos en conexión con el resto de los conocimientos
compartidos; si no es así da esa sensación de que es una verdad no verdadera,
como decía Xavier Carné. Por esto conviene propiciar los espacios de
reflexión compartida, lo que algunos antropólogos han denominado co-laboratorios,
que cada vez tiene mas razón de ser y son más necesarios en estos contextos;
el funcionamiento y la labor de los grandes comités de ética puede ser
ilustrativa en este sentido.
Àngels Gallardo. María Casado se ha adelantado un poco a una idea que
yo quería decir, que comparto con ella. De alguna forma todos tendremos que
acabar estableciendo las reglas del juego de un fenómeno en que estamos todos
metidos. Si nosotros no ponemos nuestras reglas del juego finalmente las
podrán los ciudadanos. Un ejemplo es el agua del grifo que habéis dicho antes.
Con respecto a la pregunta de cuál debería ser la intención o la ética o de la
intención ética de las personas que escriben en los medios, personalmente creo
que esa intención solamente puede ser, la de ser de alguna utilidad para la gente
que lee esa información en forma de ayuda, en forma de alivio o en forma de
lo que sea. Eso es una opinión personal mía.
Antes quería puntualizar otra cosa que ha dicho Jordi Camí sobre el maridaje
entre los medios sociales y de comunicación y las revistas científicas. Yo
creo que más que un maridaje es muchísimas veces una dictadura en la que de
nuevo nos vemos envueltos y que estamos en algunos casos un poco obligados
a publicar noticias porque las publica esta revista y que en algún caso puede ser
un beneficio en ventas pero en muchísimos casos es como una especie de obligación
de publicar aquello porque lo dice tal revista.Yo creo que estamos en un
fenómeno en forma piramidal de nuevo en que en el último extremo y en la
cúpula de arriba está la industria farmacéutica que es una industria potentísima
que en este momento está moviendo muchísimo de lo que estamos hablando.
Yo creo que si en los últimos tres años se ha doblado el interés por las noticias
sobre salud en los medios sociales de comunicación, no es ni porque haya
un doble índice de curación de enfermedades, ni un doble conocimiento sobre
esas enfermedades, ni siquiera un doble interés de la gente sobre su salud, porque
el interés de la gente sobre su salud ha existido siempre que yo sepa (cuanto
más informas a la gente, es uno de los temas que más interesa a la gente
desde hace 3 años y desde hace 15 años). El único fenómeno nuevo es que hay
una creciente aparición de empresas dedicadas a difundir información de
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salud promovidas en el cien por cien de los casos por laboratorios farmacéuticos
que generan el interés por una enfermedad de la que dos meses más tarde
anuncian un nuevo fármaco como si realmente sí fuera un fármaco curativo,
un poco aludiendo a lo que decía antes Xavier Carné. En definitiva se está
generando el interés, el deseo, la necesidad de tener información sanitaria, primero
se genera el interés y después se genera la información interesada. Entonces
el papel de los medios generalistas de información, muchas veces, y lo digo
en nombre de mis colegas, o de algunos de ellos, el papel de ellos más que el de
difundir es el de frenar, canalizar, filtrar, salirte como puedas de un bombardeo
diario de informes de los que ya pones a todos por sistema en duda y si puedes
no publicas ninguno. Ésta es la realidad y en este fenómeno estamos todos.
A mí me gustan mucho estos debates que normalmente son entre colegas
que ya sabemos lo que todos más o menos pensamos, pero creo que sería necesario
que de este debate saliera de alguna forma este mensaje, sobre todo que
lo que ha dicho el doctor Vilardell y lo que han dicho varios fuera calando
tanto en los directores de los medios como en el público y que llegáramos a ser
un poco críticos en especial en los medios no escritos, porque en los medios
escritos todavía hay un mínimo control, pero en los medios audiovisuales, la
inmediatez, la superficialidad impuesta por el poco tiempo de las informaciones
y el gran impacto que causan, todo esto se multiplica por mil.
Josep Lluis Segú. En primer lugar quería agradecer la invitación a participar
en este foro que debate un tema tan esencial en el trabajo diario de un editor
especializado en el área de la salud, como es la ética de la comunicación
científica. A mí me toca defender aquí la posición del editor de Medicina
Clínica, en el sentido de la persona cuya responsabilidad es la viabilidad
económica de la publicación y no tanto la dirección científica y editorial que le
corresponde al doctor Miquel Vilardell.
En este sentido quería constatar que la principal preocupación de un editor
es satisfacer al lector. Ser capaz de producir una publicación que interese al
colectivo al que va dirigido es la principal clave del negocio editorial y de su
viabilidad económica.
Para que una publicación científica interese a sus lectores deberá reunir las
características de novedad, interés y veracidad. A éstas habrá que añadir una
determinada línea editorial y un diseño que la haga agradable en su lectura.
El arte del director de la revista consistirá en conseguir publicar aquellos
artículos que reúnan estas características en el grado más alto posible. De estas
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tres variables la que a mi entender tiene un mayor componente ético es la veracidad.
Dado que se trata de una publicación dirigida a profesionales con suficiente
criterio para evaluar los aspectos de novedad e interés.
La veracidad de un artículo biomédico puede analizarse desde varios aspectos.
Desde aspectos propiamente metodológicos relacionados con el diseño
utilizado en determinado estudio para obtener los resultados anunciados hasta
el análisis de los posibles intereses de autores y patrocinadores en la publicación
de un determinado artículo, los llamados conflictos de intereses.
Para analizar desde un punto de vista ético los problemas relacionados con
la metodología utilizada por los autores de los artículos, el director y los revisores
asumen el principio de buena fe en los autores. Entienden que el autor no
somete a la publicación resultados falsos o manipulados. Lo asumen porque
lo creen realmente y, también, porque no tienen medio para comprobar la
veracidad de la información que aparece en un manuscrito. El proceso de revisión
por pares a que se somete el manuscrito para decidir su publicación, sólo
permite indirectamente detectar imprecisiones, errores o aspectos no claramente
explicados que puedan conducir a un falta de veracidad en los resultados.
Pero escapa del ámbito de responsabilidad del editor la comprobación sistemática
de todos los datos que se incluyen en los manuscritos.
Otro aspecto relacionado con la buena fe de los autores que conviene resaltar
es el análisis de los conflictos de intereses. En este contexto, podríamos definir
el conflicto de intereses como aquellos resultados o conclusiones de una
investigación que podrían favorecer a una determinada asociación o empresa
en la cual alguno de los autores tiene intereses. En el entorno de la investigación
biomédica existen un gran número de posibles fuentes de conflicto de
interés. Estos pueden ser no sólo económicos, sino también político o relacionados
con la carrera profesional. La presencia de este tipo de conflictos es
muchas veces sutil y con frecuencia escapa al escrutinio de editores y revisores.
En este sentido, la estrategia que están siguiendo las grandes publicaciones
biomédicas para defender a sus lectores de las posibles faltas de independencia
en determinados artículos debidas a posiciones de interés de los autores es la
de fomentar la transparencia. Es decir, estas publicaciones exigen a los diferentes
autores de un artículo que explícitamente manifiesten si pueden existir conflictos
derivados del artículo que someten para su publicación y, en caso afirmativo,
que lo manifiesten de forma explícita, como requerimiento previo a la
aceptación de un manuscrito. Se interpreta que esta política dará al lector la
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oportunidad de conocer los intereses del autor y sabrá juzgar si estos pueden
haber influido en los resultados que presenta. Medicina Clínica tiene previsto
adherirse a esta política en un próximo futuro.
Algunas publicaciones internacionales como New England Journal of Medicine
van incluso más allá y no encargan ningún artículo de colaboración (revisiones
o artículos especiales) a un autor que manifieste haber tenido intereses
en el tema analizado en los dos años previos a la redacción del artículo y que
no se comprometa a no tenerlos en los dos años siguientes. Esta estrategia, con
un evidente interés para la neutralidad de la publicación, plantea en algunas
ocasiones, problemas para encontrar autores del máximo prestigio en determinados
campos de la medicina, ya que los mejores autores son los que están
involucrados en más proyectos diferentes y, por consiguiente, más intereses
distintos abarcan.
Otra fuente potencial de conflictos éticos en una publicación biomédica es
la derivada de su modelo económico. La mayoría de estas publicaciones, incluida
Medicina Clínica, tienen un modelo de negocio basado mayoritariamente
en la publicidad. En este sentido el anunciante puede sentirse inclinado en
influir en el contenido editorial de la publicación especialmente en aquellos
temas que puedan perjudicar sus intereses económicos. Cuando se presentan
estos conflictos, es responsabilidad de la propiedad de la revista, sea esta una
sociedad científica o una empresa editorial, mantener la independencia del editor
sobre el contenido de la publicación. En la práctica y en nuestro contexto,
debo decir que estos casos se han planteado con muy poca frecuencia y nuestra
estrategia ha sido siempre dar soporte a las decisiones que ha tomado el editor
de la publicación.
Un segundo aspecto que me gustaría tratar en mi intervención está relacionado
con las consecuencias, en términos de resultados de salud, de las informaciones
sobre salud que aparecen en los medios generales de comunicación
y en Internet. Manifiesto mi desconocimiento en este aspecto, pero tengo la
impresión de que hasta ahora no hay constancia de posibles problemas de
salud derivadas de informaciones aparecidas en los medios, aunque estas sean
poco precisas y con frecuencia difíciles de valorar por parte del lector. En el
caso específico de Internet con frecuencia se ha culpabilizado a la gran cantidad
de información no contrastada sobre salud que aparece en la red de potenciales
problemas para posibles enfermos que sigan recomendaciones no adecuadas
o erróneas. Especial hincapié se ha establecido con las segundas
opiniones médicas en la red. Me gustaría saber si algún miembro de la mesa
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tiene información sobre este tema, ya que mi primera impresión, basada en la
poca información que he podido revisar, es que hasta el momento no se están
detectando grandes problemas de morbi-mortalidad que puedan asociarse a
información poco precisa aparecida en los medios.
Jaume Guillamet. Hablaré desde el periodismo, pero desde el ángulo específico
de la formación de periodistas y de la reflexión sobre el periodismo, que
es lo que corresponde a la universidad. Haré tres breves comentarios e intentaré
ser muy breve y si algo no quedara suficientemente claro lo podría aclarar
por la tarde. El primero sobre las portadas, el segundo sobre el lugar de la ciencia
y la medicina en los medios de comunicación y el tercero sobre la ética de
la comunicación medica y en la comunicación en general.
Uno: sobre las portadas, yo les diría que ya no hay portadas, lo que hay son
escaparates. Según la teoría clásica del periodismo, los modelos de diarios
informativos-interpretativo plantean la portada como un espacio en el cual, de
acuerdo a jerarquías de columnas y de tipos de letras, se presentan las noticias
según su importancia, de manera que muy pocas veces en esta portadas salían
noticias a cinco columnas y del tipo 72 o superiores que actualmente se utilizan.
Y de acuerdo con la misma teoría, los modelos de diarios populares sensacionalistas
son precisamente aquellos que cada día titulan con letras lo más
grandes posibles y con fotos lo más espectaculares posibles para llamar la atención
de la gente. Actualmente, si se fijan bien y recuerdan algunas de las portadas
presentadas durante la exposición de Gemma Revuelta, los diarios editados
por empresas de la ciudad de Barcelona, los tres, tienen portadas del segundo
tipo aunque no son diarios sensacionalistas, sino que pretenden ser diarios, y
lo son seguramente, informativos interpretativos. De los otros tres diarios que
se editan en Barcelona en edición dependiente de empresas de Madrid, hay dos
que sí que mantienen la fórmula clásica de la portada de diario que valora
según las columnas, etc.
Por tanto, si no hay portada quiere decir que no hay noticias y en todo caso
si no hay portadas es porque las portadas las dan los informativos de radio y
de televisión. Si ustedes piensan un momento verán que efectivamente en los
informativos de televisión hay portadas. Hay unos titulares iniciales que dejan
muy claramente y con una jerarquía de orden y de espacio absoluta cuáles son
las noticias importantes; e incluso en los informativos de radio esta jerarquía
está clarísima, hasta el punto de que en las emisoras de noticias continuadas
estamos oyendo a lo largo de todo el día cada día, tres noticias permanentes,
que son las importantes. Por tanto, si la ciudad de Barcelona no se paralizó el
60 D E B A T E
día que en una portada de un diario respetado se dijo que el agua del grifo
podía provocar cáncer es porque, aparte de esta portada, la noticia no salió en
las otras portadas o no salió lo suficiente. Mi impresión es que esta noticia no
mereció la credibilidad suficiente ni en los otros diarios para hablar al día
siguiente, para darle la importancia que tendría, ni sobre todo para que los
informativos de radio y televisión a partir de aquella mañana alarmasen a la
población y efectivamente se produjeran grandes aglomeraciones de personas
buscando agua donde fuera. Por lo tanto no hay portadas.
Otro tema es que sin duda los diarios nos permiten, como se ha visto en la
exposición que ha hecho Gemma Revuelta, analizar con mucho interés la
comunicación médica, la comunicación científica. Otra cosa es que a efectos de
la salud pública, las portadas decisivas son las otras, las de la radio y la televisión.
Dos: sobre el lugar de la ciencia y la medicina en la comunicación. Creo que
la pregunta era: ¿merece la información científica y médica un tratamiento
ético especial? Mi respuesta es que sí, naturalmente, no sólo un tratamiento
especial sino un tratamiento preferente. Probablemente los datos que nos han
ofrecido en la gráfica, esta multiplicación por dos, en solo tres años, del espacio
dedicado a la información médica es muy relevante pero yo tengo la impresión
de que si alguna temática informativa crece y se convertirá definitivamente
dominante en los medios de comunicación en el futuro, es ésta, porque es la
que hace referencia al bienestar, hace referencia a la vida. Y aunque estamos en
una sociedad muy tecnificada de grandes avances científicos, también las consecuencias
de estos adelantos científicos y técnicos generan amenazas. Parecía
extraño que se pudiera decir que el agua del grifo provocaba cáncer, pero parece
una hipótesis posible.
Permítanme una observación. Los medios de comunicación hablan de
aquello que la sociedad reclama que se hable; no hay categorías temáticas establecidas.
Por lo tanto, se hablará cada vez más de medicina y de ciencia porque
la sociedad lo pide. Siempre se ha hablado, lo que pasa que se hablaba de emergencias
o de espacios de especialistas pero incluso cuando se habla de emergencias
a mí me gusta recomendar una mirada al pasado. Ver cómo los diarios
de Barcelona de la segunda parte del año 1821 trataron la fiebre amarilla que
mató a más de 6.000 personas aquel año en Barcelona. Aún hoy en día, me da
envidia ver cómo el Diario de Barcelona trató la participación de los médicos
de la ciudad, con información muy precisa. Pero es cierto que el canon del
periodismo lo han marcado, desde los orígenes, la información política y la
D E B A T E 61
información cultural. Más recientemente, a principios de este siglo, la información
deportiva ha marcado otro canon que a menudo se mezcla con los
anteriores y los contamina, y más recientemente aún la información económica
también los ha marcado de una manera muy importante.
Por lo tanto, tengo la esperanza de que la información médica y científica
influya en la modificación del canon porque hay una cosa muy importante que
está en contra de las normas clásicas del periodismo que es la información
positiva. En las normas clásicas del periodismo no figura la información positiva;
son normas establecidas, como dirían los juristas, por jurisprudencia, por
acumulación, pero en periodismo las buenas noticias no son noticia normalmente.
El hecho de que en este ámbito en el cual estamos hablando la información
positiva sea un principio, a mí me da un cierto grado de esperanza de
que se pueda incluir.
Y finalmente, tres: sin dejar esta reflexión pero situándolo a otro nivel, yo
más que contestar si tiene sentido hablar de ética o no, porque creo que en la
respuesta todos coincidiríamos en mayor o menor grado, a pesar de todo a mí
me parece mejor hablar de principios profesionales que de ética.Me parece que
a veces estamos hablando de ética pero no estamos hablando de ética.Muchas
veces estamos hablando de ética pero deberíamos estar hablando de principios
profesionales. Y lo digo porque estamos pasando una situación especial, y este
debate sobre la coincidencia de la información médica y científica y su inclusión
preferente en la comunicación social se produce en uno de los momentos
más críticos del periodismo y de la comunicación social. No sé si decir situación
de crisis o situación de cambio; si utilizamos bien las palabras todo quiere
decir lo mismo, quiere decir crisis como transformación. Pero, claro, nosotros
hemos visto ejemplos del periodismo mayor por decirlo así, del
periodismo serio para decirlo popularmente. Pero el periodismo en estos
momentos, incluso en las páginas de los diarios de referencia y en los espacios
de las televisiones, el periodismo ha ido mucho más lejos de lo que antes era el
interés público; se ha ido mucho más lejos; se tratan muchos otras cosas que
no son estrictamente en interés público. Incluso en el campo de los temas de
interés público se produce un fenómeno que lo ha comentado casi todo el
mundo y especialmente al principio el moderador y los ponentes, que es lo se
que se llamaría la saturación informativa o la sobreinformación.
Esto produce varias cosas; produce una difuminación de los principios profesionales,
una dificultad de los periodistas de saber cómo han de usar las
herramientas frente a situaciones tan nuevas y que les arrastran tanto. No hay
62 D E B A T E
la vieja dinámica a la que se refería Paco González Ledesma del regente de La
Vanguardia sacando espuma por la boca, sino esta dificultad frente a mil noticias
que llegan cada día: saber qué has de escoger, qué te has de creer o qué no
te has de creer, pero sabiendo finalmente que has de publicar una cosa u otra.
Difuminación de los principios profesionales pero también pérdida de la eficacia
informativa, por tanto. Y de aquí para los periodistas se deriva una gran
dificultad, es decir el periodista se está convirtiendo meramente, en un transmisor
que tiene muy poca capacidad de decisión. Se convierte, básicamente, en
un aplicador, en una mujer o un hombre de hacer faenas informativas. En este
punto, me parece que –y eso es muy fácil de decir– tenemos que predicar que
el periodista debe convertirse en una persona que selecciona e interpreta, que
no da al público 10 gramos para sumar un quilo con muchas cosas, sino que si
le da 1 quilo, se lo da seleccionado, cribado, pesado, que no le haga una lluvia
intensa de noticias cada día sino que le haga un resumen. Esto es muy difícil y
no quiero que se lo tomen como un cumplido porque no lo es, pero creo que
precisamente los principios de comunicación médica y científica que ha apuntado
el doctor Vilardell son oportunos ante las dificultades de este momento
de crisis que vive el periodismo. Gracias.
Gemma Revuelta. De hecho, yo sólo quería hacer una aclaración a la pregunta
prehistórica del debate. Andreu Segura decía que yo había dicho que no
era de mi incumbencia saber el impacto que tienen los medios de comunicación
o determinada información sobre la sociedad. Espero que haya sido un
lapsus auditivo más que moral, porque ése es precisamente el tema que creo
que es más interesante. Nos pasamos la vida tomando decisiones, ya sea desde
los gabinetes de comunicación, desde los medios, desde de los periodismos,
desde el sector político, etc. Tomamos decisiones sobre las informaciones que
tenemos que dar y pensamos en el impacto que tendrán. “Eso provocará una
debacle, la gente se alarmará, se espantará”. O no, al revés, “daremos esta información
porque a partir de ahora la gente tomará aceite de oliva”. Tomamos
muchas decisiones y muy pocas veces tenemos una base científica, y éste es un
buen escenario para hablar de este tema. Tenemos poca base científica para
apoyar esta previsión que hacemos del verdadero impacto que tendrá nuestra
información y como la daremos. Entonces, supongo que en ese caso no es que
no sea de mi incumbencia, sino más bien que yo modestamente considero que
no tengo la competencia profesional ni el conocimiento preciso. Y seguramente
es un conocimiento difícil de adquirir, tanto desde la perspectiva, por ejemplo,
de las ciencias de la comunicación, donde se han hecho estudios de recepción
que han aportado datos muy interesantes, tanto desde la perspectiva de la
D E B A T E 63
psicología social, que también ha profundizado un poco más en cuáles son las
consecuencias de determinada información, como puede modificar una actitud,
un comportamiento. Es decir, es un campo de la ciencia tan sumamente
fascinante –y creo que a todos nos gustaría saber mucho sobre él para después
controlar nuestra labor profesional del día a día– que obviamente es incumbencia
de todos.
Cèlia Ribera.Me ha parecido muy interesante toda la primera parte de este
debate porque he aprendido muchas cosas gracias a las intervenciones especialmente
de los ponentes y también del resto de los participantes.Me ha parecido
un debate muy enriquecedor.No voy a decir grandes cosas, ni muy importantes.
Sólo me gustaría poner sobre la mesa, quizás, algunas obviedades, pero
es lo que he echado en falta, cosas que por tan conocidas ni se ha citado, pero
que tal vez sea bueno recordar. Por ejemplo, cuando se ha citado el importante
incremento que se ha producido en el número de páginas de los periódicos
destinadas a la problemática sanitaria y a la salud, y también se ha comentado
la existencia de una posible pérdida de eficacia informativa- en lo que no entro
ni salgo-, de lo que creo que no se ha hablado es de si este aumento de información
se ha llevado a cabo con los mismos medios con que se contaba unos
años atrás, es decir, sin poner más personas a cubrir todo este nuevo caudal de
información. Todo parece apuntar a que no ha habido un refuerzo de personal.
Por otro lado, aunque en este momento mi dedicación no sea la de la prensa
general, más que de forma puntual a través de alguna colaboración, sino la
de la prensa especializada, me gustaría constatar otra de las deficiencias que
encuentro en los medios de información general, salvo excepciones valiosas,
que también las hay: debería estar claro que la información sobre la salud no
puede abordarse en los medios de comunicación igual que otro tipo de noticias
y que, evidentemente, hace falta una mayor especialización para tratar los
temas científicos. Mientras que para algunas secciones de los periódicos, por
ejemplo, economía y deportes –por citar algunas a las que se concede importancia
en la prensa–, hay periodistas destinados a cubrir estos apartados y que
forman parte de estas secciones en las que, por una u otra vía (estudios, años
de permanencia, etc.), se han especializado, por el contrario, la parte que se
destina a información sobre la salud muchas veces es un cajón de sastre en el
que los periodistas allí destinados suelen permanecer poco tiempo. Esta misma
mañana hemos tenido aquí el ejemplo de Àngels Gallardo, una prestigiosa
periodista que trabaja en esta sección y lleva a cabo un verdadero seguimiento
de las noticias. Pero no es el caso más habitual en muchos periódicos, dado que
sanidad forma parte de la sección de sociedad, como se van cambiando los
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diversos puestos de trabajo dentro de los diferentes medios, cualquier periodista
puede ir a parar a sociedad, y de sanidad se ocupa el último que llega. Eso,
evidentemente, no ayuda a que la sección de sanidad esté bien considerada
dentro de los medios de comunicación, tanto desde dentro como desde fuera
por parte del público lector.
Y en otro orden de cosas, cuando se estaba hablando sobre si hay que tener
una ética especial para cubrir las informaciones sanitarias, esto también
depende. Como se ha dicho aquí, hay opiniones contrastadas. Personalmente
opino que tiene que haber una ética personal, y lo demás ya se dará como añadidura.
Sucede que hay diferentes formas de abordar la información sanitaria.
Aquí se ha estado hablando, por ejemplo, de las revistas científicas, de las revistas
de referencia y de la prensa general. Bien, hay también revistas, como es el
caso de JANO, con un contenido científico (médico-sanitario) y un apartado
cultural, y que se dirige preferentemente al médico de atención primaria. Me
gustaría puntualizar que es muy distinto dirigirse a médicos que al resto de la
población. Cuando se han cubierto ambas cosas, has hecho prensa general y
realizado durante años un programa de radio dedicado al mundo de la sanidad,
en el momento en que te diriges a la población general la forma de hacerlo
es muy distinta de la que utilizas cuando tu lector es el médico que conoce
perfectamente o incluso mejor que tú los términos del lenguaje médico que
empleas. Y con eso quisiera entroncar con lo que decía Victoria Camps cuando
ha destacado que al informar hay que tener en cuenta la intención, y que
ésta tiene que ver con el tipo de audiencia. Pienso que se trata de algo muy
importante tener en cuenta siempre, y de forma prioritaria, a quién se dirige la
información.
En cuanto a lo que se ha dicho sobre la credibilidad de los medios y el muy
buen sentido común que tiene la población, esto último es cierto. Pero no creo
que los medios atraviesen por una crisis de credibilidad mayor que en otros
momentos, ya que por encima impera el acertado sentido común que demuestra
la población. Y, como comentábamos antes con Andreu Segura, cuando se
hablaba del agua corriente de Barcelona, sobre si origina cáncer o no, seguramente
que sí lo hace, pero como todo o casi produce cáncer la gente ya tiene
conciencia de ello, porque el simple hecho de estar vivos implica entrar de
pleno en la precariedad.
Y con esto quiero acabar mi intervención; en todo caso ya pediré de nuevo
la palabra. Gracias.
D E B A T E 65
Marc de Semir. Yo quería hacer dos consideraciones y contar una pequeña
anécdota. Empezaré por la anécdota, muy aplicada al día a día de mi trabajo, y
de nuestro trabajo en el Hospital Clínic, y continuando un poco con el tema
estrella de esta mañana y que Cèlia Ribera también ha apuntado, del tema del
agua y el cáncer. Al día siguiente de la aparición de esta noticia en La Vanguardia,
como pasa a menudo, recibimos muchas llamadas para preguntar a especialistas
y para comentar la jugada.Hacía tres, cuatro o cinco meses, o más, que
nos estábamos planteando introducir agua embotellada a los pacientes como
deferencia, básicamente por el mal sabor y para que los pacientes no se la tuvieran
que comprar (la mayoría se la tenían que comprar). Justamente se decidió
introducir el botellín de agua la segunda o tercera semana del mes de agosto,
que me parece que coincidía más o menos con el tema. Recibí una llamada de
La Vanguardia, porque una agencia de prensa había mandado un comunicado
de prensa sin contrastar. Yo quería mandar también un mensaje referido no
tanto a la ética sino a los criterios de profesionalidad, coincidiendo con el señor
Guillamet. Quizás es más importante muchas veces hacer bien tu trabajo que
pensar en la ética. Y esta agencia, sin llamar ni decir nada, envió un comunicado
de prensa a todos los medios de España anunciando que el Hospital Clínic
de Barcelona había decidido dar agua embotellada a raíz de la polémica creada
en La Vanguardia. Ahí queda la anécdota. No os cuento el trabajo que tuve
de contestar llamadas durante todo el día, sobre todo con La Vanguardia, que
me llamó tres veces para certificar que no era cierta esa nota de prensa de la
agencia, y con todo el resto de prensa. De hecho no salió nada publicado, por
suerte, lo cual lo atribuyo a una buena gestión y sobre todo porque el resto de
medios no hicieron mucho eco. Las dos consideraciones eran sobre todo
defender un poco nuestro papel como gestores de comunicación. Yo estoy llevando
el gabinete de comunicación de un hospital de referencia en el ámbito
estatal y creo que tenemos un rol muy importante como gestores de información
y como segundo filtro de una institución pública para pasar la información
a los medios de comunicación. Muy a menudo echamos las culpas sólo a
los medios de comunicación, básicamente a la prensa –y en la segunda consideración
ya me meteré con otros medios de comunicación–, pero yo creo que
debemos repartir un poco las culpas, y buena parte de culpa es muchas veces
no transmitir bien la información desde el origen. No debemos perder de vista
que, sin exagerar demasiado, la gran mayoría –no daré cifras para no equivocarme–
de las noticias que salen en los medios de comunicación son fruto de
trabajo que hacemos nosotros, o de información que mandamos nosotros.
Sólo en casos muy extremos de epidemias o cosas así, que también podrían ser
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fruto de nosotros, son fruto de la investigación de los propios periodistas. Volviendo
a los criterios y a la contrastación de la información, parece ser que haya
una cierta impunidad de los medios de comunicación, o sea, hay una forma de
decir las cosas que después se pierde un poco con el tiempo y nunca más se
vuelve a saber de aquello. Y después hay un tema muy importante y que nos
afecta muy directamente a nosotros en el día a día que es el tema de las cartas
al lector, que es una arma de doble filo. Parece que no se tengan que contrastar
nunca, y se dice una gran cantidad de barbaridades fruto de pensar “el lector
opina y el medio no tiene nada que apelar”. Pero creo que es una arma muy
importante que tiene los medios de comunicación para poner en jaque a los
hospitales. Y nosotros nos encontramos a menudo con estos casos y con
medios muy específicos. Y eso utiliza un poco gota malaya y por mucho que
respondas después, el mal ya está hecho, y yo creo que una carta al director a
veces tiene mucho más peso específico, la firme quien la firme, que media pagina
o una portada en La Vanguardia, y más aún viendo la credibilidad que se le
está atribuyendo. De hecho, he hecho los dos comentarios en uno, que era el
tema de los gestores de comunicación.
Mariona Grau. De hospital en hospital, y ahora parece que es el turno de
los intermediarios. El papel de los intermediarios creo que es importante
comentarlo aquí, porque es un papel que puede ser muy bien o muy mal vivido,
ya que es un papel muy ambivalente. El intermediario no es un elemento
neutro, no hay elementos neutros en este juego, todo el mundo tiene intereses,
y el intermediario no deja de ser portavoz de una institución. Evidentemente
trabajamos para una institución. Esto está claro. No pienso excusarme diciendo
que yo soy limpia y neutra porque no es cierto. Una vez dicho esto, tampoco
me valen las actitudes que creo que son de mal hacer, las actitudes victimistas
que adopta la gente. Creo que no es cierto que la inmediatez justifique
cualquier imbecilidad. En el caso de las 600 muertes por el agua, el argumento
de la inmediatez ni tan siquiera se puede esgrimir, porque de inmediato, ya lo
hemos visto, no tenía nada, era una cosa cocinada con meses. ¿Qué quiero
decir? ¿Que son los periodistas los malos de la historia? En absoluto, no estoy
simplificando tanto. De hecho, a lo que jugamos en este tema, que es un tema
muy complejo, es a ser todos un poco simplistas, es decir: es evidente que nosotros
también defendemos los intereses de una institución. Pero una vez dicho
esto, el mediador tiene otro papel, un papel más, el de facilitar la comunicación
entre unos elementos y otros, e intentar garantizar la calidad de esta información.
Y no sólo eso, creo que hay una tercera función que es posiblemente la
más difícil. Independientemente de la defensa de tu institución, y como hospiD
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tales públicos, creo que es necesario que nuestros hospitales se conviertan en
fuente de expertos sin esperar nada a cambio.Me explico. Es evidente que todo
el mundo debe tener una recompensa, pero también es cierto que como hospital
público tenemos que ser capaces de poder responder y encontrar expertos
necesarios en caso de dudas a la hora de ayudar a que la información que
se elabore sea una información correcta. No hace falta decir “menganito de tal,
experto en tal”. Como hospitales públicos debemos tener una fuente de personas
que sean capaces de transmitir estos conocimientos a disposición de la persona
que está elaborando la información. Es decir, tenemos que hacer una
sinergia, es evidente. ¿Por qué digo esto? Porque sino empezamos a jugar como
piezas aisladas. En el caso de los médicos, y esto Marc de Semir lo debe de saber
tan bien como yo, nos encontramos en la misma situación, es decir, hay tres
tipos de personas. Las personas neutras, que pueden entrar a jugar en este
juego, si les explicas que es importante e interesante, y que deben acercarse a la
gente, y que entre sus funciones también entra ésta, que son la mayoría del
colectivo. Después hay otro colectivo casi igual de numeroso que tienen terror
a salir en los medios de comunicación, y cada vez que sale el 600 no sé qué o lo
que sea lo único que hacen es reafirmarlos en estos miedos. O bien, cuando has
conseguido ponerlos en marcha, a la primera de cambio que sale una cosa de
éstas, salen con el rabo entre las piernas, y te dicen “ni fuente de expertos ni historias,
no me metas en estas cosas”. Y después hay un tercer grupo que evidentemente
es el más peligroso, conocido de todos, que es el protagonista, es decir,
esa persona que constantemente está presionando para vender lo que sea, no
sólo su imagen y foto, que los hay que son así de sencillos, que viendo la imagen
están contentos, sino que habitualmente hay muchos intereses detrás. Esto
lo sabemos todos, no hay nadie neutro, ni siquiera el transmisor.
Cuando hablamos de ética yo también creo que no hay una ética específica
para una profesión específica o para unos temas específicos. La ética, en este
caso, consistiría en un “manual” de buenas prácticas, es decir, que cada uno en
el papel que le toca, sea un buen profesional, un buen mediador, un buen
periodista, un buen experto, en el supuesto, ya lo he dicho –que no soy tampoco
una ingenua–, que sé que hay intereses en juego. Pero sí que podemos llegar
a un cierto pacto de un fairplay, porque de una forma u otra, todos tenemos
un objetivo común, el ciudadano. Ciertamente se le manipula de una
parte y de otra. Pero si desde ángulos distintos se establece una posición consensuada,
podría ser el primer paso, una base mínima sobre la cual empezar a
trabajar. Y por otro lado, como anécdota, decir también que el ramo del agua
tuvo grandes repercusiones en Sant Pau, porque nos llamaban y nos decían “el
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Hospital Clínic es más prudente que vosotros y ha cambiado a utilizar agua
embotellada, ¿qué pensáis hacer?”.
Gonzalo Casino. Como creo que a estas alturas muchas de las cosas que
uno pudiera decir ya se han comentado, yo quería referirme a ellas partiendo
de una anécdota o de algún caso concreto al que nos enfrentamos los periodistas,
y así ilustrar todo esto que se ha hablado de la espectacularización de la
información, que en buena medida ya viene viciada de las fuentes, para ver en
qué medida se han duplicado, como apuntaba Gemma Revuelta, las informaciones
de salud por el interés de los lectores hacia los temas de salud o por otros
intereses. Para ilustrar un poco cuál es, o debe ser, la función del periodista y
cuál sería la manera mejor intencionada de hacer su trabajo, quería traer a
colación una información que en su día sacamos casi todos los medios. Creo
que fue en 1999. Era un trabajo que publicaba Nature sobre la miopía en los
niños de hasta dos años de edad.Venía a decir que el mantener la luz de la habitación
encendida durante la noche en los niños de hasta dos años de edad
aumentaba tremendamente el riesgo de desarrollar miopía en la edad escolar.
Esto nos llegó a los medios de comunicación por los conductos habituales en
estos días, el correo electrónico, comunicado de prensa embargado… Todo
impresionante. El tema de la miopía no es un asunto que tuviera una gran trascendencia
en cuanto a morbi-mortalidad, como preguntaba Josep Lluis Segú,
según se informara en un sentido o en otro. En todo caso, como el estudio y su
comunicado de prensa venían de Nature y el tema parecía que tenía cierta trascendencia,
creo que lo dimos casi todos los medios de comunicación. Si en esas
circunstancias te paras a contrastar la información con algún oftalmólogo o
epidemiólogo, en este caso, no muchos se atreverían a llevarle la contraria a
Nature. En cualquier caso, la mayoría de los medios de comunicación dimos la
información. Yo me tomé la molestia de ver qué había publicado Nature sobre
el tema de la miopía y creo que sólo había escrito, en toda su historia centenaria,
en una ocasión. De modo que Nature se metía por unos terrenos que se
salen de la ciencia básica para hablar de unos temas que no eran propios de una
revista de estas características, para sacar este tema que tuvo eco en el New York
Times y en todos los medios. Lo que ocurrió fue que el estudio fue desmentido
a los cinco o seis meses en la misma revista diciendo que la muestra seleccionada
había tenido en consideración muchas cosas pero no había considerado
el factor genético de la miopía. Resulta que la mayoría de niños de esta
muestra eran hijos de padres miopes. En la prensa no se volvió a hablar del
asunto hasta al cabo de seis meses, cuando Nature volvió sobre el tema. En el
archivo de Nature aparecían ya media docena de menciones, la mayoría cartas,
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diciendo que este estudio no tenía ninguna credibilidad, que estaba mal diseñado,
etc. Esto me lleva a plantear cómo ha cambiado el escenario de la información
médica, ya que una revista como Nature se permite, primero, publicar
este estudio; segundo, seleccionarlo a través de su agencia de comunicación,
que es la más potente –y la repercusión que tienen los medios lo constata–, y
avanzarlo como uno de los temas más destacados. Creo que ejemplifica perfectamente
esta espiral de espectacularidad, aunque es un tema de trascendencia
mínima en términos de morbi-mortalidad, con la que nos encontramos los
periodistas a menudo. Y creo que casos como éste constituyen buena parte del
conglomerado de informaciones cuyo volumen está creciendo tan drásticamente
en estos años. La mayoría son informaciones que no tenían que haber
salido en los medios, muchas otras son de índole muy técnica, que tampoco
tendrían que haber salido. Pero el hecho es que trascienden y que dan una
información, a menudo con muchos sesgos, que el periodista no siempre es
capaz de valorar ni siquiera recurriendo a algunas fuentes. Todo esto me conduce
a reflexionar sobre cuál sería la función del periodista, el difícil papel que
tiene que hacer si quiere filtrar la información. El caso de Nature sería un ejemplo
patente de artículo que no debería haberse publicado o que debería haber
sido publicado con algunas matizaciones. Pero nadie o muy pocos especialistas
se prestarían a ofrecer una opinión contraria. Así, esa exigencia de filtro, de
interpretación que se le exige al periodista no es fácil de llevar a cabo. Y cuando
se habla de ética de la comunicación sin duda nos estamos refiriendo a que
cada uno –como habéis apuntado algunos– desarrolle su trabajo con los mejores
estándares de calidad y con buenas intenciones. Nada más por ahora.
Vladimir de Semir. Antes de dar la palabra al doctor Vilardell, déjame
hacer una intervención.Mucha gente debe pensar: “Si el periodista tiene buen
criterio tendría que ser capaz de no caer en la trampa”. Esto mismo se lo he
oído decir a más de uno. Pero cabe añadir que dado el peso de la fuente es casi
imposible no caer en la trampa y además, sabiendo que los otros medios lo
cubrirán (y entonces tu jefe te pedirá explicaciones). Quizás a los cinco meses
el periodista que decide no publicar o que ha mostrado ser más crítico podrá
demostrar que “yo tenía razón”, pero entonces ya no servirá de nada. Sólo
periodistas con mucha autoridad dentro de su redacción serían capaces de
hacer esto. Un director de La Vanguardia, Paco Eloy, me dijo en su día algo que
me quedó marcado –aunque reconozco que no sea posiblemente una buena
práctica periodística–. “No quiero que se publique ninguna noticia de temas
médicos sin que la haya visto el Dr. Daufí o el Dr. Salgado”, dijo, sabiendo que
estaba yendo en contra de algo inherente a la profesión periodística: dar los
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temas el primero y cuanto antes. Desde ese día creo firmemente que en estos
temas más vale dar bien la información que ser el primero en darla.
Gonzalo Casino. Lo dicho vale como autocrítica no sólo del ejercicio
periodístico sino de todo el sistema, porque yo creo que empieza a fallar desde
la fuente, que espectaculariza y que da el visto bueno a su gabinete de prensa
para que lance ese comunicado de prensa, pues sabe que viniendo de donde
viene va a salir en muchos medios. También es una crítica a las posibles fuentes
que pudieran contrastar o contextualizar la noticia. En este ejemplo menos,
pero en otros más delicados quizá muchos no se prestarían a hacerlo, porque
dicen “¿cómo le voy a llevar yo la contraria a Nature? ¿Tengo yo acaso el artículo
para opinar sobre él?”. Cuando lo vas a publicar, la mayoría de los expertos
no tiene acceso al artículo todavía como lo puede tener el periodista, que
en todo caso se lo puede enviar. Pero es el sistema el que tiene sus deficiencias
y el que nos ha llevado a esta espiral de espectacularidad, y yo creo que en
buena medida es lo que hace que se haya duplicado, como reflejan los datos, las
noticias. Ahora nos encontramos con lo que llama Ferlosio las “cajas vacías que
hay que llenar”. Yo no creo que esto pueda seguir subiendo así el número de
noticias. El escenario de la información médica tiene forzosamente que madurar,
pues nos encontraremos con que hay tanta espectacularidad que nadie va
a ser capaz de dar algo más espectacular. Probablemente, este tipo de informaciones
serán más contenidas y empezaran a afinarse.
Vladimir de Semir. No sé hasta qué punto es una buena práctica profesional
de la revista científica querer ser la publicación de referencia con más
influencia en el seno de la comunidad científica y, al mismo tiempo,más influyente
en los medios de comunicación. Y esto se está produciendo. Gemma
Revuelta recordaba en un artículo en la revista Quark que el actual director de
la revista Nature, Philip Campbell, en el momento de tomar posesión de su
cargo dijo precisamente que pretendía que su revista fuera a la vez la de mayor
influencia científica y mediática. Por ello insisto que esta doble política es difícil
de mantener sin que se mezclen intereses periodísticos en el proceso de peer
review.
Miquel Vilardell. Yo sólo quería hacer algún comentario de algunos
comentarios que se han hecho a lo largo de la mañana y esta tarde. Primero,
estamos hablando de la verdad. He oído a veces decir “la verdad científica no
existe”. Evidentemente que no existe, nadie habla de verdad científica. ¿Qué
queremos decir al decir verdad científica? Que esté publicado en una revista
que ha pasado una revisión crítica e importante y por expertos. Ésta es la verD
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dad, y quizás con el paso de los días, los meses o los años aparece otra verdad
científica que contradice la primera. No hay ninguna duda, nadie pretende
decir verdades científicas, porque no existen, son cambiantes y probablemente
precipitadas algunas veces. Dicho esto, yo no coincido tanto con el tema de
Nature. ¿Por qué? ¿Nature por qué tiene prestigio? No lo tiene porque sí. Nature
tiene prestigio porque el mundo científico se lo ha dado, porque ha publicado
los mejores artículos y porque se sabe que Nature tiene uno de los sistemas
de revisión más importantes y más críticos. Este error de Nature pasa con todas
las revistas, pero en Nature con un porcentaje muy pequeño. Por tanto, este
artículo pasó por los revisores de Nature. ¿Qué problema hay? La profesionalización
del revisor. ¿Quién hace de revisor? ¿Se le puede pedir responsabilidades
al revisor o no? Si yo envío un artículo original a dos o tres revisores y el
informe de los revisores, que se supone que saben estadística y conocen muy
bien el diseño de los trabajos, pasan por alto un factor tan importante genético
en el caso de la miopía, evidentemente esto es punible y se deberían pedir
responsabilidades a aquellos revisores que aceptaron que se publicara el artículo
porque era de calidad, porque una vez publicado, a la revista Nature ya le
va muy bien, es un artículo con una temática que vende muy bien, ha pasado
la revisión crítica y por lo tanto lo manda a los medios de comunicación.
¿Quién pide responsabilidades por esto? Manda el artículo a los medios de
comunicación porque a Nature le interesa darse a conocer como revista, con
un tema muy prevalente en la sociedad, y hay mucha gente afectada, pero en
todo caso había pasado revisión crítica. Se debe pedir responsabilidades a ese
revisor. Esto quiere decir que aún no hacemos bien la crítica, la revisión externa.
Debemos perfeccionar la revisión externa y probablemente profesionalizarse
cada día más. Hace unos días, decía a los editores “ustedes deben buscar
fuentes de financiamiento distintas de las que están acostumbrados, porque en
un futuro inmediato tendrán que pagar a los revisores”. En nuestro país no hay
ningún revisor que cobre, y los revisores del Lancet y New England sólo tienen
la suscripción gratuita a la revista y el derecho de figurar en un listado una vez
al año como revisor. Por tanto, esto quizá debe profesionalizarse un poco. Contesto
otra pregunta que me había hecho Andreu Segura, era el porqué de la gestión
del conocimiento. No hablo de empresa ni mucho menos en el sentido
empresarial. Creo que tiene que haber expertos que hagan una crítica al conocimiento.
¿Quién tiene que ser? Profesionales, que a los 45 años probablemente
se les ha terminado el mundo de la investigación, porque se debe ser joven
para investigar cosas novedosas. Hay poca gente que a partir de los 40-45 años
haya hecho investigación muy importante, en el caso de los científicos españo72
D E B A T E
les. ¿Cuándo han hecho la investigación punta? En una edad joven de la vida.
Hay estudios que así lo indican, igual que hay estudios que dicen que los mejores
revisores críticos son gente por debajo de los 40 años, que saben estadística,
que saben epidemiología, son los que hacen las mejores revisiones críticas.
Por lo tanto, creo que en la gestión del conocimiento, estas personas que han
sido investigadoras, cuya etapa productiva quizá ya es menor, probablemente
podrían ser perfectos para revisar la información que sale, deberían seleccionarla
un poco y dárnosla que sea digestible. Ésta es una opinión, y quería hacer
estas dos matizaciones. Coincido, por otra parte, que evidentemente no es un
tema cerrado.
Victoria Camps. Yo sólo quería decir una cosa sobre lo de la verdad y otra
sobre la ética y los profesionales. Antes he cuestionado lo de la verdad, pero no
me refería tanto a la verdad científica como a la verdad periodística, que creo
que es otra verdad, pues también hay un positivismo del periodismo. Creo que
los científicos son mucho más escépticos respecto a la verdad. Pero una cosa es
el artículo científico, que va firmado por un científico y él responde de lo que
dice (aquí sí que hay una manera de justificar que eso es cierto o no es cierto) y
otra cosa es la información que no tiene autor sino un reportero, alguien que da
cuenta de unos hechos. Lo que pongo en cuestión es esta contrastación con los
hechos, que nunca puede ser exhaustiva. Antes el doctor Guillamet decía que la
mejor manera de transmitir información consiste en saber dar un resumen con
palabras propias de todo lo que ha sido interesante o importante. Lo cual es una
interpretación, no tiene nada que ver con la idea de verdad ni de contrastación
con los hechos. Creo que es esto lo que se tiene que poner en cuestión cuando
hablamos de comunicación, o de la información. Después, ya que ha habido un
par de intervenciones poniendo en cuestión la importancia de la ética, yo estoy
absolutamente de acuerdo en que la ética no es más que la buena práctica profesional
y que no tiene que haber expertos en ética. Rechazo totalmente la idea
de que haya expertos en ética. No hay expertos en ética en el sentido de personas
que tengan más autoridad que otras para decir que una práctica es correcta
o incorrecta. Lo que hacemos los filósofos que nos dedicamos a la ética es
conocer mejor que otras personas qué sistemas éticos ha habido, cómo se han
fundamentado los principios fundamentales, qué criterios han funcionado, qué
conceptos se han utilizado; pero todo esto no sirve para juzgar una práctica
determinada. Quién debería juzgar una práctica determinada es quien hace esa
práctica, es quien debería tener criterio ético, profesional para juzgarla. Lo que
pasa es que estamos en un mundo de división del trabajo y cuando hay un proD
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blema que se tipifica como problema ético lo que hace el medio de comunicación
es llamar a la profesora de ética y preguntarle: “¿usted qué piensa sobre
esto? ¿Está bien o está mal?”. Lo primero que debes decir es “yo que sé”, porque
yo eso lo tendría que estudiar para opinar, no como profesora de ética sino
como ciudadana, si me parece que eso va bien o va mal. Pero creo que esta distinción
no la hacemos, más bien contribuimos a divulgar lo contrario, que debe
haber una figura, un experto. En Estados Unidos ya tienen esta figura, ya hablan
de eticistas y bioeticistas, lo cual me parece horroroso.
Ramon Bayés. En mi opinión, cualquier escrito o discurso, cualquier revista
científica por importante que sea, se tiene que leer o escuchar con el ánimo
de que pueda contener errores; es decir, se debe partir siempre de la base de que
“la verdad” no existe de forma completa en ninguna comunicación humana.
Acabo de recordar unas palabras que para mí han sido claves a lo largo de mi
vida docente e investigadora.Ya hace bastantes años que leí el libro de Bertrand
Russell El conocimiento humano, en el que, tras más de 600 páginas analizando,
una a una, las diferentes disciplinas científicas, llega a la siguiente conclusión:
“Todo conocimiento humano es incierto, inexacto y parcial”. Por tanto, yo
creo, que aunque se trate de Science, de Nature o del New England Journal of
Medicine, los escritos que contienen, a pesar de las garantías que ofrecen, se tienen
que leer con el espíritu de que alguno de sus contenidos puede ser cierto o
ser sólo parcialmente cierto.
Desde otro punto de vista, me gustaría hacer una propuesta al grupo de
periodistas aquí reunidos porque, caso de que prosperara, tendría que ser un
organismo independiente el que se ocupara de ella y considero que los aquí
presentes lo sois.
Existe una clasificación de las revistas científicas de acuerdo con unos
“índices de impacto”. Se trata de unos indicadores complejos, que aunque no
son aceptados por todo el mundo, nos señalan una gradación en la calidad de
las revistas, con una tendencia de menor a mayor probabilidad de que las informaciones
que contienen sean relevantes y ciertas.Mi propuesta es la siguiente:
¿por qué no crear un índice de impacto ético que fuera aplicable a los medios
de comunicación y que, periódicamente, se diera a conocer al público? Por una
parte, podría tener en cuenta datos similares a los que conforman “el índice de
impacto”, es decir, número de suscriptores, tirada de la publicación o audiencia,
número de bibliotecas suscritas, número de países a los que llega, etc.; Por
otra, se podría tener en cuenta el número de titulares que no reflejan el conte74
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nido del artículo, la reiteración, la calidad de las fuentes contrastadas, etc.
Todos los datos deberían ser cuantificables y dar lugar a un número final que
constituiría una aproximación, nunca perfecta pero si aproximada, que se
incluiría en una lista de medios convenientemente ordenados de acuerdo con
su índice de calidad ética. Para paliar las presiones que sin duda se ejercerían
sobre el grupo que publicara estos indicadores, los mismos podrían basarse
sólo en elementos positivos. Lo mismo que ocurre con los índices de impacto,
únicamente figurarían en la lista los medios que hubieran alcanzado unas estimables
cotas de calidad ética.
Creo, por otra parte, que los principios éticos son los mismos para todas las
profesiones. En el caso del periodismo personalmente propondría una ética de
mínimos; es decir, una ética que, ante todo, fuese no maleficente.
Antoni González. Únicamente era comentar un aspecto de la comunicación
médica que cada día está más presente y yo creo que nos tiene que interesar
o al menos preocupar. Es toda la información que se está generando a través
de sociedad de la información, Internet, como queramos llamarlo. En estos
momentos el médico, el paciente y el periodista pueden llegar a ser la misma
persona, es decir, que en un portal te puedes encontrar la segunda opinión de
un médico, el paciente participa en un foro de afectados por una enfermedad
y el periodista hace una entrevista a un especialista. Se genera una situación en
la que te llega información de todo tipo, en la que tienes que contrastar muchas
veces estudios con conclusiones muy diferentes. El periodista que se dedica a la
comunicación médica que trabaja en un medio de Internet, si antes le llegaban
cuatros revistas, ahora tiene en sus favoritos cien artículos cada día. Y a veces
realmente es muy complicado saber qué merece una entrevista o qué no merece.
Hace poco, una semana aproximadamente, hubo una reunión en la que las
revistas científicas internacionales se reunieron y debatieron todos los procesos
de revisión y de verificación, etc. Latía en el fondo de esa reunión un editorial
que días antes se había difundido planteando unas recomendaciones para
garantizar la independencia en la edición. Hablando con la editora de JAMA
me comentaba: “Efectivamente, estamos todos muy contentos con esta declaración
y nos hemos puesto de acuerdo, pero mire usted, vamos a ser honestos.
Las declaraciones sirven para lo que usted quiera, todos las podemos suscribir,
pero todos sabemos cuándo somos honestos y cuándo no”. Es decir que, efectivamente,
la ética muchas veces es un foro interno que no necesita de una normativa
específica. Simplemente quería decir eso, que hay un nuevo marco de
información en la comunicación médica, que ha revolucionado el flujo de
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información, la inflación de temas, de datos, la simbiosis, o como queramos
llamarla, del paciente con la información, con el periodista, con el médico. Se
ha producido un potaje informativo muy serio y eso desde un punto de vista
ético nos va a suponer que una información que nos pueda resultar problemática
no sólo es problemática entre el emisor y el receptor sino entre el conjunto
de la sociedad, el editor, en fin, afecta a muchos niveles.
Antoni Plasencia. Sí, yo quería volver a lo que Victoria Camps ha hecho
referencia sobre la verdad científica versus la verdad periodística, y de alguna
forma encuadrarlo en la pregunta de si no estamos pidiendo a los medios de
comunicación diarios (la radio, la televisión o los periódicos) una función, en
estos aspectos de comunicación médica, más allá de la que por definición pueden
asumir. Ya hemos dicho que hay una dinámica de la verdad científica que
no se siente incómoda con la incertidumbre sino al contrario, vive de trabajar
alrededor de la incertidumbre, sobre periodos de tiempo mucho más extensos
y con una multiplicidad de debates con algunos agentes como las revistas científicas
para hacer un cierto control de calidad. En el marco diario donde, por
un lado, la incertidumbre es poco admisible, las cosas tienen dos categorías, o
son o no son –perdonádme, no soy periodista, ciertamente estoy simplificando
y poniendo mis propios sesgos en la foto– pero estaremos de acuerdo en
que la incertidumbre no es una cosa muy interesante de transmitir, porque no
es ni blanco ni negro; por otro lado, las buenas noticias, también se ha dicho
aquí, en general, no son noticia o son menos noticia; y, evidentemente, por
motivos de espacio hay una obligada simplificación. Alguien comentaba también
hoy en la comida, por motivos tipográficos, hasta qué punto algunas portadas
de periódicos de Barcelona están siendo víctimas incluso del diseño. Por
tanto, mi mensaje es hasta qué punto no estamos pidiendo más de lo que se
puede pedir a unos medios donde por definición, por diseño, difícilmente pueden
transmitir de forma fiel y comprensible la información de tipo científico.
Por tanto, cuando hablamos de este tipo de información quizá nos referimos a
que difícilmente se puede pasar de algunos titulares, y en cambio –hay gente
aquí que tenéis experiencia en ello–, los suplementos de ciencia de los medios
de comunicación, sobre todo de la prensa escrita pero también de otros
medios, seguramente aquí sí que tienen un papel de divulgación. Estamos
diciendo que entre la producción de la ciencia y los medios diarios debe haber
algún instrumento –de hecho existe– intermedio de divulgación, y que funciona
con procedimientos, con secuencias de tiempo, con periodicidades diferentes
y que ayuda más a este proceso de comunicación y que no ha salido hasta
ahora.
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Salvador Alsius. Buenas tardes, como me he incorporado al mediodía
corro el riesgo de repetirme respecto alguna cosa que hayáis comentado antes.
Cuando Jaume Guillamet y yo estudiábamos periodismo, en la antigua escuela
de la Iglesia, los compañeros de un curso que no era el de ninguno de los dos,
protagonizaron un caso que creo que es curioso y reseñable. Al terminar una
clase de redacción, el profesor de la asignatura, que a la vez creo que era redactor
jefe de El Correo Catalán, les dijo: “Bien, para mañana, como siempre, me
traen una noticia”. Eso en el contexto de la clase quería decir que tenían que
traer una noticia redactada. Pero ellos al salir, tomando una cerveza en el bar,
decidieron tomarlo al pie de la letra y pasó lo siguiente. Aquella noche a eso de
las diez y media llamó una persona a El Correo Catalán diciendo que desde su
casa, en la calle Balmes, estaba viendo un ovni en el Tibidabo, y describió con
cierta exactitud qué era lo que estaba viendo. Cuando la persona que había
atendido la llamada al periódico aún no había tenido tiempo de colgar, volvía
a sonar el teléfono y otra persona, desde la Sagrada Familia hacia la descripción
del mismo ovni, y así hasta más o menos una veintena de personas, que era el
equivalente a los componentes del curso en cuestión. Al día siguiente, salía
publicada en portada de El Correo Catalán la noticia del ovni, porque a esas
horas el Observatorio Fabra ya estaba cerrado y no encontraron a nadie y era
obvio que tanta gente a la vez no podía llevarlos a equivocarse. Es una forma
de explicar que los medios de comunicación tienen, en cuanto a las fuentes, el
techo de cristal. Yo siempre digo que si en Barcelona hubiera un comando de
personas dispuestas a dedicar las horas de su vida a confundir a los medios tendrían
mucho trabajo por hacer y causarían auténticos estragos, porque, por
más que haya normas escritas en todas partes sobre la necesidad de contrastar
las noticias, lo cierto es que lo dificulta la dinámica del trabajo cotidiano –y eso
seguro que ya lo habéis comentado porque he pillado de refilón alguna referencia
a esto, a la dificultad de contrastar, la precariedad de los medios con que
se trabaja, etc–. De todas formas, esta reflexión lleva a dos direcciones. Una es
que los periodistas debemos partir siempre desde una posición de humildad,
cosa que raramente hacemos. Al contrario, el periodista instalado en una
redacción tiende a la autosuficiencia, y cuando más serio es el periódico o el
medio paradójicamente mayor es la prepotencia de decir “nosotros hacemos
las cosas muy bien, nadie nos tiene que dar lecciones”. Pues bien, hace falta esta
humildad. Y por otra parte, otra consecuencia obvia es la de redoblar los
esfuerzos para, efectivamente, hacer la contrastación de fuentes hasta donde se
pueda. Estoy de acuerdo con lo que se ha dicho sobre la equivalencia de ética
con buena práctica profesional, calidad profesional. Pero yo matizaría –tamD
E B A T E 77
bién he oído que se ha dicho y se oye muchas veces– que finalmente la ética
periodística no es distinta de cualquier otra ética o de la ética individual. Y yo
querría introducir un cierto matiz. Sí que hay unos principios generales que
deben ser válidos para casi todas las éticas, pero seguramente la fundamentación
de las éticas individuales no siempre tiene por qué coincidir con la fundamentación
de las deontologías profesionales. Por ejemplo, muchos de vosotros
sois médicos y sabéis perfectamente que puede entrar en conflicto una
convicción personal con una responsabilidad deontológica profesional. Creo
que eso se puede aplicar a la mayoría de las profesiones, sobre todo a aquellas
que fundamentan su deontología en un derecho social. Y la ética periodística
–a mí sí que me gusta hablar de la ética periodística y enseguida diré por qué–
se debería fundamentar justamente en el derecho de la sociedad a la información,
y no en cualquier convicción individual de los actores, de los periodistas
en este caso. A parte de consideraciones de este tipo sobre fundamentación,
creo que hay otra razón práctica para que hablemos de ética profesional periodística.
Hemos acostumbrado al público a hacer suyo este término y por tanto
sería una lástima que por disquisiciones como “no, es igual, de acuerdo, ética
es calidad, ética es buena práctica”, que no continuáramos hablando de ética y
de ética periodística porque el público ya se ha acostumbrado a tener una
demanda difundida de ética periodística. Y el taxista te dice: “¡Cómo se pasaron
ayer en el programa de televisión tal! ¿Es que no hay una ética periodística?”
Por tanto, es un valor ya utilizado en la sociedad y creo que vale la pena
mantenerlo, más que nada por razón de etiquetado, o –si me permitís la expresión–
de marketing ético. Esta ética o deontología profesional, ¿cómo se tiene
que ir implementando, cómo se tiene que ir atendiendo esta demanda? Yo creo
que no hay más fórmula que aquélla que suele denominarse coloquialmente la
gota malaya, es decir, tenemos que aprovechar todos y cada uno de los resquicios,
todos las oportunidades y todos los instrumentos para hacer que un día
esta complicidad entre públicos, periodistas o medios y fuentes trabajen en este
sentido en una misma dirección. ¿Cuáles son los instrumentos? Son los códigos.
¿Por qué los códigos? ¿Son imprescindibles, son necesarios? Seguramente
no, pero lo cierto es que los que empezamos a ejercer la profesión hace 30 años
teníamos una escuela espontánea de ética en la gente mayor que nosotros que
encontrábamos en los medios donde trabajábamos, que eran muy pocos, muy
concentrados en unas pocas redacciones. Tenías a los maestros de toda la vida
que te explicaban qué era ser periodista, qué no lo era, cómo se trabajaba con
calidad. La profesión ahora es muy dispersa, muy atomizada, hay muchos
puestos de trabajo unipersonales, hay teletrabajo, hay mil cosas y por tanto no
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está mal que una cierta doctrina en este sentido quede plasmada en unos códigos.
Además de los códigos hay los obdusmen, los observatorios de la comunicación,
los consejos de la información, etc. Supongo que a raíz de la intervención
de esta mañana de Francesc González Ledesma quizá ya se ha comentado
la existencia del Consejo de la Información. Yo quisiera subrayar un instrumento
que considero especialmente importante, que es el de la formación.
Vuelvo a referirme a la antigua escuela de periodismo. Había una asignatura
que se llamaba Deontología. Desapareció de los planes de estudio porque la
ética, como Victoria Camps ha explicado muchas veces, decayó en general
como materia universitaria, en la medida en que los planes de estudio estaban
impregnados ideológicamente por ciertos substratos ideológicos que no casaban
bien con hablar de moral y de ética. Pero esto se está recuperando y, en este
sentido, los redactores de planes de estudio se han desinhibido y se han reintroducido
en algunas de las facultades de periodismo materias específicas de
ética profesional, pero también por otra vía, apelando a la calidad, por la vía de
la especialización. Los estudios de periodismo cada vez tienden más a formar
perfiles de profesionales del periodismo con un cierto principio de especialización,
que creo que también debe tener ciertos límites, porque soy de los que
siguen creyendo que el periodista, o es todo terreno –hasta cierto punto– o no
es. Pero es lógico que ante ciertos ámbitos y de la delicadeza de ciertas materias
se vaya introduciendo un cierto principio de especialización. En las facultades
de segundo ciclo, que reclutan gente con ciertos conocimientos al nivel de
diplomatura o de licenciatura, algunas materias van en esta dirección, los
modelos de postgrado también, etc. Por tanto, creo que en este sentido se va
haciendo un camino. Finalmente, una acotación muy pequeña sobre el tema
que ha ido saliendo sobre el concepto de verdad. Es evidente que no hay una
verdad absoluta, creo que todos los presentes aquí estaríamos de acuerdo en
eso y que, por tanto, es difícil decir “defendemos la verdad”. Se tiene que decir
por vías indirectas. Lo que sí es cierto es que la verdad es un principio deontológico,
un principio que no se puede substituir, como se hace muchas veces,
por el de credibilidad. Yo siempre digo que la credibilidad es el marketing de la
verdad, pero también puede ser el marketing de la mentira. No por el hecho de
ser más creíble dices más la verdad. Y en todo caso, no hablamos de verdad
sino, como alguna vez hizo Marc Carrillo, de diligencia para captar la verdad
que, aunque parcelariamente, puede haber oculta en las cosas. Gracias.
Vladimir de Semir. No me gustaría terminar sin introducir otro concepto
importante: la perspectiva de la propia práctica periodística. El papel del periodista
es informar, transmitir conocimiento, hacer de intermediario entre unos
D E B A T E 79
grupos y otros, hay muchas definiciones posibles. Esta evolución en la práctica
periodística tiene connotaciones en la actualidad sobre las que no estoy seguro
que nos hayamos parado a pensar con suficiente detenimiento. No sólo somos
transmisores de conocimiento, de información, creadores de opinión... ahora
además realizamos una labor para la cual no estábamos preparados: la de ser
formadores de la cultura continuada de nuestro público. Cada vez más, la
omnipresencia de los medios de comunicación en nuestra sociedad hace que la
gente aprenda las cosas que le van sirviendo en la vida a partir de lo que ven,
lo que escuchan o lo que leen en los periódicos.
Andreu Segura. Hace cosa de un año la revista JAMA publicaba un estudio
que desaconsejaba la acreditación de las personas que hacen de consultores
frente a los conflictos de bioética en el sistema sanitario americano, precisamente
en contra de una eventual especialización más o menos académica. Probablemente
el nacimiento de la bioética clínica tiene que ver con la pérdida de
poder social de los médicos, pero, la bioética clínica no es directamente aplicable
a la salud pública, porque una y otra se enfrentan a problemas diferentes.
La clínica respecto de las personas y la salud pública respecto de las comunidades.
Una mejora de la calidad del ejercicio profesional, tanto de los clínicos
como de los sanitarios o los investigadores y, desde luego, de los periodistas es
de esperar que mejore también los aspectos éticos del ejercicio. Sin embargo, la
equiparación entre profesionalidad y honestidad puede resultar confusa. Con
la experiencia de haber pertenecido a instituciones sociales como la Iglesia
Católica y el partido comunista, tengo la impresión que la honestidad personal,
en su sentido de coherencia con el convencimiento propio, con la conciencia,
no es suficiente para garantizar una actitud éticamente aceptable. Es lo
que puede ocurrir si la "posesión" de la verdad implica su imposición a los
demás o justifica una manera tendenciosa de presentar la información. Por ello
conviene que se respeten unas mínimas reglas del juego que, sin limitar la
libertad de expresión y de opinión, impidan que las interpretaciones se confundan
con los hechos. En este sentido un artículo aparecido en el suplemento
dominical de The Guardian este verano referido a la epidemia del aceite
tóxico español puede ser ilustrativo. El periodista presentaba el episodio como
una conspiración del gobierno español y de algún grupo industrial multinacional,
con la ayuda de la mayoría de los investigadores, para esconder la causa
real que, en lugar del aceite correspondería al tratamiento con pesticidas. Un
lector sin un conocimiento profundo de la situación quedaba absolutamente
80 D E B A T E
convencido de la interpretación del periodista que, probablemente caía en el
mismo espejismo que denunciaba al construir una explicación coherente y
verosímil, como son muchos delirios y algunas conspiraciones, sean o no ciertas.
De ahí la necesidad de respetar las reglas del juego y hacerlo con transparencia.
En relación con el caso de Nature que citaba Gonzalo Casino hay que decir
que es inevitable que aparezcan artículos con errores, en Nature o en cualquier
otra fuente. Es verosímil que los editores decidieran su publicación pensando
en las consecuencias sociales. No en vano, si la conclusión hubiera sido adecuada,
hubiera podido tener transcendencia sanitaria práctica. Como decía
Jordi Camí ese es uno de los peligros de la vocación "periodística" de las revistas
científicas. Pero tampoco se debe mitificar a la ciencia ni a ninguno de sus
productos, porque las decisiones médicas se deberían de tomar con más información
que una sola investigación. El problema es que la publicación de estos
resultados puede alentar una incorporación precipitada a la práctica sanitaria.
En estos casos las opiniones de "expertos" independientes pueden ser útiles
para mejorar la comprensión de los lectores de los periódicos. Pero es difícil
encontrar a alguien capaz de criticar un artículo que apenas ha podido leer. De
todas maneras y en relación con la salud pública, está dificultad se acrecienta
porque la mayoría de los profesionales no son independientes de la administración.
En cierto modo están en una situación entre rehenes y cómplices que
más bien estimula a no participar en los debates públicos, por si las moscas. Lo
cual es muy grave porque el ámbito de la salud pública es uno de los que más
necesidad tiene de profesionales independientes que merezcan credibilidad
pública.
No quisiera terminar sin abonar la iniciativa de Ramón Bayés en el sentido
de defender nuestros intereses como consumidores de la información científica
y médica. De modo similar al del defensor del lector, tal vez haya una confluencia
de intereses entre los medios y los consumidores que permita fomentar
la crítica al tratamiento de las noticias y la difusión de las consecuencias
indeseables que sobre la salud y el bienestar de las personas puede provocar.
Xavier Carné. Yo creo que esta mañana cuando he intervenido he sido
especialmente breve, ahora lo volveré a ser, porque ha habido un momento de
confusión a la hora de la comida. No podía irme tranquilo a casa sin hacer un
comentario a raíz de la afirmación de Miquel Vilardell de esta mañana acerca
de que actualmente la medicina está basada en la evidencia. Victoria Camps
sabe que hace tiempo que nos dedicamos a criticar la medicina basada en la
D E B A T E 81
evidencia. Y quiero poner un ejemplo que creo que es de los muchos que hay
de la trampa del paradigma moderno de la medicina, que es la medicina basada
en la evidencia.Miquel, supongo que estarás de acuerdo en todos los pasos
del razonamiento. La medicina basada en la evidencia dice, como primer paradigma,
que el mejor método científico es el ensayo clínico bien hecho, con asignación
aleatoria, grupos comparativos, n grande, de acuerdo.Muy bien, segundo
punto de la discusión. Hay muchas multinacionales, en concreto dos, que
están vendiendo muy bien la moto de la medicina basada en la evidencia para
aplastar las empresas más pequeñas diciendo “yo evidencia, tú, no”. Hace dos
semanas –es un ejemplo para mí maravilloso–, New England publica tres ensayos
clínicos muy bien hechos, por norteamericanos, multicéntricos, es decir,
son incriticables metodológicamente, sobre los antagonistas de la angiotensina
2, para los legos, los “sartanes”, es un grupo de fármacos que bloquean la angiotensina
en la indicación de diabetes de tipo dos, que es muy frecuente, e hipertensión.
Los tres ensayos son inmaculados, es difícil criticarlos, y hay un editorialista
que acompaña los tres ensayos que dice que son fantásticos, que no hay
nada qué decir, pero que dice “hay un grupo de medicamentos de los cuales
nos hemos olvidado, que son los inhibidores de la enzima que hay anterior a la
vía del producto, los IECA, los inhibidores de la enzima convertidor a la angiotensina.
Éstos, con toda la evidencia que tenemos, que hay mucha, harían probablemente
lo mismo, éstos cuestan entre 10 y 100 veces menos”, eso lo dice el
editorialista, y ¿por qué no se han hecho ensayos, estos grandes ensayos bien
hechos para demostrar un gran beneficio a la salud pública del doctor Segura
con estos otros productos? Simplemente porque todos estos productos, los
IECA, están libres de patentes, cuestan 20 duros, y los sartanes tienen 10 años
de patente por delante y no cuestan 20 duros, cuestan mucho más. Conclusión:
la impresión del editorialista es decir: “señores, yo como científico creo que los
IECA, excepto la tos, que es cierto que hay una pequeña ventaja –no hay que
simplificar, causan un poco más de tos–, pero tampoco es muy relevante en la
población, por lo demás con los IECA nos apañamos. Pero nadie en el mundo
ha hecho estos ensayos con IECA, lo han hecho con sartanes. ¿Por qué? Y pregunté
a las empresas que han hecho los ensayos: ¿coste de estos ensayos? 3.500
millones de pesetas. ¿Quién hace una inversión de 3.500 millones de pesetas?
Alguien que tiene expectativas de ganancias posteriores. Los sartanes lo tienen
fácil para ganarlo, si lo demuestran, y lo han demostrado para mí, los IECA no.
Por tanto, hay que tener cuidado con la medicina basada en la evidencia, es el
paradigma moderno de la medicina –estoy de acuerdo– pero quien hace la ley
hace la trampa. Y todos sabéis que el 90% –se ha dicho el 70%– como mínimo
de los ensayos clínicos multicéntricos que se publican en el mundo los patro82
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cina la industria farmacéutica, si no más, porque los que no lo están, no lo
están abiertamente, pero son submarinos, hay muchos que los promociona el
doctor fulanito o menganito pero que detrás hay una industria multinacional.
Por tanto, medicina basada en la evidencia, sí, pero hay que tener cuidado, porque
también es una trampa, y ¿quién paga la medicación en nuestro país?
Europa. ¿Quién paga el diabético tipo 2 con hipertensión? El Estado, el Estado
se tiene que gastar una millonada si quiere seguir la regla de la medicina basada
en la evidencia pagando sartanes, que cuestan mucho dinero. Probablemente
con IECA tendrían suficiente y nos ahorraríamos, de los recursos públicos,
una cantidad industrial de dinero. Miquel, ya sabes que llevo 20 años
trabajando con los ensayos clínicos y soy el gran defensor del método entre
otros. Pero las cosas en su sitio. Quien hace la ley hace la trampa. Debemos
vigilar con la medicina basada en la evidencia porque quien controla la promoción
de ensayos clínicos es casi con exclusividad la industria farmacéutica y
se hace investigación en lo que se quiere, en lo que no se quiere no se investiga.
Y no se hace investigación pública con medicamentos baratos que no tengan
beneficio y que tengan utilidad de salud pública. Yo llevo 10 años intentándolo,
con fracaso tras fracaso, y no soy el único, hay mucha gente al
respecto.
Miquel Vilardell. Yo temía que no creyeras en la medicina basada en la evidencia
pero al final he visto que no podía ser que no creyeras en la medicina
basada en la evidencia. Lo que tú no describes son los sesgos que hay en la
medicina basada en la evidencia en el capítulo de ensayos clínicos, que yo también
he dicho por la mañana. Y he puesto el ejemplo de los 25 millones de
dólares que la industria farmacéutica en el año 2000 utilizó para la investigación
biomédica con ensayos clínicos en los Estados Unidos. Por tanto, coincido
contigo. Ahora bien, cuando yo hablaba de práctica clínica en medicina
basada en la evidencia lo he dicho porque el médico, en función de la información
excesiva que tiene y sobre la base de que a los políticos les preocupa los
costes, y los costes vienen dados por una variabilidad en la práctica clínica, es
lógico que haya un protocolo y se base en datos científicas, en fuentes bien
informadas, en metaanálisis de estudio, etc.No puede ser que yo trate una neoplasia
de próstata y que cueste 10.000 pesetas y a otro, el mismo proceso, le
cueste 100.000 simplemente porque yo creo que con la neoplasia de próstata
también tiene que hacerse una resonancia nuclear magnética; y no hablo de
fármacos. Por tanto, medicina basada en la evidencia, seguro. La gran lástima
es que en medicina y ciencia tenemos poca, progresivamente habrá más, pero
tenemos muchos vacíos. Coincido contigo en que los intereses de la industria
D E B A T E 83
farmacéutica son muy poderosos pero también coincido en que las sociedades
científicas y la administración tiene que invertir los recursos en estos ensayos
clínicos que nadie hace. Y se hacen muy pocos ensayos clínicos con gente
mayor, tú ya lo sabes, ensayos clínicos de coste del producto barato se hacen
pocos. He dicho uno cosa esta mañana. ¿De dónde sale la idea de la investigación
y el ensayo clínico? ¿De la casa comercial o del investigador principal? Yo
creo que del investigador principal, cuando la idea surge de preguntas que te
gustaría que tuvieran respuesta. Y el investigador es quien formula una pregunta
que alguien le ha hecho, un clínico o quien sea y que quiere solucionarla.
Y por lo tanto, yo creo que el Estado y yo, que como sabes muy bien hace
años que estoy en la Agencia del Medicamento, siempre he echado en falta en
nuestro país, y más en otros, que no hayan iniciativas y dinero para poder hacer
ensayos clínicos sin la intervención de la industria farmacéutica. Yo creo que
este es el reto importante.
Óscar Vilarroya. No voy a comentar esta última intervención, aunque me
gustaría, porque quiero retomar el final de la intervención de Andreu Segura
sobre propuestas concretas, de manera que podamos encauzar el final de la
sesión proporcionando algún tipo de indicación sobre por dónde creemos que
deberían ir las cosas. En primer lugar, coincido con la intervención de la mañana
de Victoria Camps, y disiento con lo que ha dicho Salvador Alsius. Creo que
la ética tiene que estar diluida en las buenas prácticas profesionales. No creo
que la ética sea una cosa adicional, como he dicho por la mañana. En caso contrario,
podríamos decir que un periodista puede tener una buena práctica profesional,
pero ser inético, o un periodista que podría ser ético pero tener una
mala práctica profesional. Y a mí me parece que no es eso. En las estructuras
propias de la práctica profesional tienen que estar integradas lo que aquí estamos
denominando consideraciones éticas, y que, sí, en muchos casos tienen
que ver con recoger en los códigos deontológicos, como el del Colegio de
Médicos. Sin embargo, estas consideraciones éticas no son distintas, en mi opinión,
de lo que es una buena práctica profesional.
Por todo ello, las propuestas concretas deberían ir destinadas no tanto a
una actividad prescriptiva, que podría ser la tendencia natural, sino a facilitar
la buena práctica profesional: que enseñemos mejor a los periodistas, que les
facilitemos más y mejores instrumentos para que hagan mejor su trabajo. Por
ejemplo, el Colegio de Médicos hizo hace unos años una propuesta, que no sé
si ha seguido, de presentarse como una especie de auditor de webs médicas que
salían en la red. Su función era la de garantizar que la información facilitada se
84 D E B A T E
inscribía en lo que se consideraba adecuado bajo consideraciones de medicina
basada en la evidencia, o en un buen historial empírico. Me parece una excelente
propuesta. Otra propuesta concreta es la de crear lo que en Estados Unidos
son las redes de expertos, facilitadas por Internet. Podría existir una unidad
de crisis en el Colegio de Médicos, o en otras instituciones, donde el
periodista pudiese en cualquier momento del día o de la noche mandar sus
mensajes: “tengo esta información, por favor, puedes comentarla...” Claro, esto
no resolvería muchos de los problemas éticos, porque como ha dicho Andreu
Segura, puede que llamaran a un experto para que diera una respuesta en blanco
y negro, pero sin aceptar que la gestión de esa noticia pueda respetar los grises
de la información científica. Otra propuesta concreta es crear grupos de
trabajo para ir respondiendo a las preguntas que en uno de los artículos formula
Gemma Revuelta, y que caracteriza como “los interrogantes”, que son los
interrogantes que se tienen que contestar en la práctica diaria del periodismo
científico. Algunos de ellos pueden contestarse, otros quizás no. Sin embargo,
estos son los problemas concretos que deberíamos discutir en esta reunión.
Leo: “¿se debe informar sobre los resultados de un tratamiento que todavía no
ha sido ensayado en humanos? ¿Pueden estos resultados ser motivo de grandes
titulares, o más aún, de una portada? ¿deben reproducirse en opiniones y previsiones
de expertos pronunciadas “off the record”? Estas son las cuestiones
concretas que deberían discutirse en ámbitos como el presente, y dar respuestas
más o menos indicativas, o al menos dar pautas generales.
De lo que se trata es de disfrutar de un buen periodismo científico que,
como definió muy bien Dorothy Nelkin, es el que consigue aumentar la habilidad
del público para evaluar los temas científicos, y del individuo para realizar
elecciones personales. Por contra, el mal periodismo es aquel que desorienta
y -expresión inglesa que no sé traducir- disempower, es decir, deja sin
capacidad de reacción al individuo. Vladimir de Semir también tiene una definición
que me parece interesante: el periodista especializado tiene que llenar el
vacío que hay entre la producción del conocimiento y la opinión del público
que la recibe.
Miquel Treserras. Me excuso porque no he podido estar presente en la
sesión de esta mañana.Me gustaría subrayar un problema y una cuestión ética.
El problema está en el lenguaje, que es una posibilidad y, al mismo tiempo, un
obstáculo. La cuestión, como he dicho, es de índole ética.
Normalmente los científicos suponen que la objetividad es posible, que el
lenguaje puede expresar exactamente la realidad. Ésta es su hipótesis. Existe un
D E B A T E 85
lenguaje unívoco, claro y distinto, ellos lo adoptan como sistema de representación
y de comunicación. En un equipo de investigadores, los interlocutores
saben en cada momento de qué están hablando. Cada término y cada frase
tiene un único sentido. Trabajan de acuerdo con el principio de la objetividad.
Ahora bien, ni el periodista ni la gente corriente, en la calle, en casa o en el trabajo,
acostumbran a utilizar un lenguaje de pretensiones tan rigurosas. Más
aún, los términos especializados habituales en el lenguaje científico, objetivo,
unívoco, claro y distinto, carecen de sentido o tienen muy poco sentido. La
gente corriente usa un lenguaje ambivalente, plurivalente, borroso. Cuando el
periodista escribe un artículo, su texto es susceptible de suscitar muchas interpretaciones.
Lo mismo ocurre con los discursos políticos o en una conversación.
El científico intenta evitar la confusión, mientras que el lenguaje cotidiano
juega con cierta ambigüedad. Y ésta no sólo no le molesta, sino que la ve
como un añadido que enriquece el propio lenguaje. De ahí surge un problema:
investigadores y divulgadores utilizan dos lenguajes muy distintos. ¿Divulgar es
trivializar? ¿La investigación es un coto cerrado de conocimiento? El médico,
cuando habla con su paciente, no emplea el lenguaje científico de los artículos
que escribe ni el que encuentra en los textos científicos, sino que, para comunicarse
con el paciente, recurre al lenguaje borroso, cotidiano, ambivalente,
plurivalente. Éste es el problema, un problema de “traducción”, de cambio de
clave, de registro, que evoca, además, una cuestión ética.
¿Qué papel tiene la ética ante este problema? Creo que el periodista no
puede ser exacto, ni puede ser objetivo, y tiene que saber que su punto de vista
es una interpretación. Puede acercarse mucho a la verdad, pero no puede
alcanzarla por completo. Pretender la veracidad es pretender algo que supera
nuestras posibilidades. Hemos de contentarnos con ser honestos. La persona
que habla tiene que ser, como decían los clásicos, los antiguos griegos y romanos,
un hombre bueno, un hombre de una conducta buena. La honestidad
inseparable de la inteligencia y la bondad. Si no podemos ser veraces, sí que
debemos ser sagaces y honestos. Ésta es la ética del periodista y del comunicador
en general. Creo que también es la ética del médico cuando habla con su
paciente o de alguien que habla o escribe en la prensa, los medios de comunicación,
la televisión, la radio: uno y otro deben intentar al menos ser honestos.
Ser honesto en el uso del lenguaje implica estar atento, sumamente atento a las
trampas que encierra el habla cotidiana. El lenguaje cálido, polisémico, repleto
de contenidos implícitos, de afectividad y de una multitud de signos expresivos
muestra o sugiere unas ideas y al mismo tiempo puede confundir, ocultar
o convertirse en ruido sin significado.
86 D E B A T E
Cuando me dirijo al público creo que mi primera obligación es intentar no
caer en ninguna de las trampas del lenguaje, como las medias verdades, la confusión,
los tópicos, los razonamientos brillantes pero torcidos, las palabras
hueras. Y creo que el médico también debe intentar ser todo lo honesto que
pueda con su paciente. Más que en la ética del periodismo, yo creería en la ética
del lenguaje. Para mí la ética tiene dos grandes ámbitos: la economía y el lenguaje.
María Casado. Se está dando una coincidencia entre diversas intervenciones
sobre la que quería llamar la atención y aportar algo, en la medida de lo
posible.Me refiero a lo dicho por Salvador Alsius respecto de que lo esencial de
la ética periodística es su correspondencia con el derecho a recibir información,
que es un Derecho Fundamental. También lo es el Derecho a dar la información
-veraz y, en este sentido, relevante-. A veces se constata la importancia
de estos intercambios ínterdisciplinares pues nos ayudan a contextualizar las
cosas, como sucede al traer aquí a colación la doctrina constitucional. El Tribunal
Constitucional, cuando valora si en una información que ha sido dada
se ha atentado contra el honor o la intimidad de alguien, no sólo tiene en cuenta
la veracidad de lo publicado sino también la relevancia de esa información.
Lo que significa respecto al impacto que tiene sobre la vida de las personas
implicadas y si esa información aportaba algo al conjunto de la sociedad. Creo
que en este mismo sentido podríamos encontrar pautas que nos permitiesen
aclarar aquí situaciones y conceptos.
Además de esta obligación de la ética periodística de tomar en consideración
la relevancia, el impacto y la contextualización de la noticia que transmitimos,
creo que es necesario ser más explícitos a la hora de señalar los conflictos
de intereses subyacentes. Es conveniente “identificarse”, creo que esto
constituye una aportación a la transparencia y, en el fondo, transparencia lo
que aquí significa es contribución a la democracia social, real. Si nos conformamos
con las reglas formales de la democracia, podría decirse que ya lo tenemos
todo, pero si verdaderamente se desea el funcionamiento democrático en
cuanto a la vida de nuestra sociedad, entonces la transparencia es un requisito
muy importante.
Y, por último, hay una cuestión que también querría volver a traer sobre la
mesa para la discusión puesto que aunque esta mañana ya ha salido pero se
dejó un poco de lado ante la avalancha de temas. Me refiero a la importancia
de tomar en cuenta la propia responsabilidad y el aval que la firma supone en
cuanto a la fiabilidad de las noticias, que adquiere una relevancia significativa
D E B A T E 87
en el entorno de la información que circula por Internet. Me gustó mucho lo
que dijo Jaume Guillamet al respecto y creo que es necesario incidir en la necesidad
de poner de manifiesto que las informaciones que aparecen en la red no
siempre están contrastadas; además, por la misma horizontalidad del medio, es
difícil que quien lo lea -si no es conocedor del campo concreto en el que se esté
moviendo-, no tiene herramientas para jerarquizar ni evaluar las informaciones
que lee. Se ha propuesto, con acierto desde mi punto de vista, insistir en la
conveniencia de la acreditación de las paginas por instituciones, colegios profesionales
o sociedades científicas, con la finalidad de poder tener un referente
de la fiabilidad de sus contenidos. Creo que este es un tema nuevo y sería una
lástima desperdiciar una ocasión como ésta para discutirlo.
Vladimir de Semir. Gracias María. No sé si es una propuesta atrevida pero
dado que han salido algunas sugerencias, ¿por qué no vamos más allá?, ¿por
qué no intentamos ordenarlas? Le doy la palabra en primer lugar a Paco, estoy
seguro que muchos de vosotros no sabíais que existe un Consejo de la Información.
Se trata de una organización con una influencia determinada en el
mundo de la información.
Francesc González Ledesma. Muchas gracias. Podríamos llegar a algunas
conclusiones, porque el debate ha sido muy amplio, muy ilustrativo, y supongo
que recapitular algunos puntos de vista nos podría ser útil a todos sobre
todo a la hora del resumen. Como aspirante a servidor de la verdad, tengo que
reconocer humildemente que la verdad no existe, la verdad es siempre gris, no
es blanca ni negra, y cuando la verdad parece verdad suele estar impulsada por
intereses, lo cual la hace sospechosa y merecedora de ser analizada. Eso ya lo
admito a partir de todo lo que se ha hablado aquí. Creo que en este sentido
estamos todos de acuerdo en que la verdad merece como mínimo ser analizada,
sobre todo la verdad científica, que no es nunca una verdad instantánea
sino que esta diluida en largos años de investigación, y en consecuencia, afirmar
una verdad científica basándose en un dato no contrastado suficientemente
es una temeridad. Ahora bien –y ahora hablo como periodista– soy
consciente de que, si bien la verdad no existe, o no existe en el estado de pureza,
sí llega a estar reflejada tal y como ha aparecido en los medios de comunicación.
Es decir, la gente tiene una verdad, que es la que los medios de comunicación
le han dado. Eso da al periodista una inmensa responsabilidad, pero
que se prolonga a lo largo de los años, porque los historiadores del día de
mañana leerán los periódicos que se han publicado y escucharan los programas
de televisión y radio que han sido grabados, para su información. De ahí
88 D E B A T E
la necesidad de una ética periodística que esté reflejada en una normativa, es
decir, que no sea una pura opinión personal. Y me permito decir, en contradicción
con lo que ha dicho alguna persona de aquí, que creo que la ética no
debe confundirse con la profesionalidad. La profesionalidad es un bien hacer
sujeto a unas normas de oficio pero no necesariamente unas normas de ética,
que para mí están por encima de la profesionalidad. Insisto en que existe en
estos momentos un código deontológico que pide como norma fundamental
que toda información tiene que estar contrastada. Es decir, si yo hablo de una
verdad científica debería buscar por todos los medios la manera de que alguien
me asegurase que eso es digerible y que más o menos es verdad. Pero si el informador,
por lo que sea, después de todas estas precauciones se equivoca, si el
consejo de la información, que tiene bastantes eminentes científicos dentro de
sus filas, llega a la conclusión de que esa información está equivocada, los
periódicos deberían tener la obligación de rectificar en beneficio del lector y de
la verdad. Ésta es mi conclusión.
Salvador Alsius. Antes he usado la expresión “gota malaya” cuando me
refería al conjunto de instrumentos que hay, que son variados, y después de
arrastrarme mucho tiempo por mesas redondas y por debates hablando de las
mismas cosas, me he dado cuenta de que el conocimiento que tenemos sobre
estos instrumentos es parcelario. Entonces, vas a un sitio y saben que existen
los defensores del lector pero descubren que existe el consejo de la información,
y en otro sitio inventan que debería haber un código periodístico, y otros
dicen “eso ya existe, el código de ética periodística”; unos lo basan en la convicción
de que se tiene que hablar de ética, otros no; y al final te das cuenta de
que es cuestión de palabras. En definitiva, yo creo que, más que definir nuevos
instrumentos, lo que se tiene que hacer es articular y llenar de contenido los
existentes. Es decir, creo que la interesante propuesta de Ramon Bayés –que no
sé hasta que punto se concretaría tal y como la ha formulado o no– me parece
relativamente parecida a lo que hacéis en el Observatorio de la Comunicación
Científica, donde de vez en cuando hacéis informes recogiendo el tratamiento
que la prensa ha hecho de las noticias científicas; y el Consell de la Informació
de vez en cuando se plantea dictámenes sobre casos concretos, pero a veces
también recoge estudios más tipológicos, etc. Yo no soy un defensor esencialista
del tema del código deontológico o de hablar de ética. Llega un momento en
que me dan igual unas palabras que otras, me refiero al comentario que has
hecho, Óscar. Pero si dijéramos: “vamos a coger las preguntas de Gemma
Revuelta y vamos a darles respuesta” en el fondo lo que estaríamos haciendo es
redactar un código, llámale deontólogico o como quieras, sobre el ámbito de la
D E B A T E 89
comunicación médica y científica. Es decir, sería una especie de hijito del código
deontológico más global, de la misma forma que existe otro hijito que es el
código sobre el tratamiento de temas de racismo y xenofobia, que ya existe.
Pues bien, se van generando instrumentos de estos que, con unas palabras u
otras, más o menos caminan en direcciones similares, y el gran esfuerzo que se
tiene que hacer es articularlo y darlo a conocer, y no desfallecer en ese empeño.
El próximo sábado voy a hablar sobre periodismo en un ambiente médico,
en un congreso en Palma sobre curas paliativas, y tendré que inventarme como
enlazar las dos cosas. Pues bien, no desaprovecharé la ocasión para predicar el
tema del Consell de la Informació y reproducir unas cuantas de las cosas, unas
que ya las llevo dentro y otras que las he escuchado aquí hoy y que veo que van
en el mismo sentido. Es decir, articular convicciones y esfuerzos creo que es la
clave.
Cèlia Ribera. Bien, soslayando todo el apartado de ética o deontología profesional
o buena práctica profesional, en el que creo que todos estamos de
acuerdo, porque lo que queremos es hacer las cosas lo mejor posible, me gustaría
hacer una pequeña puntualización destacando especialmente que la
información en la prensa general sobre materias que afectan a la salud de las
personas, la manera de informar, debe ser formativa, en el sentido de que debe
hacerse de una forma que nunca pueda ser perjudicial, es decir, respetando el
principio de no maleficencia.
Jaume Guillamet. No es una conclusión sino una constatación. Constato
que siempre que se ha hablado a lo largo del día de hoy de los periodistas y de
los medios de comunicación en el fondo se está pensando en los periódicos, y
exclusivamente en los periódicos. Y yo que soy hombre de periódicos, o que lo
era, y que no he sido nunca hombre de radio o televisión, no soy sospechoso
de parcialidad, pero creo que cuando hablamos de periodismo no tendríamos
que hablar sólo de periódicos. Evidentemente la ponencia de Gemma Revuelta
estaba basada en los periódicos, pero más allá de esto he notado que siempre
se habla sobre periódicos. Y creo que así dejamos de prestar atención a los
medios audiovisuales, que son los que tienen más incidencia social, que llegan
más a la gente, los que tienen más repercusión. Y por otra parte podemos caer
en la trampa –y es una opinión personal que voy fundamentando– en la cual
se encuentran hoy aún los periódicos. Creo que los periódicos siguen trabajando
como si ellos fueran el medio hegemónico. Y creo que hace tiempo que
los periódicos tienen que hacer un cambio y no lo acaban de hacer. Y lo único
que les preocupa es dar las mismas noticias que la televisión, y a eso Umberto
90 D E B A T E
Eco lo llama “el abrazo del oso”, porque los periódicos tienen que apartarse del
oso, y el oso es la radio y la televisión. Y en este sentido, cuando hay un jefe de
redacción que le dice a su redactor especializado: “Publica esto porque tal también
lo publicará” se equivoca terriblemente porque quiero creer que el lector
de periódicos, que es un segmento concreto del público, lo que quiere de los
periódicos no es cantidad sino calidad. Evidentemente los periódicos no pueden
dejar de tratar ampliamente las grandes noticias de cada día, pero deberían
ser capaces de dejar de dar esas noticias de las cuales no estén seguros, y no
hablar de ellas hasta que estén seguros si tienen que darlas o no. En todo caso,
intentemos no pensar sólo en los periódicos cuando hablamos de periodismo.
Vladimir de Semir. Lo que pasa es que supongo que la ponencia era una
muestra de que si esto pasa en los periódicos, imaginaos lo que pasa en unos
medios donde el fast thinking es más…
Jaume Guillamet. O no, o no, o no…
Vladimir de Semir. Depende.
Jaume Guillamet. Ahora podría romper una lanza en defensa de la radio o
la televisión y no sería tampoco sospechoso de parcialidad.
Vladimir de Semir. Depende de qué programas.
Jaume Guillamet. O no. Los programas de divulgación científica de radio
son remarcablemente interesantes, y los programas de divulgación científica de
televisión también. Y en cambio, es menos fácil que en los informativos de
radio y televisión se produzcan tratamientos apresurados de informaciones
delicadas, como se puede producir en los periódicos. Pero insisto que ahora eso
es una mera defensa.
Ramon Bayés. Se me ocurre que en radio y televisión se podría establecer
un sistema relativamente fácil de verificación de las informaciones difíciles que
se quisieran emitir y en las que el factor rapidez fuera insoslayable, a través de
Internet y un panel reducido de tres expertos –tres jueces independientes– en
temas de salud pública. Incluso sería posible, probablemente, disponer de
paneles especializados para temas que afectaran a muchas personas, como el
cáncer, el SIDA o las personas mayores. En este sentido se podría llevar a cabo
una revisión previa de los reportajes a través de un número reducido de preguntas
sistemáticas previamente preparadas, que se formularan a todo el panel,
del tipo: “¿Cambiaría Vd. algo en el reportaje que va a ser emitido? En caso afirmativo,
¿qué cambiaría y por qué? En caso negativo, ¿por qué?”.
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Óscar Vilarroya. Una pequeña nota para apoyar lo que se ha dicho acerca
de que los periódicos son minoritarios. En el artículo de The Lancet que he
comentado esta mañana, sobre la terapia de Di Bella, el 62% de los pacientes
habían conocido de la terapia por la televisión, y sólo el 25% por los periódicos.
Retomando la cuestión de las propuestas, he de decir que tampoco soy
esencialista en lo del código deontológico. Estoy muy contento de que existan
códigos deontológicos, pero no sé cuántos de los médicos presentes aquí serían
capaces de recitar el código deontológico del Colegio de Médicos, o tan
siquiera alguno de sus artículos. En cualquier caso, propondría que alguien -y
animo a la fundación en este sentido- debería intentar responder a las preguntas
que he comentado previamente y que formula Gemma Revuelta en su artículo.
Quizás esto podría desembocar en la confección de minicódigos deontológicos,
que cada año fueran cambiando las preguntas y las respuestas. Creo
necesario que haya gente experta que se reúna y que proponga claramente
cuándo debe publicarse un resultado de un ensayo clínico, cuál es su valor.
Insisto, creo que la fundación podría ser una buena plataforma para este tipo
de iniciativas.
Dulce de Fuenmayor. A raíz de las últimas intervenciones es cierto que nos
hemos centrado mucho en el medio periodístico, en el periódico, pero hay
muchos más medios de comunicación que llegan mucho más cerca de la gente.
Yo hablaría muy especialmente de la radio. La radio es un medio de comunicación
muy cercano a la persona, porque además es algo que puedes tener a tu
lado aunque estés haciendo otra cosa. En la televisión te tienes que quedar
enganchado, pero la radio es algo que te acompaña. Yo soy de las personas que
cuando se levantan ponen la radio. Procuro enterarme de las cosas a primera
hora de la mañana. Hay un factor que he constatado en la radio muchas veces,
que es la introducción de mensajes que son realmente publicitarios pero que se
presentan como una noticia de salud. Y eso se da con mucha frecuencia en la
radio, justamente en la radio, es el medio típico para hacer la publicidad encubierta
que realmente al no experto en asuntos de salud le crea la confusión de
que si lo que se le está vendiendo es una novedad científica o una cura milagrosa.
Eso también ocurre en los periódicos. Recogí algo de un periódico que
decía “Noni, el remedio exótico contra el cáncer” y había un artículo bastante
largo, que es de una revista que se llama Prevenir, y en el final del artículo decía
“y esta planta exótica la puede tomar en zumo o en cápsulas” y después venía
la propaganda. Pero es cierto que en la radio se da esto y con mucha más frecuencia.
Y sobre todo porque colaboran personajes relevantes de la comunicación
que con su voz dan credibilidad a una especie de juego en que el oyente
92 D E B A T E
lego en las materias sanitarias no distingue si le están vendiendo un producto
o si le están dando una noticia. Y esto se da demasiadas veces en un medio
especifico que es la radio.
Victoria Camps. Para insistir con lo que decía antes Salvador Alsius, este
tema se discutió mucho en el Consejo de la Información en la primera época,
no la publicidad mezclada con temas de salud sino con otros temas, una publicidad
que no parece publicidad. Yo sólo quiero decir que hay organismos que
podrían tratar estos temas, incluso podrían hacer un dictamen, podrían ir creando
opinión sobre qué se tiene que hacer en ciertas situaciones. Pero esos
organismos no se utilizan lo suficiente porque el Consejo sólo actúa a instancia
de parte, es decir, a instancia de gente que pregunta, que reclama, y si no es
así, el Consejo no actúa. Por tanto, es una lástima que habiendo organismos
que podrían tratar estos temas se infrautilicen.
Dulce de Fuenmayor. Quizá tendríamos que empezar a pensar si estos
organismos no tendrían que dedicarse más, y no a instancia de parte, a hacer
una crítica directa de los comportamientos éticos de los medios de comunicación,
pero entonces falta que se las quieran publicar, que esto es otra historia,
porque no todo se publica.
Salvador Alsius. Yo quiero hacer una pequeña acotación a lo que se acaba
de decir. El Consell de la Informació –y Francesc estará de acuerdo conmigo–
se creó, como se habrá explicado ya, para hacer un seguimiento del grado de
cumplimiento del código deontológico sin querer interferir el terreno del derecho
positivo, pero en todo caso con unos medios escasos. El Consell tomó
como modelo el británico y el sueco. Cuando vino el presidente del consejo
británico nos dijo que redactaban una media de 600 dictámenes anuales. Por
tanto, allí tienen una gran industria de fabricación de dictámenes. En el caso
del sueco, alrededor de los 60 anuales. Nosotros estuvimos muy contentos de
tener, los dos primeros años, una media de 25, porque era una cantidad sostenible
con los medios de que disponemos. El Consell lo financian precisamente
los mismos medios que han firmado el protocolo de aceptación de la autoridad
moral del Consell, y aquí también empieza a haber algunos problemas,
en el sentido de que hay un pequeño indicio de desmoralización entre los componentes
del Consell porque pueden hacer las observaciones pertinentes cuando
el medio puesto en cuestión es La Comarca de Olot, pero tienen las cosas
más difíciles cuando se trata de La Vanguardia o El País –todo se tiene que
decir–.
D E B A T E 93
Gemma Revuelta. Creo que es la Asociación para el Autocontrol de la
Publicidad. Pero por ejemplo, en este organismo, en el cual hay una serie de firmas,
de entidades que están adheridas, en principio hay un compromiso de
respetar las decisiones de los dictámenes que haya. Existe un caso concreto que
también hace referencia al ámbito de la salud. Fue un dictamen que hacía referencia
a una publicidad sobre el tabaco. Tabacalera Española, en este caso.
Tenía una serie de anuncios publicitarios que la Asociación para el Autocontrol
consideró que violaban los principios éticos, y desaconsejaba que siguiera con
esa tónica. El siguiente paso fue que Tabacalera se retiró de la asociación. Con
eso quiero decir que evidentemente el proceso de reflexión ética, la normativa
deontológica si no tiene dientes no tendrá ninguna utilidad para quien es criminal
o para el malo de la película. En el caso contrario, en el caso de aquel que
tiene muy claro qué es una buena práctica profesional y busca la calidad no es
necesario. Pero entre el malo de la película y el bueno de la película nos encontramos
el 99% de la población.Muchos agradecemos –lo digo personalmente–
cuando hay un marco en el que vemos como opinan los demás, las actitudes
mayoritarias, y aquí sí que existe la necesidad y la utilidad.
Antoni González. En la misma línea que estaba hablando en la intervención
anterior Salvador Alsius i Óscar Vilarroya, yo creo que además de código
y de principios éticos y de cuestiones teóricas, es posible, o al menos me parece
viable, que en la información médica, se pueda estandarizar, como se estandariza
un poco en la medicina, un protocolo o una guía de buena praxis. Así,
por ejemplo, se debería decir cómo se hace la información médica correctamente,
es decir, lo más objetivado posible, sabiendo que eso siempre será
orientativo y al gusto del consumidor, dado que cada uno tiene sus posibilidades
de aplicación y de llevarlo a cabo, a lo mejor algunas empresas no pueden,
otras sí... Pero yo soy partidario de protocolizar esa praxis profesional.
Josep Lluis Segú. Tres comentarios muy cortos. El primero. Me ha parecido
deliciosa la idea del índice de impacto ético. Ahora mismo no se me ocurre
cómo hacerlo pero la idea me ha parecido muy creativa y tengo ganas de darle
unas cuantas vueltas. La otra es que, y me aplico el cuento por lo que se refiere
a revistas científicas, creo que una aportación nuestra que es relativamente
sencilla de hacer y que clarificaría mucho es puramente el tema de la transparencia,
que encontráramos la manera de que la gente cuando publica explicara
qué intereses está realmente defendiendo o pueden influir en lo que dice.
Sería una medida fácil de aplicar técnicamente, en algunas revistas internacionales
ya se ha hecho, y eso daría ya mucha más transparencia, mucha más cla94
D E B A T E
ridad a la hora de saber cada uno en que lado está. Para terminar, sólo un
comentario, ya ha salido un poco en el tema de los expertos en la televisión que
alguien comentaba. Nosotros intentamos hacer una experiencia cuando salió
lo de las vacas locas. Temíamos que incluso los médicos sólo supieran sobre las
vacas locas por lo que leían en el periódico o veían en la televisión, porque
había muy poca publicación científica. Intentamos escribir algún editorial en
Medicina Clínica hablando de las vacas locas para que como mínimo los médicos
tuvieran alguna fuente de información profesional. Los mismos expertos
que hablaban de vacas locas en la televisión no quisieron poner por escrito lo
que decían por la televisión referenciado en Medicina Clínica. Lo pongo a título
de ejemplo por si para alguien es ilustrativo.
Miquel Tresserras. A propósito de las conclusiones, creo que una de ellas
podría estar relacionada con el asalto a los medios. En la televisión, en la radio
y en los periódicos, existe un margen de libertad notable, muy considerable, a
pesar de todas las presiones que se denuncian a menudo con razón. La salud
interesa al lector, al espectador, al ciudadano en general. Interesa mucho más la
salud que la política. Las instituciones, como el Colegio de Médicos o Fundaciones
como ésta, quizá tendrían que brindarse más a participar en los medios
de comunicación con la finalidad de informar sobre enfermedades, terapias
nuevas, prevenciones, etc. Intervenir en los medios para dar información y
para explicar las consecuencias que se derivan de esta información. Hay que
intervenir de acuerdo con la gramática de cada medio, evitando el tipo de discurso
que induce al sueño o que es pura distracción banal, o mera publicidad.
El resumen, entre las conclusiones de este encuentro propondría, también, un
asalto a los medios.
Gonzalo Casino. Quería subrayar o poner énfasis en tres o cuatro puntos
que considero que quizá son puntos flacos del ejercicio periodístico, y muy brevemente
o telegráficamente casi, decir que hay que velar especialmente porque
la agenda periodística, la agenda de contenidos que uno va a publicar en el
periódico no esté condicionada por terceros. Me parece un asunto básico.
Actualmente entre los días mundiales y otras martingalas parece que cada día
ya sabes de lo que tienes que hablar, y no. Uno tiene que velar por cierta autonomía
de su propia agenda periodística. Esto equivale a decir no a muchas
informaciones y se complementa con aprender a decir no o ejercitarse en decir
no a muchas informaciones que te vienen ya con cierto marchamo de credibilidad
por un lado pero por otro lado son incompletas o parciales, lo cual contribuiría
a erosionar esta uniformidad informativa que creo que es más granD
E B A T E 95
de ahora que nunca. Otro punto flaco sobre el que hay que llamar la atención
es el seguimiento de las informaciones. Me parece que lo habéis comentado
por allí. Según se da una noticia hay que seguirla porque se puede errar en la
primera vez pero conviene quizá enmendarla o en todo caso seguirla. Y quizá
finalmente decir que conviene poner énfasis en la práctica periodística, ahora
sobre todo en la contextualización, en el dar pistas, en la ambientación, más
que en la noticia. Eso es todo.
María Casado. Con la brevedad que requiere la necesidad de finalizar la
sesión, quiero insistir en lo fundamental que resulta insistir en el respeto de los
requisitos típicos de la ética periodística, también aplicable al campo de la
comunicación biomédica: selección, rigor, seguimiento de las noticias y poner
especial enfasis en la necesidad de ser cuidadosos a la hora de no generar falsas
expectativas. Aquí si que habría que atenerse a una formulación cuidadosa del
principio de precaución: ante la duda usar siempre la cautela y no espectacularizar
las noticias, como suele recomendar Vladimir de Semir.
Respecto a lo que se ha hablado de que los expertos ilustren con su opinión
lo concerniente a una noticia, no tengo mas remedio que decir aquí que desde
nuestro Observatorio de Bioética y Derecho tenemos el empeño de tratar de
responder a los medios cada vez que se nos reclama para ello; es un compromiso
adquirido con la misma Universidad de Barcelona, que desea que se preste
este servicio que colabore a la interacción universidad/sociedad. Pero no
puedo dejar de advertir que en bastantes ocasiones el esfuerzo que representa
esta disponibilidad se ve mal recompensado cuando, después de una explicación
que pretendemos sea comprensible y divulgativa, se nos pide que nos definamos
del si o del no (sobre las madres de alquiler, por poner un ejemplo) y lo
cierto es que pretender una toma de postura en plan eslogan es en la mayoría
de los casos incompatible con la ponderación y el análisis propio del trabajo
intelectual. Es necesario matizar las cosas; probablemente la respuesta no es si
ni es no, sino que es según, o es depende; es si, pero o es no, aunque.
Por último, es importante hacer énfasis en que sea transparente de donde
vienen las informaciones; no solamente los periodistas que están detrás de la
noticia sino los científicos, los promotores, los laboratorios, etc. Creo que esto
da mas credibilidad y confianza al ciudadano pues le permite tener las pistas
necesarias para juzgar el alcance de lo que está leyendo. Además, casi sin sentir
es fácil que se transmita a la gente la sensación de que lo que se está descubriendo
ya está al alcance de todos. Esto tiene una repercusión política muy
importante: que algo esté descubierto no quiere decir que esté disponible, para
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que lo esté tenemos que hacer un esfuerzo todos los ciudadanos y el sistema de
salud. Se necesita, pues, una decisión política. Creo que es importante matizarlo.
Vladimir de Semir. Creo que se han dicho cosas muy interesantes. Me
comprometo a intentar que queden plasmadas en el documento final todas
aquellas propuestas e ideas que han ido surgiendo. Intentemos estar más en el
día a día de las muchas cosas que se plantean y animemos también a todo el
mundo a que utilice estas instituciones que hoy en día ya existen y que tienen
una capacidad de actuación que, progresivamente, va extendiéndose. Quedan
también otros temas: cómo intentar sensibilizar a los responsables de los principales
medios de comunicación para que mejoren la oferta de programas de
divulgación científica y médica de calidad, cómo aumentar los recursos destinados
a la información médica sobre todo en calidad (aunque también en cantidad,
si pensamos en el escaso número de personas que deben cubrir esta
información en los medios de nuestro entorno),... En resumen, espero que esta
memoria pueda ir llegando a aquellos que tienen capacidad de decidir y de
actuar.
P A R T I C I P A N T E S E N E L S E M I N A R I O 97
PARTICIPANTES EN EL SEMINARIO
PONENTES:
– Gemma Revuelta, Subdirectora de l’Observatori de la Comunicacio Científica
de la Universitat Pompeu Fabra
– Miquel Vilardell, Jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital General
Vall d’Hebron de Barcelona
MODERADOR:
Vladimir de Semir, Concejal de la Regiduría Ciutat del Coneixement del Ajuntament
de Barcelona
PARTICIPANTES:
1. Salvador Alsius, Decano del Col·legi de Periodistes de Catalunya
2. Ramon Bayés, Catedrático de Psicología Básica de la Universitat Autònoma
de Barcelona
3. Jordi Camí, Director del Institut Municipal d’Investigació Mèdica
4. Victoria Camps, Presidenta de la Fundació Víctor Grífols i Lucas
5. Manuel Canivell, Médico y miembro del Patronato de la Fundació Víctor
Grífols i Lucas
6. Xavier Carné, Comité de Ética de Investigación Clínica de la Corporació
Sanitària Clínic
7. María Casado, Directora de l’Observatori de Bioètica i Dret de la Universitat
de Barcelona
8. Gonzalo Casino, periodista del área de Salud de El País
9. Dulce de Fuenmayor, Directora de Enfermería y Secretaria del Comité de
Ética Asistencial de la Corporació Sanitària Clínic
10. Marc de Semir, Jefe del Dpto. de Comunicación y Relaciones Externas de
la Corporació Sanitària Clínic
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11. Àngels Gallardo, periodista de la sección Sanidad de El Periódico
12. Antoni González, periodista de Diario Médico
13. Francesc González Ledesma, Presidente del Consell de l’Informació de
Catalunya
14. Mariona Grau, Directora del Dpto. de Comunicación del Hospital de la
Sta. Creu i Sant Pau de Barcelona
15. Jaume Guillamet, Decano de los Estudios de Periodismo de la Universitat
Pompeu Fabra
16. Antoni Plasencia, Gaceta Sanitaria y Director del Institut Municipal de la
Salut
17. Cèlia Ribera, Directora de Jano
18. Lluís Segú, Presidente de Ediciones Doyma
19. Andreu Segura, médico epidemiólogo y profesor de Salud Pública de la
Universitat de Barcelona
20. Miquel Treserras, decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación
de la Universitat Ramon Llull
21. Óscar Vilarroya, periodista científico colaborador de La Vanguardia
02/1555-1.1/7/02
FUNDACIÓ VÍCTOR GRÍFOLS I LUCAS
Jesús i Maria, 6
08022 Barcelona ESPAÑA
TEL. 935 710 410 FAX 935 710 535
fundacio.grifols@grifols.com

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